Tras la multitudinaria manifestación del pasado fin de semana en el corazón de Budapest por la defensa de los derechos y libertades del colectivo LGTBI en la semana del Orgullo, teniendo en cuenta el veto y amenazas intrínsecas de la Ley de Propaganda antiLGTBIQ+ del Gobierno de Víktor Orbán, cierto es que la letra pequeña de la normativa no sólo ponía el foco en el derecho a manifestarse, sino también en el cultural. La censura a libros infantiles y juveniles de contenido LGTBI está de igual manera a la orden del día en Hungría.
Una de las consecuencias de la aplicación de la normativa estatal de Hungría, impulsada por el partido Fidesz, se está viendo en los últimos años en la representación LGTBI en actividades indicadas para menores de 18 años, siendo el ejemplo más acuciante el de las librerías.
Pero, ¿cómo opera en el día a día? Lo cierto es que el decreto del Gobierno de Orbán obliga a estos centros culturales a separar los libros infantiles que “representen o propaguen divergencias con respecto a la identidad propia como el cambio de sexo o la homosexualidad” del resto y de la sección indicada para infantil y juvenil.
Así se han visto afectados tanto títulos dirigidos al público más pequeño, como pueden ser los cuentos, como al de adolescentes. La indicación que sustenta esta ley se centra en “la protección de la infancia” y la lucha contra la pedofilia.
Medidas adicionales que se han tomado, bien por parte de algunas librerías como de las propias editoriales en el envío de los ejemplares, es plastificar los libros o colocar una insignia que indique “+18” o “solo para adultos” a modo de advertencia. Por descontado, el intento de censura o, al menos, relegar a un segundo y tercer plano estas obras literarias, conlleva a su vez que no se expongan como títulos destacados ante el público o venderse cerca de una iglesia o una escuela.
Pero lo cierto es que estas medidas contra la libertad cultural y literaria no son nuevas. El decreto LGTBIfóbico de Orbán fue aprobado en 2021 y vino acompañado de otra ley contra la publicidad de estos contenidos, pero en lo que viene afectando específicamente a la cultura literaria, ya se señaló entonces, y se mantiene actualmente, que los libros infantiles que “describan una desviación respeto de la identidad de género concebida en el nacimiento o un cambio de género o popularicen la homosexualidad” no podrán exhibirse en primera línea ante el público.
Budapest desafió a Orbán y llenó las calles de Orgullo
Bajo esta realidad, la imagen de este fin de semana que dio la vuelta al mundo a nivel mediático, político y de redes sociales fue el lleno completo de las principales arterias urbanas de Budapest que, contra el dictamen del Gobierno de Orbán, se inundaron con los colores de la bandera arcoíris que ondeaban miles de personas desde todos los rincones de Europa.
Pese a las advertencias de Orbán de imponer multas de hasta 200.000 florines (unos 500 euros), la marcha salió adelante gracias al apoyo e iniciativa del alcalde de Budapest, Gergely Karácsony. Acompañando a los manifestantes, se personaron en la manifestación también políticos europeos de corte socialdemócrata y liberales, acudiendo por la parte española, desde Sumar, Yolanda Díaz y Ernest Urtasun, y desde Podemos, la eurodiputada Irene Montero.
Y es que la marcha del pasado sábado, además de convocarse en defensa del Orgullo LGTBI, también vino a cuento por la reciente enmienda impulsada por el Gobierno ultraderechista de Orbán que incluye en la Constitución húngara sobre el binarismo de género y la protección de los menores, la cual viene a recortar los derechos del colectivo al inscribir solamente dos sexos biológicos.