Era el día esperado. Mariano Rajoy comparecía en la Comisión Kitchen para aportar cierta luz sobre esta trama parapolicial de espionaje y extorsión a Luis Bárcenas realizada con dinero público y orquestada por el Ministerio de Interior durante la época del expresidente popular al frente del Gobierno. Añadía picante a la cita la promesa realizada días antes por el propio Rajoy: contestaría a todas las preguntas y no se acogería a su derecho a no declarar, tal y como decidió la otrora todopoderosa secretaria general María Dolores de Cospedal, una de las principales salpicadas por servir de enlace, presuntamente, con el excomisario José Manuel Villarejo.

Cospedal decidió no emitir respuesta alguna, para desesperación de los presentes, y permaneció más de hora y media de brazos cruzados. Rajoy no necesitó mucho más aspaviento para salir de allí tal y como entró, con un “buenas tardes” y algún que otro chascarrillo con el que hacer más ameno el argumentario preestablecido: no conozco a Villarejo, nunca me he mensajeado ni reunido con él, Fernández Díaz era una maravillosa persona, no doy validez a lo que diga el señor Bárcenas, hay que respetar la presunción de inocencia, esta comisión de investigación es una pantomima y dejad de preguntarme sobre la baja B que no existe tal cosa, por mucho que Gabriel Rufián me lance a la cara la sentencia de la Audiencia Nacional que evidencia que estoy mintiendo.

La de este lunes fue una comparecencia positiva para el PP y negativa para los intereses del resto de grupos, desesperados por la falta de colaboración del expresidente. El análisis es variable y probablemente paralelo: Rajoy capeó el temporal con la maestría propia de un parlamentario de sobrado calibre, permitiéndose el lujo de dejar en el tintero alguna declaración socarrona y viral en la red, mientras que, al mismo tiempo, quedó maniatado como un expresidente entre el olvido, la desfachatez y la impunidad de quien salió por la puerta de atrás por una corrupción que se niega a reconocer del mismo modo en sede parlamentaria que en los decálogos de buena praxis que rellenan su colección de libros particular. “Podría escribir, ahora o dentro de cinco o quince años, una biografía de verdad. Podría titularse Yo, M. Rajoy”, le espetó Rufián.

El expresidente, al igual que la portavoz parlamentaria del PP, Cuca Gamarra, quien decidió no hacerle ninguna pregunta en la comisión de investigación y utilizar su tiempo para criticar a la izquierda por utilizar este mecanismo para generar ruido y desestabilizar a su partido, sentenció la cita argumentando que había visto en la actitud de sus interlocutores una constante búsqueda de titulares con la que afianzar lo que ya pensaban.

Y lo que pensaban lo hemos podido conocer este martes. La rueda de prensa de portavoces en el Congreso de los Diputados ha servido como termómetro para medir los ánimos de los grupos parlamentarios respecto a la ya finiquitada Comisión Kitchen. Al igual que con la comparecencia de Rajoy, no ha habido sorpresa.

“Hay lagunas por parte de unos responsables políticos que no vieron nada, al parecer. Es una demostración más de cómo funcionan en este Estado las cosas: la corrupción sigue campando a sus anchas y mientras no se reviertan este tipo de actitudes tendremos problemas de calidad democrática”, ha espetado Mertxe Aizpurua (EH-Bildu). Se ha extendido algo más su homóloga en la CUP, Mireia Vehí: “Han pasado dos cosas en la Kitchen: Rajoy como gran metáfora del ‘no me acuerdo de nada’ y cargos de Interior explicando cosas tan fuertes como persecuciones, agresiones, consumo de drogas, corrupción, etc… ante esto, lo sorprendente es que esto se diga en sede parlamentaria y no pase nada y que la Comisión Kitchen constate que la financiación ilegal de partidos políticos y la malversación de fondos públicos haya sido una práctica habitual desde la Transición hasta hoy, tanto por parte del PP como por parte del PSOE o Convergència i Unió”.

“Ninguna sorpresa”, añadía Néstor Rego (BNG), después de ironizar sobre lo sorprendente que es que “M.Rajoy” fuese presidente del Gobierno y “no se enterase de nada”. “Una de dos: o tiene mucha cara o era un perfecto inútil”, ha proseguido Joan Baldoví (Compromís), en la misma línea que su predecesor. Tampoco ha querido extenderse en demasía el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, protagonista este lunes de los momentos más tensos en su enfrentamiento con el expresidente del Gobierno: “Nuestras conclusiones son que el PP utilizó dinero público y fondos reservados en su domicilio”.

Apreciado el tono desmotivador de los portavoces, la pregunta que sobrevolaba la sala de prensa de la Cámara Baja no era otra que si había servido para algo la comisión de investigación. Ha sido Edmundo Bal quien ha defendido esta herramienta con más vehemencia, no sin antes reconocer que la comparecencia de Rajoy le “defraudó enormemente”. “Ayer venía con todo su marco preestablecido con una serie de argumentos infundados y peregrinos para quien es un jurista de reconocida competencia”, ha argumentado el portavoz de Ciudadanos.

“Nos hubiese gustado una mayor implicación del PP, siendo conscientes de que utilizaron a la Policía Nacional para destruir pruebas y llevar a cabo una dinámica como la ejercida en Kitchen. Quiero poner sobre la mesa la falta de compromiso y de colaboración del líder del PP con la Justicia para dilucidar el alcance de la trama, que no es ajena a otra trama instalada en toda la estructura de su partido”, ha sentenciado Héctor Gómez, portavoz del PSOE.