Pero los poderes económicos nos extorsionan gracias a la complacencia de los sistemas democráticos y, por qué no decirlo, de la ciudadanía europea. Acomodados durante generaciones, ciudadanos y políticos han navegado sobre las procelosas aguas de un "neoliberalismo social" tendente a bajar impuestos indiscriminadamente, especialmente a los más ricos "para generar capacidad de inversión y crear empleo decían", mientras que con las rentas del crecimiento económico sostenían nuestro estado del bienestar. Todos contentos, se bajan impuestos y tenemos prestaciones ¿la ciudadanía no llamaba locos a Alfonso Guerra, Cándido Mendez o Fidalgo cuando protestaban contra estas políticas de bajada induscriminada de impuestos? ¿Acaso no tenemos una parte de responsabilidad por acomodados? ¿Podemos seguir culpando a los partidos mayoritarios de una política de la que nosotros hemos sido los principales defensores y avalistas?
El 15-M es un rayo de esperanza para la regeneración política de la nación; para terminar con debates parlamentarios estériles y forzar a los partidos a plantar cara a la crisis, para terminar con el anquilosamiento de dichos partidos, incluidos PP y PSOE no lo olvidemos, y transformar de raíz el funcionamiento del sistema democrático, haciéndolo más participativo. El 15-m es a su vez la chispa de la rebelión europea, un aviso a los gobiernos para que regulen el mundo de las finanzas, para que los ciudadanos manden sobre los mercados, para que las presonas vivan dignamente. Pero es sobre todo un aviso: si la gente se duerme, se conforma, y deja a los magnates el control de sus instituciones, estamos muertos, debemos estar vigilantes siempre, ser exigentes en todo caso y avandonar el conformismo facilón.
Estamos en pie, y así debemos seguir para que se nos respete y valore. Sino, estaremos condenados al fracaso.