Cada repetición electoral conlleva una transición forzada por los resultados cosechados en las urnas. Ciudadanos es experto en fluctuaciones, siempre al alza, desde que consiguió irrumpir en el escenario de partidos junto a Unidas Podemos rompiendo por completo el equilibrio de un país polarizado entre rojos y azules.

No tardaron en dotarse de equipos, nuevos rostros con los que abanderar el mensaje del centrismo político y anestesiar en el recuerdo sus antiguos pactos con partidos de ultraderecha como Libertas. Apoyaron gobiernos a cambio de medidas programáticas, sus reuniones con líderes políticos de uno u otro signo eran continuas e incluso había buen feeling personal entre Albert Rivera y el resto de los candidatos.

Todo hasta que la ambición desmedida acabó provocando que la planta noble de los naranjas mirase a la derecha y modulara su discurso para beber de antiguos votantes del PP y personas afines a Vox. La extrema derecha en España entró en la Cámara Baja con 24 diputados. Pero, mucho más peligroso que el peso aritmético de Abascal y su pléyade particular, la extrema derecha escribió el nuevo rumbo de populares y naranjas.

El talante democrático degeneró en una escalada de insultos continuos y exabruptos forzados con los que vencer una batalla farragosa creada por la asesoría y comunicación de Vox: la “veleta naranja” y la “derechita cobarde” no aceptaron que se les escapasen votantes por la derecha, y en esa búsqueda perdieron el norte (y el centro).

Mientras los gurús escogidos a dedo por Rivera incendiaban aún más el campo de las ideas, otro sector desencantado pedía pisar el freno antes de que fuese demasiado tarde. El líder de Ciudadanos decidió esprintar, haciendo caso omiso a las advertencias de sus socios de planta. El partido del debate interno se convirtió en el de la doctrina del oficialismo.

Ahora, con la demoscopia bofeteando sistemáticamente la estrategia naranja -algunas encuestas les colocan por debajo de ERC-, el motín empieza a gestarse a escasos pasos de la zona 0 de la sede del partido. Personas cercanas al candidato lo reconocen a ElPlural.com: las elecciones generales se juegan el 10 de noviembre, las de Ciudadanos empezarán a preparase el día siguiente.

Eso sí, las salidas de tono y la radicalidad discursiva deben quedar fuera. Con o sin Rivera, la formación debe respetar los tiempos, las formas y las decisiones. Alto el fuego en Alcalá 253 que ha provocado que los principales representantes del partido, incluso aquellos que suenan como quinielables para sustituir al presidente caído, cierren filas en torno al proyecto: buenas palabras y contención. De momento.

Albert Riveras e Inés Arrimadas durante un acto el día de la Diada

Arrimadas: “Hay Albert para rato”

Preguntada sobre la supervivencia de Ciudadanos sin Albert Rivera, Inés Arrimadas (número uno en la cadena de sucesión y defensora de las esencias del riverismo) salió al corte endulzando la figura de su criticado líder: “El liderazgo de Albert Rivera es muy claro. A mí me parece una persona valiente y espectacular. Es un líder no solo porque le sigamos sino porque nos anima a seguir en los momentos difíciles. Tiene un sentido de Estado increíble y creo que hay Albert Rivera para rato. Le han intentado matar políticamente muchas veces, y muchos de los que lo intentaron no están ya en política”, sentenció en una entrevista concedida a El Confidencial.

Luis Garicano, coordinador económico de Ciudadanos.

Garicano y la oposición sensata

Líder de la oposición dentro del partido, el eurodiputado decidió quedarse en el barco pese a la salida de amigos y personas de confianza. Lo hizo con el fin de seguir luchando por sus ideas desde dentro, desde la sala de máquinas.

Su disidencia fue criticada en algunas ocasiones. El momento más tenso se vivió con la salida de Toni Roldán: mientras todo el sector cercano a Rivera salía en tromba a criticar a su excompañero, Garicano le daba las gracias y prometía seguir dando voz a su forma de entender el partido.

Al igual que Arrimadas, el eurodiputado prefiere no alimentar rumores y piropear, al menos públicamente, a su líder. Mientras todos esperan que en 10 días la situación sea muy distinta, el momento exige que sendos dirigentes, antagónicos en sus visiones en los últimos tiempos, sumen fuerzas.

“Gracias por la confianza, Albert”.

Tuit de Luis Garicano