Es normal ilusionarse al descubrir un pariente del que no se tenía noticia. Encontrar a primo lejano o algún familiar más cercano, nos despierta cierto cosquilleo y casi de manera inevitable cierto afecto hacia esa persona. Luego, puede resultar ser el ser más despreciable del planeta, pero de primeras, parece común a todos los seres humanos, sentir simpatía hacia ese pariente desconocido e incluso en ciertas ocasiones puede ocasionar un agasajo totalmente desmedido.

Curiosamente, este fenómeno parece ocurrir también con temas históricos. Igual que un relato sobre el pasado puede infundir odios en el presente, otra narración puede crear vínculos muy positivos pero igualmente injustificados.

Me explico: En infinidad de ocasiones se habla de “las dos Españas” como un sinónimo de posturas irreconciliables pero mucho menos frecuente es hablar de las dos Iberias.
Este concepto, no habla de enemigos sino de todo lo contrario, versa sobre otros “españoles” de los que nos separamos en tiempos remotos sin que se sepa todavía porqué y aunque alejados (allá en el Cáucaso) ellos siempre nos recuerdan y algunos sabios de nuestra historia también.

Desde los mapas medievales a hasta los del siglo XIX, pasando por algunos como este de Christoph Cellarius (a la derecha) Georgia siempre apareció mencionada como Iberia

Desde los mapas medievales a hasta los del siglo XIX, pasando por algunos como este de Christoph Cellarius (a la derecha) Georgia siempre apareció mencionada como Iberia.

El anhelo de saber de estos otros “españoles” ha encendido el entusiasmo de infinidad de historiadores y esa pasión descontrolada ha dado lugar a historias maravillosas.
Es indudable que allá en Georgia, existió otra Iberia, los documentos históricos como mapas, crónicas etc. así lo confirman. Ahora bien… ¿De donde sale esa otra Iberia? es más... ¿Qué relación tiene con la nuestra ? E incluso cabría preguntarse ¿Quién son los otros íberos? ¿ellos o nosotros?

La cuestión lleva siglos dando quebraderos de cabeza. Grandes autores clásicos debatieron sobre el tema. Eso si, sin llegar a ninguna conclusión.
El geógrafo Dionisio Periegeta en su Descripción del mundo (en el siglo I) habla de los iberos europeos y los íberos caucásicos, Sócrates de Constantinopla en el siglo IV d.C. afirmaba que los iberos de la actual España originaron a los georgianos, y así podríamos seguir con Plinio, Herodoto, Diodoro Sículo…

Estrabón fue uno de los múltiples autores clásicos que debatieron sobre las dos Iberias

Estrabón fue uno de los múltiples autores clásicos que debatieron sobre las dos Iberias.

Aquel jaleo de teorías lo resumió Apiano, cuando en el siglo II d.C. dijo: “algunas personas piensan que los íberos de Asia fueron los antepasados de los íberos de Europa; otros que son colonos de estos y otros que tan sólo tienen el mismo nombre, pues sus costumbres y lenguas son tan diferentes…”

Ante tal incertidumbre casi cualquier pista ha sido bien acogida y autor clásico que hablase de los íberos, autor clásico al que se le tomaba la palabra. Tal es el caso del historiador judío Flavio Josefo, quien en su obra Antiguedades judías (en el siglo I d.C.) menciona a los iberos cuando dice: “También Teobel fundó a los teobelos, que actualmente reciben el nombre de iberos.”

Ese Teobel sería el Tubal de la Biblia y por tanto, nieto de Noé que al encontrarse el planeta vacío tras el diluvio fue fundando pueblos a sus anchas. Pero entonces ¿qué iberos fundó Tubal, los españoles o los georgianos?

El monte Ararat, enclave fundamental para la historia de Tubal, el mítico nieto de Noé que conectaría las dos Iberias

El monte Ararat, enclave fundamental para la historia de Tubal, el mítico nieto de Noé que conectaría las dos Iberias.

Autores patrios como Isidoro de Sevilla zanjaron el tema de un plumazo y así lo dejó escrito en sus Etimologías: “Thubal, antepasado de los iberos, denominados también hispanos”. Desde entonces la cadena se fue alargando con infinidad de eslabones como Jimenez de Rada y otros tantos historiadores que terminaron pasando por alto la existencia de esos otros iberos.

Sin embargo, en oriente esa identidad ibérica no se olvidó, y si padres de la iglesia visigoda habían dicho que aquella Iberia era España, padres de la iglesia ortodoxa como Basilio y Gelasio de Cesarea afirmaron que Iberia estaba en el Cáucaso.

Al igual que los iberos “españoles” los iberos “georgianos” parece que tomaron su nombre de un rio, actualmente conocido como el río Kurá

Al igual que los iberos “españoles” los iberos “georgianos” parece que tomaron su nombre de un rio, actualmente conocido como el río Kurá.

Tanto es así, que hacia el año 980 una comunidad de monjes ibéricos se asentó en la montaña sagrada por excelencia del mundo ortodoxo, el monte Athos. Allí fundaron el monasterio de Iviron donde se atesoró la memoria mítica de esos otros íberos y en cuyos recuerdos si estaba la historia de unos remotos parientes al otro lado del Mediterráneo. Un enigma que solo cabía resolver de una manera: Viajando desde el monte Athos a Hispania. Pero esa es otra historia que les he de contar en siete días.