Varias corbatas se aflojaban en Génova 13 este jueves y no era por el calor propio de Madrid a mediados de agosto. Algunos dirigentes populares se reunieron en su sede tras haber presenciado esa mañana en la sesión constitutiva de las Cortes del Congreso como su partido sufría un grave revés en pleno directo. Mientras que su rival, el PSOE, conseguía la mayoría absoluta para nombrar a Francina Armengol presidenta del Congreso de los Diputados, con 178 votos, los de la bancada azul escuchaban como Vox, sus aliados en cuatro comunidades autónomas, decidían dar sus 33 votos a su propio candidato, Ignacio Gil Lázaro. La constitución de la Mesa del Congreso para la XV Legislatura ha cristalizado la soledad del PP, que solo consiguió sumar 139 votos, los de sus propios diputados, uno de Coalición Canaria y otro de Unión del Pueblo Navarro.

Las caras de Cuca Gamarra, la candidata popular a la presidencia de la Mesa, y de Alberto Núñez Feijóo, presidente del partido, lo decían todo: el PP no ha conseguido frenar la caída libre que sufre desde el 23 de julio. Los populares no salen de su asombro desde el último resultado electoral, que a pesar de darles la victoria en número de votos no les es suficiente para sumar con otras fuerzas y gobernar, algo que -en principio- sí ocurre en el bloque progresista.

El “baño de realidad” de este jueves, como lo definen ya algunas voces de Génova, no solo servía para abrir los ojos a los que creyeran que el PP podría amarrar apoyos suficientes y fructíferos, sino que, además, ponía de manifiesto la falta de liderazgo de Feijóo, que se enteró al mismo tiempo que el resto de la Cámara Baja de que a los de Santiago Abascal se les había acabado la generosidad. Un duro golpe que se suma a los incómodos cánticos de “Ayuso, Ayuso” coreados en Génova la noche electoral y que termina de desvanecer el concepto que en abril del año pasado comenzó a ensalzarse como “efecto Feijóo”.

Llamado a conquistar el centro derecha que dejaba libre la evaporación de Ciudadanos, el gallego se presentaba como uno de los mayores activos políticos del PP para liderar el cambio tras una crisis interna saldada con la desaparición de Pablo Casado. Sin embargo, el expresidente de la Xunta no ha sabido capitalizar ese voto de centro al ir rubricando acuerdos con Vox en Castilla y León, Comunidad Valenciana, Extremadura – donde se obligó a María Guardiola a aceptar a los ultras en sus filas – y, por último, Aragón. Tampoco ha cumplido con los pactos de Estado que prometió al tomar el timón popular, y ha mantenido una postura más bien bronca respecto al Gobierno central, lo cual en su momento le reprochó a Casado. Finalmente, el líder popular no ha retenido el apoyo de los de Abascal en un momento clave, ya que estos dicen no estar dispuestos a asegurar incondicionalmente sus votos “a cambio de nada”. Así las cosas, la imagen del jueves fue la de un Feijóo aislado y tocado.

Las mentiras que vertió en el debate contra Pedro Sánchez y que se le volvieron en contra en una entrevista en la televisión pública, el ruido en torno a su relación con el narcotraficante Marcial Dorado, el resultado de las elecciones que no cumplió las expectativas anunciadas y su recién conocido tercer sueldo, no mencionado durante la campaña, son algunas de las grietas que han ido rompiendo la figura que el gallego se construyó en su tierra natal. Sin embargo, los populares insisten en que su presidente mantiene su plan de presentarse a la investidura, ya que, tras su portazo inicial, en Vox sí se han abierto a apoyar una posible investidura de Feijóo, “a pesar de su desprecio”. Pero en la derecha siguen sin dar los números. Una huida hacia delante que puede terminar en una nueva clarificación de que el PP no cuenta con los apoyos suficientes para gobernar. 

No obstante, si algo nos ha enseñado la política española es que no se puede dar a nadie por muerto, por lo que no se puede diagnosticar una defunción política de Feijóo. Eso sí, también se ha demostrado que no todos los políticos cuentan con el mismo manejo de cartas que el actual presidente del gobierno, Pedro Sánchez.

Es más, como si de un equilibro directamente proporcional se tratase, cada vez que Feijóo cae, la reputación de Sánchez se eleva. Tras la jornada del jueves el líder popular salía abatido del Congreso mientras en los asientos progresistas no se podían evitar las sonrisas y los abrazos. Sánchez, menos eufórico que algunos de sus compañeros, abandonó el hemiciclo con la templanza del que sabe que la batalla más importante está aún por venir.

Este viernes el Financial Times abría su portada con la fotografía con los aplausos de los socialistas y de Yolanda Díaz con el titular “España en punto muerto: señal positiva para Sánchez”. A nadie se le escapa, ni siquiera fuera de nuestras fronteras, que el líder socialista es el más aventajado en la carrera por la Moncloa. La capacidad de Sánchez para lograr acuerdos políticos es una habilidad que se le da ya por sentada al actual presidente y que en ocasiones ha llegado a mitificar el perfil del líder del Ejecutivo, tanto en España como en el extranjero. "Es posiblemente el político de centro-izquierda más exitoso de Europa en la última década" se podía leer en The Guardian tras las últimas elecciones generales.

Será el rey Felipe VI quien recibirá el lunes y el martes a los representantes de UPN, Coalición Canaria, PNV, Sumar, Vox, PSOE y PP, y será tras reunirse con el último cuando podrá proponer su candidato para la investidura a la presidenta de la Mesa. Se plantea, por tanto, un nuevo reto entre Sánchez y Feijóo, siendo el primero el que en principio cuenta con más ases para esta partida. Pero he aquí un breve recordatorio, con la baraja de la política española cada vez es más difícil hacer apuestas, menos aún si el comodín lo ostenta Junts per Catalunya, el partido de Carles Puigdemont.