La noche del 10-N me preguntaba a mí mismo, ya desde el titular de mi primer análisis urgente de los resultados electorales, “¿y ahora qué?”. Ayer terminaba mi artículo escribiendo: “Hoy, 11-N, soy más optimista que ayer. Espero que mañana, 12-N, pueda serlo un poco más”. Me satisface poder serlo. No tanto, claro está, por lo que tenga esto de acierto personal sino porque pienso que el preacuerdo firmado hoy por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias abre la puerta a un pacto de estabilidad que puede garantizar toda una legislatura de corte inequívocamente progresista, con la participación, activa o pasiva, de gran número de las casi veinte formaciones políticas representadas en el nuevo Congreso de Diputados.

Además, claro está, del PSOE y UP y sus confluencias, este pacto está abierto ya desde un buen principio a partidos como el PNV, MM, Compromís, el PRC, CC-NC, TE y el BNG, así como a otros que tendrían muy difícil poder dar una explicación pública de su voto negativo, esto es exactamente igual que el bloque de las derechas formado por el PP, Vox y NS, con lo poco que queda de Cs que puede acabar con su suicidio político si persiste en la línea que le ha llevado a su desastre actual.

¿Cómo explicarán los 12 diputados de ERC, digan lo que digan ahora, su voto con el PP y Vox, con NS y quién sabe si con Ciudadanos? ¿Cómo podrán justificarlo los 8 diputados de JxCat? ¿Y los 5 de EH-Bildu? Los últimos 10 de Cs, ¿persistirán en el grave error político que les ha conducido a la UCI?

La investidura presidencial de Pedro Sánchez, más allá de los 155 votos a favor del PSOE y UP, tiene poco menos que garantizados otros 15, lo que le da un total de 170 apoyos. Una cifra manifiestamente insuficiente para su investidura en primera vuelta -para ello se requiere la mayoría absoluta, esto es un mínimo de 176 votos favorables-, pero que en cualquier caso supera de forma muy amplia los de todas las derechas, ya que incluso con los 10 diputados de C’s su suma es solo de 152, procedentes del PP, Vox y NS.

El preacuerdo firmado por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias contempla una serie de medidas sociales, fiscales, políticas, territoriales, culturales e institucionales de largo alcance. Unas medidas que son asumibles con facilidad por gran parte de las formaciones representadas en las nuevas Cortes Generales. Medidas progresistas, liberales en lo sociocultural, de izquierdas en materias sociales, económicas, laborales y fiscales, y con una clara voluntad integradora de la pluralidad en lo territorial, con una firme apuesta por defender la convivencia libre, ordenada y pacífica en Cataluña como primer paso imprescindible para abrir el diálogo que permita lograr un renovado pacto constitucional entre la ciudadanía catalana.

Hoy me siento más esperanzado que ayer, mucho más que anteayer. Espero que todos los progresistas podamos seguir compartiendo esta esperanza, esta ilusión. Entre otras razones, porque este primer gobierno de coalición progresista termina con un bloqueo histórico incomprensible basado en la nula experiencia que existe en España en gobiernos de coalición a nivel nacional. De ahí también la trascendencia histórica del acuerdo firmado por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Un acuerdo en el que tanto ellos dos como sus formaciones se comprometen a actuar desde sus responsabilidades gubernamentales con cohesión, lealtad y solidaridad, y siempre dentro del estricto respeto y cumplimiento del ordenamiento constitucional vigente.

Pues sí, esta vez sí parece que va a ser que sí.