Uno de los temas de candente actualidad ha sido la oleada de cartas bomba que se está viviendo en nuestro país, lamentablemente no es la primera vez que ocurren atentados de estas características pero ¿Cuándo surgen las cartas bomba? ¿Y cuál son las primeras en nuestro país?

Buscando precedentes podríamos remontarnos al siglo XVIII, cuando el escritor Jonathan Swift (autor de Los viajes de Gulliver) salvó la vida al conde de Oxford al advertir el peligro que contenía un misterioso paquete. Se trataba de una sombrerera que contenía unas pistolas colocadas de tal modo que al retirar la tapa un hilo activaba los gatillos.

Nuestro país tampoco se queda atrás y en el siglo XIX también se vivió una oleada de cartas bomba rodeada de misterio. Ocurrió en la Década Ominosa, es decir, en plena represión monárquica contra los liberales. En ese entonces, destacó una de las figuras más implacables del absolutismo, Nazario Eguía y Sáenz de Buruaga, un militar que no dudó en cambiar de bando entre carlistas e isabelinos con tal de obtener poder, alcanzando finalmente la plaza de senador vitalicio. Pero esta historia nos remite al 29 de octubre de 1829, cuando Nazario Eguía y Sáenz de Buruaga ocupaba el cargo de capitán general de Galicia.

Nazario Eguía y Sáenz de Buruaga

Nazario Eguía y Sáenz de Buruaga en cuyas manos se aprecian las consecuencias de la carta bomba

Fue entonces cuando recibió una misteriosa carta que explosionó en sus manos. Lógicamente si la conmoción es grande en nuestros días, más aún entonces, cuando nunca se había visto un paquete bomba.

Los daños provocados en el capitán fueron terribles ocasionándole la amputación de su mano derecha y varios dedos de la izquierda, no obstante siguió en el cargo con un carácter más represivo si cabe. Tanto es así, que se acusó del atentado al farmacéutico José María Chao Rodríguez, con los únicos argumentos de tener conocimientos químicos y que su rebotica fue un lugar de frecuentes tertulias liberales de Vigo.  

José María Chao

José María Chao, acusado del envío de las cartas bomba pero sin ninguna prueba contundente

Con José María Chao Rodríguez en prisión el misterio de quién enviaba tales cartas fue en aumento porque dos años más tarde, en 1831, el Ministerio de Gracia y Justicia recibió un mensaje dirigido al ministro Calomarde.

Dicha epístola, firmada por “Incógnito” y fechada en Cádiz el 28 de junio de 1831 advertía de un plan ideado para enviar más cartas explosivas a distintos personajes del gobierno incluido el rey, Fernando VII.

María Teresa de Braganza

La cuñada del rey y futura líder carlista, María Teresa de Braganza, también fue objetivo de las cartas bomba

Un aviso lo suficientemente alarmante como para que el 10 de julio se diese orden al gobernador de Cádiz, José Manso Solá, para que indagase entre los sospechosos gaditanos.  

Finalmente, las predicciones de aquel correo firmado por “Incógnito” se hicieron realidad y el día 11 de julio de 1831 llegó un paquete al Real Sitio de San Ildefonso, proveniente según el remite de “Andalucía baja” y dirigido de manera “muy reservada, al Exmo. Sr. Dn. Francisco Tadeo Calomarde”.

Lógicamente sospechando del peligro que dicho paquete podía suponer Calomarde decidió que “se sumergiese el pliego en un librillo lleno de agua a fin que se aflojase el papel y abriese allí con un hierro”.

Pero no fue el único,  al día siguiente llegó otro sobre a María Teresa de Braganza (princesa de Beira y esposa de Carlos María Isidro) también con material explosivo que se pudo detonar si lamentar daños.

Se habla incluso de una carta dirigida al rey cuya pista es difícil de seguir, todo lo contrario de lo que ocurre con aquel correo recibido por Calomarde que, una vez recogido por Secretario Mayor de la Secretaría de Gracia y Justicia, explotó causándole daños en ojos, manos y rostro.

carta dirigida a Calomarde

Actualmente los restos de la carta dirigida a Calomarde denominada entonces como “correo fulminante” se conservan en el Archivo Histórico Nacional

Mientras tanto en Cádiz, el gobernador José Manso Solá, continuó con su investigación aunque nunca concluyó del todo. Se encontró un sospechoso, Juan de la Serna Salcedo, Secretario Escribano Mayor del Real Tribunal de Comercio de Cádiz, aunque nunca quedó claro que pruebas o indicios le inculpaban, siendo la autoría de dichas cartas bomba un verdadero enigma histórico que dura hasta nuestros días.