Es de sobra sabido, que todo buen líder logra el respeto gracias al ejemplo. Sin embargo la política rara vez se encuentran tales modelos, por eso nuestro personaje de hoy destaca con especial brillo pues cumplió rajatabla lo de predicar con el ejemplo.
Miguel de Mañara fue un político coherente hasta el extremo con sus principios, los cuales, para más mérito, se centraron en la caridad ayudando a los que tenían menos. Se convirtió así, en el azote de los hipócritas, corruptos, codiciosos y desalmados.

 

Escultura Miguel de Mañara
Miguel de Mañara aún no ha sido canonizado (aunque se intentó) y muestra de la admiración que despierta es esta escultura realizada por Antonio Susillo en los Jardines de la Caridad de Sevilla.

La Sevilla del siglo XVII nada tendría que envidiar a las grandes ciudades financieras de nuestros días, el oro y la plata proveniente de América tocaban tierra por primera vez en el viejo mundo, allí y eso se notaba en las grandes familias de comerciantes que sabiendo jugar sus cartas amasaron grandes fortunas en la capital hispalense.
Ese fue el caso de los Mañara que provenientes de Córcega supieron hacerse con un enorme poder. Su patriarca, Tomás de Mañara y Leca, extendió sus dominios a la política al ser nombrado provincial de la Santa Hermandad; a la aristocracia, con el título de caballero de Santiago y cómo no, a la Iglesia al ordenarle familiar del Santo Oficio. Del mismo modo  sustentó su poder financiero con el matrimonio de sus hijos, hibridando a los Mañara con los Neve, los ricos comerciantes de origen holandés.
A esta poderosa familia pertenecía Miguel de Mañara aunque de manera un tanto secundaria puesto que sus hermanos mayores  Juan Antonio y Francisco le precedían en cuestión de herencia.
El enorme poder que debió tener Miguel de Mañara en su juventud ha llevado a identificarlo con el origen del mito de Don Juan
El enorme poder que debió tener Miguel de Mañara en su juventud ha llevado a identificarlo con el origen del mito de Don Juan pero sin ningún fundamento histórico.


Sin embargo los giros del destino hicieron que con tan solo trece años perdiese a sus hermanos, a los veintiuno a su padre y a los veinticinco a su madre. Convirtiéndose a tan temprana edad en uno de los hombres más poderosos de Sevilla de la que llegó a ser alcalde mayor.
Ante semejante poder a Miguel solo le quedaba casarse por lo que se unió en nupcias con Jerónima Carrillo de Mendoza y Castrillo proveniente de las grandes familias aristocráticas de España. Pero de pronto, ese matriomonio, como todos los planes de la vida de Mañara, se destartaló por la siempre acechante muerte. En 1621 Jerónima murió prematuramente.
Con apenas treinta y cuatro años, Miguel había quedado huérfano, sin hermanos y viudo, lo que sin duda le llevó a cuestionarse el sentido de la vida y lo inútil del poder terrenal cuando te faltan tus seres queridos. Esto le llevó a hacer un retiro espiritual en el que tampoco halló consuelo. Tan solo, a su regreso a Sevilla, encontró remedio en una brillante decisión. Ayudar a los demás.

 

Templo de la hermandad de la Caridad
La hermandad de la Caridad de la que Mañara fue el gran benefactor acabó siendo un verdadero templo dedicado a la humildad y la ayuda a los demás.

Esta solución a sus desdichas se produjo cuando vio a los hermanos de la Santa Caridad, una organización benéfica que cuidaba de los cada vez más numerosos indigentes de Sevilla. La acción caritativa de esta hermandad subyugó a Mañara de tal modo que en apenas un año fue elegido hermano mayor.
Su fortuna y su tiempo revertieron directamente en dicha organización, fundando primero un hospicio, luego un hospital y finalmente la capilla, así como otras donaciones que hicieron Mañara un verdadero filántropo. Su proverbial humildad hizo que al poco tiempo rechazase todos sus cargos políticos incluido el de hermano mayor de la hermandad aunque salió  de nuevo reelegido.  
La filosofía de Mañara quedó plasmada en un librito el Discurso de la Verdad donde pone de vuelta y media a toda la sociedad de su época. Tan solo adjunto unas líneas esclarecedoras que en muchos aspectos podrían condenar a la hipocresía actual.

“Mira los murmuradores de todo descontentos, y nada les parece bien si no decir mal.

Mira cuanto ladrón, cuanto homicida, cuanto embustero, cuanta soberbia, cuanta vanidad ocupa la Corte de esta Ramera.

También tiene este maldito pueblo sus ermitaños y penitentes, unos que profesan virtud por sus comodidades, otros que viven solitarios por no hacer bien a nadie, otros que no comen de miserables, otros hacen penitencia porque los alaben.

Y ha llegado la locura a tal extremo que hay quien derrame su sangre por parecer bien.

Mira los poderosos con la profanidad que sirven a su loca señora. ¿Qué coches, qué literas, qué estufas no ha inventado su comodidad? ¿Qué comidas, bebidas y olores su gula? Los tabiques de sus casas son cristales, sus templos un aposento de sus casas, donde desde sus camas profanan (no adoran) el estupendo y santo sacrificio de la misa, haciendo el sacerdote (como yo he visto) primero reverencia a ellos para empezar, que a Dios nuestro Señor."

Epitafio Miguel de Mañara
Como broche final ordenó que le enterraran en la puerta de la iglesia del hospital de la Caridad para que todo el mundo le pisoteara ya que se consideraba “el peor hombre del mundo” y como tal lo mandó labrar en su epitafio.