En algunas de sus interminables incidencias el 'procés' catalán a menudo presenta facetas que son hasta cierto punto cómicas, incluso risibles. Una de estas últimas incidencias, al menos porque no ha trascendido al público hasta hace muy pocos días, son los contactos que un individuo como el todavía hoy presidente y máximo responsable ejecutivo de la fundación nacionalista CatMón, Víctor Terradellas, estableció en Moscú con un curioso personaje del entorno del presidente ruso Vladimir Putin. Se trata del exdiputado del partido gobernante Rusia Unida Serguei Markov, profesor de Ciencias Políticas del Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú, que todavía ahora es un hombre con gran influencia en los principales centros de poder rusos.

Al parecer el tal Víctor Terradellas llegó a proponer a su influyente interlocutor ruso que, si Rusia reconocía la entonces ya inminente proclamación unilateral de la independencia de la República Catalana, por su parte la Cataluña independiente reconocería la plena soberanía rusa en la península de Crimea. ¿No es esto hilarante? Es público y notorio que nada de lo propuesto por Víctor Terradellas a Serguei Markov llegó a suceder. No obstante, lo que sí sucedió, y es más que probable que puede que se siga produciendo todavía, son hechos que demuestran que Rusia, mediante acciones sobre el terreno de agentes de sus servicios secretos civiles y militares, ha cometido reiteradas actuaciones de injerencia en el “procés”. Las ha cometido asimismo en el Reino Unido en apoyo del “Brexit”, así como en Francia con los “chalecos amarillos”, con el obvio denominador común de desestabilizar cada uno de estos países para así desestabilizar al conjunto de la Unión Europea.

En Cataluña, por ejemplo, el pasado día 4 de octubre se produjo la detención, por parte de agentes de la Sección Fiscal de la Guardia Civil, de dos ciudadanos, uno ruso y otro ucraniano, que circulaban en dirección a Francia por la AP-7, a la altura de la frontera de La Junquera, a bordo de un coche Mercedes de alta gama matriculado en Bielorrusia. Descubrieron en el vehículo un maletín con una granada M70 de fabricación rusa “en perfecto estado de uso”. Ambos sujetos fueron encarcelados por orden judicial, acusados del supuesto delito por depósito de armas de guerra, y la Audiencia Nacional tiene abierta contra ellos una investigación judicial dentro de las actividades que los servicios secretos rusos vienen llevando a cabo con el objeto de contribuir a la desestabilización política de España con motivo del proceso separatista catalán.

La Audiencia Nacional investiga las más que probables relaciones de los dos sujetos detenidos en La Junquera con un importante oficial del GRU, el Grupo Central de Inteligencia Militar de Rusia. Se trata de Denis Sergueiev, que bajo la identidad falsa de Sergey Fedotov ha realizado como mínimo un par de visitas a Barcelona, una de ellas solo tres días antes de la celebración del referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017. Hay indicios de que tanto estos como otros agentes de los servicios secretos rusos, en España y también desde Rusia, tuvieron relación con activos “hackers” rusos que ayudaron a mantener activas páginas web del referéndum independentista ilegal.

Es con estas informaciones cuando los contactos establecidos por alguien como Víctor Terradellas con personajes influyentes en el Gobierno de Rusia presidido por Vladimir Putin dejan de ser hilarantes para convertirse en auténticas amenazas. A todos nos conviene su pronto y completo esclarecimiento, porque lo que en realidad está en juego en este caso es la posible comisión de delitos de alta traición.

Nada que ver, pues, con lo que nos ocurre ahora en Cataluña -y está visto que no solo en Cataluña sino también en el conjunto de la Unión Europea- con aquella divertida película de Norman Jewison de 1966, titulada “¡Que vienen los rusos!”. Basado en la novela juvenil “The Off-Islanders”, de Nathaniel Benchley, el filme de Jewison obtuvo varias nominaciones a los Óscar, y en verdad era un planteamiento no ya cómico sino paródico del pánico que en ciertos sectores de la sociedad, en especial en los Estados Unidos, se vivieron las amenazas de la “guerra fría”.