En estos días que tantas cosas se oyen de Gaza e Israel quizá conviene recordar un episodio histórico en el que los españoles nos dejamos llevar por las creencias irracionales de la religión. Sin embargo, en nuestro delirio no sirvieron para matarnos con nadie, al contrario, fueron el acicate perfecto para dar tumbos por el planeta y si nos descuidamos para poner la capital de España en la otra punta del mundo.

La reciente situación entre Israel y Gaza ha creado escenas tan sorprendentes como esta proyección de la bandera de Israel sobre el arco de Tito

La reciente situación entre Israel y Gaza ha creado escenas tan sorprendentes como esta proyección de la bandera de Israel sobre el arco de Tito, construido en su día para celebrar el saqueo y destrucción de Jerusalén por las tropas romanas.

Como muchos proyectos locos, que se les mete entre ceja y ceja a los gobernantes, esta historia comienza con una auténtica milonga, me refiero a las profecías. En pleno siglo XV, con la muerte de Martín el Humano dejando en suspense la sucesión al trono aragonés, nos encontramos con la condesa de Urgel, Isabel de Aragón, valiéndose de profecías para defender la candidatura de su hijo.

Afortunadamente el cronista Diego Monfar dejó por escrito la verdad de aquellos augurios a los que definió como: “cien mil disparates, con palabras amfibológicas (confusas) y ambiguas a imitación del oráculo de Apolo".

Con el paso del tiempo se volvió a insistir en las profecías y así con la conquista de Granada puso de moda el tema de la España perdida y recuperada tal como decían los vaticinios. Por si esto fuera poco, el descubrimiento de América se interpretó como algo profético dando como resultado que Cristóbal Colón escribiese un libro de profecías y que religiosos españoles como Jerónimo Mendieta viesen en Hernán Cortés un nuevo Moisés llegando a una Tierra Prometida.

Cierto es que si la nueva tierra prometida era América, los españoles salieron ganando frente a la promesa del dios bíblico, pero es que en todo este disparate hay un hilo conductor que es bueno conocer.

Si personalidades como el cardenal Cisneros estaban imbuidos de las profecías mileniaristas

Si personalidades como el cardenal Cisneros estaban imbuidos de las profecías mileniaristas ¿Cómo no iba a estarlo el resto de la sociedad?

Mendieta, el cardenal Cisneros, fray Bernardino de Sahagun y los principales religiosos que arengaron estas ideas proféticas eran franciscanos y precisamente a esa orden perteneció uno de los adivinos más famosos del medievo: Joaquín de Fiore.

Las ideas apocalípticas que este religioso planteó se fueron transmitiendo hasta el Renacimiento donde la idea de un fin de los tiempos en Jerusalén con la venida del Anticristo, la reconstrucción del templo de Salomón y otras tantas fantasías caló tan hondo, que en España se vieron señales por todas partes.

Fernando el Católico se apresuró a conquistar Sicilia para así lucir el título de rey de Jerusalén (al que estaba unido el trono siciliano) y Cristóbal Colón anotó en su testamento el dinero que destinaría a reconstruir el Templo de Jerusalén cuando los Reyes Católicos la conquistasen. No es por tanto de extrañar, que en ese ambiente cualquier relato indígena que coincidiese mínimamente con la Biblia fuese el acicate perfecto para lanzarse a la aventura.

Álvaro de Mendaña gran entusiasta de la conexión bíblica de América

Álvaro de Mendaña, gran entusiasta de la conexión bíblica de América.

Así le pasó a Álvaro de Mendaña, que, fascinado por las leyendas incas de las islas de Ninachumbi y Ahuachumbi, dio por hecho que habrían de ser las tierras de Ofir, de donde el rey Salomón extrajo el oro para construir el Templo de Jerusalén. ¿Para qué queremos más? ¿Qué mejor reconstrucción del Templo que con el material de la misma cantera…?

En 1567, y con tan solo 25 años Álvaro de Mendaña realizó una expedición surcando el Pacífico hasta descubrir un archipiélago al que no pudo por menos que llamar, islas Salomón, pero para añadir más leña al fuego, unos años más tarde terminó contagiando de su delirio a un piloto muy especial Pedro Fernández de Quirós, quien pese a ser un buen navegante estaba tan imbuido de las ideas joaquinitas que terminó fundando la 'Nueva Hierusalem' en mitad de Oceanía y creando la orden de los Caballeros del Espíritu Santo, puesto que según Joaquin de Fiore, la época del Espíritu Santo era la ultima y por lo tanto precedente al fin del mundo.

Con razón a Fernández de Quirós se le llamó el Quijote del Pacífico, pues en sus proyectos todo resultaba tan utópico como fallido. La orden del Espiritu Santo convirtió en caballeros, tanto a los españoles, como a unos chinos que también viajaban en la expedición e, incluso, unos esclavos fueron liberados al ser un nuevo mundo de hombres iguales. No obstante, como los esclavos no eran suyos tal liberación no surtió efecto alguno y volvieron a ser de sus amos de inmediato.

La Nueva Jerusalén se deshabitó porque allí nadie se ponía de acuerdo, frustrándose así la idea que Quirós le planteó a Felipe III de trasladar allí la capital de España. Ahora bien, a los madrileños nos hubiese hecho la puñeta, pero ¿cuánto no hubiese ganado el mundo si todo el fanatismo religioso hubiese ido a parar al remoto archipiélago de Vanautu?

El dios bíblico resultaría mucho más generoso y sensato, si la verdadera Tierra Prometida, como creyó Quirós, estuviese en este archipiélago de Oceanía

El dios bíblico resultaría mucho más generoso y sensato, si la verdadera Tierra Prometida, como creyó Quirós, estuviese en este archipiélago de Oceanía.