El pasado mes de agosto, Maxim Kuzmínoc, piloto ruso de 28 años, desertó para unirse al ejército ucraniano y rechazó así ir a la guerra en las filas del país liderado por Vladimir Putin. Seis meses después de que entregara su helicóptero Mi-8 a la región de Járkov a cambio de medio millón de dólares, ha sido hallado muerto en la ciudad alicantina de la Villajoyosa.

Según han informado desde el periódico ucraniano ‘Kyiv Post’ así como fuentes de la Guardia Civil, el piloto, cuyo cadáver se encontró en el garaje de La Cala, una urbanización de la citada localidad, presentaba seis disparos por lo que fue asesinado a tiros y, según señalan diferentes testigos, el vehículo en el que escaparon los asesinos, dos pistoleros que trabajan para Moscú, pasó por encima de su cuerpo.

Tras hacerse pública la noticia, desde el Servicio de Espionaje de Rusia no solo no han lamentado la muerte del joven piloto, sino que lo han acusado de “traidor”. Serguéi Narishkin, jefe del Servicio, ha señalado que “este traidor y criminal se convirtió en cadáver mortal en el momento que planeó su sucio y terrible crimen”.

Principales líneas de la investigación

La Guardia Civil mantiene abierta la investigación en la que tratan de esclarecer si detrás de este crimen hay un ajuste de cuentas por la manera en la que acabaron con su vida. Pero no ha sido solo esto lo que se ha puesto en el centro de la investigación. El piloto refugiado en Alicante mantenía todavía la identidad falsa que le había ofrecido el Servicio de Inteligencia Militar de Ucrania, además de los 500.000 dólares, con la que se hacía pasar por un ciudadano ucraniano de 33 años.

Otro de los asuntos sujetos a investigación es el paradero de la familia del piloto, quien también podría encontrarse en España. Los vecinos han manifestado sentir miedo “por si el asesino está suelto” y han señalado que les pidieron las cámaras del edificio. 

“No quiero ser cómplice de los crímenes rusos”

Con esta declaración, Kuzmínoc justificaba en agosto su retirada del ejército ruso y su negativa a seguir siendo cómplice de los crímenes de guerra llevados a cabo por Putin. En un documental emitido, el joven señalaba: “Lamento lo que está ocurriendo, los asesinatos, las lágrimas, la sangre…” y añadió que en Ucrania no había “ni fascistas ni nazis”. La entrega de su helicóptero con el que había servido a los rusos en Maríupol y Berdiansk, se encontraba dentro de la operación secreta “Synytsia” (Titmouse), con la que la Inteligencia ucraniana buscaba atraer al piloto ruso para hacerse no solo con el Mi-8 sino también con información valiosa y equipo técnico destinado a aviones de combate.

Desde el momento en el que se conoció el abandono del ejército ruso por parte de Kuzmínoc, el Servicio de Inteligencia de Rusia ya trazaba el destino final del desertor. Así, fuentes de este servicio aseguraron que “todos los pilotos que luchan en la zona de conflicto sueñan con vengar a sus camaradas caídos. Las fuerzas especiales rusas ya habían recibido órdenes y el piloto no vivirá para ver el juicio”. 

Tres días después de que se produjera el asesinato del desertor ruso, se hacía pública la noticia del fallecimiento del opositor ruso Alexéi Navalni en prisión. Cumplía una pena de 30 años en la prisión de Jarp, una zona remota de Rusia, y su muerte también puso en el punto de mira al líder ruso. De hecho, horas después de conocerse su muerte, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, señaló en rueda de prensa: “No se equivoquen, Putin es responsable de la muerte de Navalni”. Con estas palabras, coincidía también la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris, calificando de “terrible” su muerte y añadió “al margen de la historia que cuenten, hay que ser claros: Rusia es responsable”. De igual manera, el secretario de Estado, Antony Blinken, acusó también a Rusia: "Desde hace más de una década, el Gobierno ruso, Putin, juzgaron, envenenaron y encarcelaron a Navalni y ahora anuncian su muerte"