Ciudadanos logró aumentar su poder municipal y autonómico en las elecciones del pasado domingo 26 de mayo. Si bien el ansiado sorpasso al Partido Popular no se produjo, erigiendo como líderes de la oposición a los azules, Rivera y su equipo están inmersos en duras negociaciones de puertas para adentro para afrontar la política de pactos.

A pesar de que el PSOE ha logrado imponerse a sus rivales en los comicios de gran parte del mapa, incluyendo reductos populares como Murcia, Madrid o Castilla y León, el hundimiento de Podemos dificulta sobremanera llegar a acuerdos y conseguir gobernar estas autonomías. Ferraz espera que el cordón sanitario impuesto por Ciudadanos se difumine con el paso del tiempo, haciendo que los naranjas vuelvan a la senda del diálogo y decidan dejar fuera del poder a Vox.

Rivera ha reunido a su ejecutiva en un comité nacional de negociación para la formación de gobiernos autonómicos y locales que se extenderá a lo largo de los próximos días. José Manuel Villegas, secretario de Organización del partido, atendió a la prensa el pasado martes tras el primero de estos encuentros: “Es muy difícil alcanzar pactos con el PSOE de Pedro Sánchez”.

Pero la puerta no parece del todo cerrada. En esta “nueva era” hay que dejar atrás el fervor de la campaña electoral, decidir con cautela el modus operandi que se pretende adoptar y ser conscientes de que las futuras decisiones pueden marcar el futuro del partido. La pregunta cae por su propio peso: ¿Incluir a la extrema derecha o dejar gobernar al PSOE?

Mientras los líderes de Vox, encabezados por Santiago Abascal y Rocío Monasterio, afirman que no regalarán sus votos, haciendo pública su intención de participar de los nuevos equipos de gobierno, líderes críticos de Ciudadanos (como Manuel Valls) avisan de los peligros que puede tener atender las demandas de la extrema derecha.

Internamente, existen opiniones para todos los gustos. Albert Rivera ha repetido hasta la saciedad que los socialistas no entraban en sus planes, que repartir gobiernos a diestro y siniestro en función de sus intereses (como hiciera hace cuatro años) ya no era una opción, que el PP era el socio preferente y que Sánchez era poco menos que un peligro público.

Los socialistas, mucho más calmados y sabedores de la importancia de poder gobernar regiones que se han convertido en auténticos feudos del PP como Castilla y León, Madrid o Murcia, además de revalidar autonomías como Aragón, empiezan a descolgar el teléfono para enderezar una relación marcada por los insultos naranjas y un grito unánime que aún resuena en Ferraz: “Con Rivera, no”.

Hasta 13 capitales provinciales, cuatro autonomías y un sinfín de ciudades importantes dependen de las reuniones bilaterales entre sendas formaciones. PP y Vox también siguen a la espera. Llega el momento de detenerse, analizar consecuencias y decidir: apostar por el cambio y redefinir los términos de un nuevo pacto liberal-socialista o mantener el discurso vociferado en cada mitin y revitalizar la fórmula andaluza (con más poder para Vox).