El próximo día 3 de diciembre tendrá lugar la sesión constitutiva de las Cortes Generales y una cuestión planea sobre el Congreso de los Diputados: ¿Conseguirá Vox representación en la Mesa del Congreso? El Objetivo de PSOE y Unidas Podemos es cercenar a los de Santiago Abascal esta posibilidad, puesto que se trata del órgano que organiza la actividad parlamentaria. Y hace falta un plan alternativo que no pase por el Partido Popular, que ya ha anunciado por boca de su presidente, Pablo Casado, que no piensan unirse a un cordón sanitario a la extrema derecha de la que dependen varios de sus gobierno autonómicos.

Posible es, pero tiene un coste. La aritmética parlamentaria es clara: si socialistas y morados renuncian a la primera Vicepresidencia, Vox quedaría fuera siempre y cuando se utilicen de manera eficientes cada uno de los escaños.

La primera votación es para elegir al presidente o presidenta del Congreso. En este punto no existe gran complejidad puesto que si en primera votación no hay mayoría absoluta (176 votos), se designa al candidato o candidata más votado en una segunda votación.

Las cuatro vicepresidencias y las cuatro secretarías se votan en dos fases y se eligen cuatro puestos en cada una de ellas. Los ocupantes serán los cuatro más votados. En consecuencia, y dando por sentado que la posición de Vox será unánime hacia su candidato, cada puesto tiene un coste de 53 votos.

El Partido Popular cuenta con una bancada de 91 diputados entre el PP y UPN. Si PSOE y Unidas Podemos gastan 92 escaños para ocupar la Vicepresidencia primera, Vox entraría en la mesa porque quedarían los terceros en votos. Ahora bien, si PSOE y Podemos renuncian a este puesto y distribuyen sus votos en grupos de 53, con 159 escaños es suficiente para dejar a Abascal fuera del reparto de los cuatro puestos. En otras palabras, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias solo necesitarían negociar cuatro votos del conglomerado de partidos autonómicos (PNV, ERC…).