Fue el bochornoso comportamiento de la reportera Petra László al patear a varios inmigrantes que huían de la policía lo que puso el foco del continente en Hungría, ese pequeño país del este de Europa donde estaban llegando miles de refugiados y donde su gobierno no hacía otra cosa que colocar vallas en sus fronteras.

Pero ahora un exhaustivo informe de Amnistía Internacional nos revela con datos y duros testimonios cómo está actuando el Gobierno húngaro ante la avalancha de refugiados que huyen de la guerra en países como Siria o Irak.

Rechazo a ayudar
En el informe, titulado Fenced Out, la ONG revela que se han gastado más de 100 millones de euros en vallas de concertinas y controles fronterizos, el triple de lo que gasta anualmente en recibir a solicitantes de asilo en Hungría. Amnistía Internacional denuncia que, con estas medidas, la estrategia del conservador gobierno húngaro es aislarse de la crisis global y europea de refugiados a los cuales criminaliza y devuelve sin miramientos a los países balcánicos de tránsito mostrando ningún respeto a los derechos humanos.

“Hungría está a tan sólo unos cuantos rollos de concertina de sellar por completo sus fronteras con Croacia y Serbia. Incluso quienes consiguen colarse por los pequeños huecos aún abiertos, serán devueltos, casi con toda seguridad, a los países balcánicos de tránsito”, ha declarado John Dalhuisen, director del Programa para Europa y Asia Central de la ONG.

Pero el absoluto rechazo del Gobierno húngaro a ayudar a los refugiados también se ve en las últimas legislaciones aprobadas que incluye flanquear las fronteras con soldados y policías autorizados para utilizar balas de goma, granadas de gas lacrimógeno y artefactos pirotécnicos. Concretamente, a lo largo de la frontera con Croacia se han situado vehículos blindados equipados con ametralladoras, y soldados equipados con armas de fuego del tipo de las utilizadas por las fuerzas especiales.


Duros testimonios
El informe de la ONG también se basa en duros testimonios de refugiados que han pasado por Hungría en los últimos meses. “Nos tratan como a animales, peor que a animales”, aseguraba Dina, refugiada siria de 46 años que fue puesta bajo custodia policial y estuvo 16 horas sin comida ni agua. “Esto nos impide quedarnos aquí. Sentimos que no somos bienvenidos”. Lo cierto es que, como también recoge el informe, en Hungría hay una total inexistencia de centros de recepción adecuados y ausencia de suministros esenciales tales como alimentos y tiendas de campaña.

La UE mira para otro lado
Pero lo que más le preocupa a Amnistía Internacional es que Hungría no es un país lejano sino un miembro de la Unión Europea y las instituciones comunitarias no están haciendo nada para oglibar al Gobierno de húngaro a respetar los tratados en materia de derechos humanos y proteger a los refugiados con rutas legales y seguras ante la llegada del invierno.


 

Amnistía Internacional no duda en pedir a los Estados miembros e instituciones de la UE que impidan una escalada aún mayor de las violaciones de derechos humanos en Hungría activando el mecanismo de prevención previsto en el artículo 7.1 del Tratado de la Unión Europea por el cual el Consejo Europeo puede advertir a un Estado miembro cuando exista “un riesgo claro de violación grave” del respeto por el Estado de derecho y los derechos humanos.

“La UE tiene poder para iniciar conversaciones formales con Hungría sobre el atroz trato que el Estado está dando a las personas refugiadas y migrantes, y debe transmitir a los Estados que incumplen el derecho internacional y de la UE un mensaje que indique claramente que 'ya basta'. Todo ello debe hacerlo antes de que sea demasiado tarde”, ha insistido Iverna McGowan, directora en funciones de la Oficina de Amnistía Internacional ante las Instituciones Europeas.