Desgraciadamente para este los datos del paro registrado se han proporcionado a los pocos días de hacerse pública la Encuesta de Población Activa (EPA) que señalaba un aumento del paro en 213.000 personas en el primer trimestre.

Las cifras del paro registrado tienen sus limitaciones pero no hay que echarlas en saco roto pues proporcionan datos mensuales que, debidamente desestacionalizados, indican aspectos interesantes de la situación aunque esta queda reflejada mejor por la EPA.

Argumentar que el descenso de 64.000 parados en abril según las oficinas de empleo del Ministerio de Trabajo e Inmigración se debe a que pasaba por allí la Semana Santa es un tanto capcioso. Es innegable que la Semana Santa no se la inventado José Luis Rodríguez Zapatero.

Ciertamente este alivio de luto en el triste panorama del desempleo hay que adjudicárselo en casi sus tres cuartas partes a las vacaciones con que celebramos la sacra conmemoración pero el turismo de Semana Santa podía haber sido bueno, malo o regular.

Hay que celebrar que haya sido óptimo y que los llenos observados en hospederías de sol, montaña y cultura hayan dado trabajo, aunque sea por tiempo limitado, a personas que no lo tenían.

Naturalmente el Gobierno tampoco debiera torturar este dato referente a una semana como si mostrara un cambio de tendencia.

Es cierto que las previsiones turísticas para todo el año que hacen los propios empresarios del sector, poco propicios al triunfalismo,  son muy buenas – auguran un crecimiento de ingresos del 2.4 por ciento  - pero con ser importante el turismo para la economía nacional no es suficiente para compensar la debilidad de otros sectores.

Mientras sigamos creciendo al 0.1 o 0.2 por ciento no descenderá sensiblemente el paro. La historia económica española demuestra que por debajo del 2 por ciento de incremento del Producto Interior Bruto no se crea empleo.

Es evidente que el crecimiento de nuestra economía está lastrado por el estancamiento de la demanda global debido a la desconfianza de las familias que no ha sido compensado por la obra pública que ha descendido en los últimos doce meses en un 30 por ciento.

Esperemos que las licitaciones del AVE a Galicia palien  en alguna medida el tijeretazo asestado por el Ministerio de Fomento en su programa de infraestructuras.

José García Abad es periodista y analista político