No cabe duda que el confinamiento que ha supuesto esta pandemia nos pilló a todos por sorpresa, pero no ha sido el único encierro en la historia de nuestro país. Hoy nos centramos en uno de los confinamientos más locos de la historia de España y que también terminó con mascarilla, pero esta vez de por vida.
Hablar de los reyes y los confinamientos casi siempre es sinónimo de presuntas enajenaciones mentales. En el siglo XVIII la princesa Luisa Isabel de Orleans fue encerrada por su manía exhibicionista por la que, según el mariscal Tessé, mostró en público “su trasero, por no decir otra cosa”. Dos centurias antes el encerrado fue el infante don Carlos, hijo de Felipe II que tan afectado como estuvo por los ataques coléricos que en cierta ocasión intentó apuñalar al inquisidor general, el cardenal Espinosa, al grito de “curilla” por no dejar que un cómico actuase en palacio.

l duque de Alba reteniendo al infante don Carlos según los pinceles de José Uría y Uría
Algunos miembros de la realeza sufrieron confinamientos por su bien y por el de los demás. El duque de Alba reteniendo al infante don Carlos según los pinceles de José Uría y Uría

Remontándonos más atrás en la historia los casos continúan con Juana I (la mal llamada “la loca”) que estuvo décadas confinada en Tordesillas, o su abuela materna, Isabel de Portugal quien vivió encerrada otros tantos años en la villa de Arévalo. Pero no nos vamos a centrar ahora en el enclaustramiento que sufrió Isabel si no en el que ella misma propició a una dama de su corte.
En 1447, en una maniobra política el condestable de Castilla, don Álvaro de Luna, había logrado una alianza con Portugal casando al viudo rey castellano, Juan II, con la prima del rey luso, Isabel de Avis. En principio nada podía salir mal, el rey era un cuarentón aun con vigor para procrear y la reina una jovenzuela lista para la preñez. Sin embargo el enlace tuvo varias consecuencias totalmente inesperadas.
 

Isabel de Portugal inmortalizada en el retablo de la Cartuja de Miraflores (Burgos)

Isabel de Portugal inmortalizada en el retablo de la Cartuja de Miraflores (Burgos)

Isabel comenzó a dar muestras de no estar muy en sus cabales, el primero en notarlo fue el condestable al ver cómo la reina se volvía en su contra, conspirando y azuzando a otros nobles contra el, pero el episodio que más evidenció aquellos delirios fue un ataque de celos contra su dama Beatriz de Silva y Meneses.
Beatriz era una joven del séquito de la reina, cuya fama de guapa se extendió entre todos los correveidiles de la corte. Tanto fue así que las malas lenguas dijeron que el propio rey había puesto sus ojos en la joven dama portuguesa.
Fuese ciertos o no aquellos rumores en 1451 durante su estancia en el castillo de Tordesillas la reina no aguantó más y en un arrebato colérico empujó a Beatriz dentro de un baúl donde la encerró tres días bajo llave.

Baúl donde la reina encerró a Beatriz de Silva

Baúl donde la reina encerró a Beatriz de Silva (Fuente: http://pessoasenmadrid.blogspot.com/)


Al parecer, su tío Juan de Silva, al notar su ausencia en las ceremonias palatinas, logró rescatarla. Y a partir de ahí comienza la leyenda. Cierto es, que desde entonces Beatriz se retiró de la corte pidiendo ingresar en una institución religiosa (uno de los pocos lugares donde no tenía jurisdicción la furia de la reina) y que a la postre terminó fundando la orden concepcionista. Ahora bien también hay mucho de mito en este hecho.
Biógrafos como fray Francisco de Garnica insisten en sus obras que durante esos tres días de encierro a Beatriz se le apareció la Virgen dentro del baúl, que salió con belleza redoblada e incluso hay quien dice que tardaron más en encontrarla porque se negó a pedir auxilio acatando con proverbial dignidad la injusta decisión de su señora. Sería por tanto una especie de doncella de Schrödinger.

La paciencia de Beatriz de Silva y Meneses aguantando el encierro en el baúl tuvo su recompensa en los altares al ser declarada santa
La paciencia de Beatriz de Silva y Meneses aguantando el encierro en el baúl tuvo su recompensa en los altares al ser declarada santa.

Siguen esas versiones hagiográficas relatándonos cómo la pobre Beatriz atribuyó su desgracia a la belleza y desde entonces cubrió su rostro con un velo que a modo de mascarilla impidió que nadie le viese jamás. Sea como fuere, la bella Beatriz acabó siendo  una influyente religiosa e incluso años más tarde tuvo un curioso reencuentro con la reina. Ella vivía feliz en enclaustrada en su convento toledano y su majestad disfrutaba de una de las pocas salidas que permitieron de su encierro en el castillo de Arévalo, ambas dialogaron y Beatriz se convirtió en una auténtica referencia para la hija de su antigua enemiga, aquella niña que con el tiempo sería Isabel la Católica. Para que luego digan que la crispación no se puede superar…