Desde George Washington (1789) Estados Unidos ha sumado cuarenta y seis presidentes, contando al recién elegido Joe Biden. Todos ellos han sido convenientemente catalogados por sus acciones al frente del Gobierno, por académicos e historiadores de prestigio.   

El primero de una la lista de los diez mejores, es el propio Washington, que estableció la transición del país hacia el pacifismo. Le sigue en 1796 John Adam, quien 20 años antes, había puesto las bases para que el Congreso aprobara la resolución de la Declaración de Independencia de Estados Unidos.

El cuarto puesto es para Thomas Jefferson, tercer presidente norteamericano, favorecedor de la clase obrera y autor de la separación Iglesia Estado.

Abraham Lincoln, decimosexto presidente en 1861, fue un republicano bien diferente al que hasta ahora ha sido  inquilino de la Casa Blanca. Fue el gran protagonista para la historia por la abolición de la esclavitud. Con el mandato de Theodore Roosevelt, vigésimo presidente en 1901, se considera que comenzó el papel de Estados Unidos como potencia mundial.  

Franklin D. Roosevelt accedió a la presidencia en 1932 y la mantuvo durante cuatro elecciones. Forzó la llamada coalición del New Deal para desarrollar una política de lucha contra los efectos de la Gran Depresión  que golpeaba a los más desfavorecido y reclamaba la igualdad de los individuos, independientemente de su clase social.

La igualdad y la protección de todos los estadounidenses, incluidos los inmigrantes, fue un concepto característico de John F. Kennedy, treinta y cinco presidente de Estados Unidos desde 1961 hasta 1963 que murió asesinado. Por último, en este listado de excelencia figura Barack Obama, y sus medidas como la Obamacare, que permitió la cobertura sanitaria a millones de personas, la aproximación a Cuba o el matrimonio homosexual.

Donald Trump podía haber elegido el ejemplo de cualquiera de los mejores presidentes pero, muy al contrario, ha seguido la estela de los más perversos que aun llenan de vergüenza a los buenos norteamericanos. Aunque en relación a enfrentamientos por los resultados electorales, las elecciones de 1876 también estuvieron plagadas de conflictos. Entonces aún se negaba el derecho a la representación política de los negros. 

Sin embargo, ninguno de los peores predecesores de Donald Trump se atrevió a tanto. Fruto de la derecha excesiva del Tea Party, con la bandera del America First, encerrando a Estados Unidos en una burbuja, la política racista, xenófoba y pro fascista de Trump llegó a su culminación el día de Reyes de este año en esa toma desquiciada del Capitolio, a manos de las hordas que él mismo había propiciado. Trump es una mancha indecente en una historia intensa de presidentes norteamericanos que lucharon por la libertad y la democracia.