La multitudinaria concentración de homenaje a los tres eurodiputados de JxCat, celebrada en Perpiñán, se convirtió en un mitin contra el diálogo, tal como temía ERC, y sirvió para que los miles de seguidores del “legítimo presidente de la Generalitat”, como denominan a Carles Puigdemont sus fieles, exhibieran su capacidad de movilización. La campaña electoral de unas elecciones no convocadas comenzó en la Catalunya Nord, aunque nadie se refirió explícitamente a ellas.

La movilización masiva se ha convertido en un fin en sí misma para un determinado independentismo representado por la ANC y encandilado por Puigdemont. El mensaje es sencillo, estamos ahí, en pie, caminando, aunque no haya un objetivo político a corto plazo, salvo ganar las elecciones. Para estos practicantes es suficiente con moverse, con oír a Puigdemont decirles que está allí, están allí todos, para renovar su “compromiso de lucha insobornable”. El viaje está justificado y para los que no pudieron desplazarse, la radio y la televisión de la Generalitat desplegaron casi tres horas de servicio público en directo para que no se perdieran detalle del día (histórico, por supuesto) que los líderes que evitaron el juicio volvieron “a pisar Cataluña”.

Los discursos del reencuentro fueron escuetos, se trataba de celebrar una victoria provisional sin entrar en detalles sobre la previsible transitoriedad de la misma, dado que la inmunidad como eurodiputados de Puigdemont, Antoni Comín y Clara Ponsatí, está pendiente de la comisión que estudia su suspensión. El acto podría convertirse en unos meses en el recuerdo del canto del cisne, sin embargo, dicha posibilidad no desanimó a nadie de los presentes.  El éxito era la imagen de la esplanada repleta y los cientos de autobuses atrancados en la autopista por un ataque de celo de la policía española que impidió a miles de movilizados llegar hasta el lugar del mitin.

La concentración tenía otro propósito colateral: hacerle ver a ERC que su independentismo pragmático ilusiona muy poco a los independentistas movilizados. “No nos dejemos engañar por las fotografías del diálogo”, advirtió Ponsatí.  “Urnas y sacrificio son la base de la confrontación”, recordó Comín. Y Puigdemont remató: “Preparémonos para la lucha definitiva, declaremos el estado de movilización permanente porque es lo único que entiende el Estado español”.

ERC ya se temía algo así de la convocatoria de Perpiñán y por eso mandó una delegación de segunda división para presenciar la fiesta en directo. Oriol Junqueras envió un video para recordarles que él y su partido provienen del 15% de independentistas que aguantaron la larga noche soberanista, cuando se les tildaba de ilusos, y dejó caer un sola frase sobre el diálogo abierto con el gobierno de Pedro Sánchez, subrayando que dicha negociación es para “doblegar al estado”. Ningún otro preso o presa de ERC mandó su mensaje, todos quedaron representados por Junqueras.  Los de JxCat tuvieron sus videos sin excepción, también Jordi Cuixart y Marta Rovira, la secretaria general de ERC que vive en Suiza y que olvidó glosar la línea oficial de su partido, favorable al diálogo.

La unidad del movimiento independentista saltó por los aires hace tiempo. El homenaje legitimista de Perpiñán no buscaba rehacerla. Las palabras más condescendientes que se dijeron sobre la existencia de dos estrategias claramente enfrentadas a la espera del veredicto de las urnas, las pronunció Puigdemont: “nos convienen todos los caminos que nos lleven a la república”. El desinterés de los presentes por cualquier otra opción que no sea la épica del “no nos pararemos ni no nos pararán” quedó perfectamente demostrado con el silencio con el que fue recibida la referencia del presidente del Consell per la República a la existencia de otros caminos.

El orador tampoco insistió en la estrategia de los otros. Su discurso de poco más de 15 minutos estaba pensado para insuflar ánimo a los suyos, animándoles a participar en los consejos locales para la república y así construir una red ciudadana para controlar el territorio de la Cataluña del Sud. Puigdemont acabó recitando el Jurament de l’exiliat, de Rovira i Virgili. Esta es la última frase del juramento: “De la máxima adversidad, saldrá el definitivo enderezamiento de nuestra historia, si los catalanes sabemos aprovechar las durísimas lecciones que hemos recibido”. En Perpiñán no se tomó conciencia de ninguna lección y menos de los episodios vividos y padecidos desde 2017.