La fragilidad del Gobierno de Pedro Sánchez, el minifundismo independentista, la falta de liderazgo en la Generalitat y la sorpresa andaluza de Vox están acentuando la tendencia política de la navegación a la vista. No es exactamente lo mismo que navegar a ciegas, pero se le acerca, porque supone dirigir la nave mirando a la costa, observando la configuración del litoral para sortear los escollos en el último instante, sin ayudas electrónicas, solo con el compás y la pericia del capitán. Improvisar, eso es lo que están haciendo la mayoría de dirigentes políticos; o eso parece.

Los presupuestos generales del Estado están dando pie a la mayor de las confusiones porque nadie parece tener ni idea de lo que puede suceder a partir del viernes, fecha en la que el Gobierno los enviará al Congreso, según previsión del presidente del Gobierno. Sánchez necesita el apoyo de los grupos independentistas, entre otros grupos, para sacarlos adelante o como mínimo para poder debatirlos tras derrotar a las enmiendas a la totalidad. Y como duda de conseguir estos votos, abre la puerta a elecciones, sin concretar fecha porque todo depende de las circunstancias; está a la espera de acontecimientos, si más argumento para presionar a sus socios que el clásico o yo o el caos, que traducido al catalán se lee o PSOE o el 155 del three party, acuñado por Zapatero para referirse a la alianza PP-Ciudadanos-Vox.

La incertidumbre del presidente del Gobierno está plenamente fundada. De las declaraciones públicas de sus socios independentistas es imposible saber lo que van a hacer. Está claro que no se dejan impresionar por el contenido social del presupuesto, aunque en algún instante se les pueda notar cierto interés; la decisión dependerá, según repiten y repiten, del calado del gesto político que exigen a Sánchez. Los portavoces de ERC, PDeCat, Generalitat dicen en la misma frase que de ninguna manera van aprobar los presupuestos, y antes del punto y aparte añaden, a día de hoy.  En las últimas horas, han dejado de concretar el gesto imprescindible para evitar la caída del gobierno, de todas maneras, debe ser un gesto significativo, se entiende de las palabras de Oriol Junqueras.

Temor a decepcionar

La confusión creada en torno al tema no solo responde al temor de los dirigentes independentistas a decepcionar a sus bases por sostener a Sánchez sin haber logrado un acuerdo sobre la autodeterminación, un objetivo imposible desde el primer minuto, pero proclamado insistentemente por dichos dirigentes. La falta de una posición clara deriva también de la inexistencia de un líder reconocido entre ellos y de la subsiguiente creación de múltiples grupos y subgrupos que emiten mensajes sutilmente divergentes y forzosamente inconcretos.

La división en el PDeCAT y en su grupo parlamentario es pública; también lo son las diferencias del vicepresidente Pere Aragonés con Quim Torra sobre ultimátums al Gobierno Sánchez; Elsa Artadi más bien parece partidaria de abrir las puertas al debate parlamentario para ganar tiempo, aun sin precisar exactamente para qué. La última voz en sumarse a la polémica ha sido la de Dolors Bassa, ex consellera en prisión preventiva, que ha pedido que no se deje caer al Gobierno Sánchez, aunque le ha pedido el gesto de rigor, sin concretar cual.

El intríngulis acabará en Waterloo, en una próxima reunión entre todos para ponerse de acuerdo en la posición final. Mientras, todos están pendientes de los socialistas, que no ofrecen como compensación más que un apoyo a los presupuestos de la Generalitat, siempre que no resulten ser otra cosa que una financiación de la unilateralidad, además de actuar como muro de contención de los partidarios del 155 perpetuo.

Tanta improvisación de la política, tanto navegar siguiendo la costa de las circunstancias, acaba contagiando a cualquiera. Por ejemplo, al abogado defensor de uno de los procesados por el 1-O, en la causa abierta en el Juzgado de Instrucción número 13 de Barcelona, quien ha solicitado la nulidad de la instrucción por una supuesta designación a dedo del juez, por considerar que se hizo recaer la causa en un juzgado predispuesto contra los procesados, a pesar de ser el que entraba de guardia en el aquel momento.

El mismo presidente del Parlament consideró que estamos ante “uno de los mayores escándalos judiciales de Europa”. Sin embargo, la juez decana de Barcelona, Mercè Caso, ha expresado que el recurso presenta “un error importantísimo” de planteamiento. Según su explicación, desde el año 2014, el proceso de adjudicación de las causas se hace de forma totalmente aleatoria, habiendo quedado eliminada la prevención de no conceder al juzgado que salía de la guardia o al que entraba de guardia una querella presentada en este intervalo de tiempo. El abogado ha justificado su error a la dificultad de localizar la información sobre este cambio introducido hace cuatro años.