La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha tenido que lidiar con varios frentes abiertos durante esta semana, todos ellos ocupando amplias y numerosas páginas en la prensa nacional.
Estos siete días horribilis han destacado, en primer lugar, por la filtración de los mensajes de WhatsApp del nuevo gerente de Seguridad del Servicio Madrileño de Salud, Juan Vicente Bonilla, puesto para el que fue contratado en octubre y por el que cobra 84.268,32 euros al año, siendo una persona que contaba con información reservada del denominado 'caso Koldo', que fue situado por otros agentes al frente de la 'UCO patriótica' y que en los mensajes filtrados habla, entre otras cosas, de "plomo y bombas lapa" o de "matar políticamente" a dirigentes de izquierdas.
En segundo lugar, por las presuntas mentiras de su pareja, Alberto González Amador, en sede judicial, al asegurar que su abogado no le informó del pacto con la Fiscalía mientras que sus mensajes con Miguel Ángel Rodríguez, también trascendidos a la prensa, demostraban lo contrario. El Tribunal Supremo, a su vez, ha sentado jurisprudencia y ha dejado sin recorrido las demandas de este empresario a múltiples políticos y periodistas.
Y en tercer lugar, la presidenta madrileña también ha sido espectadora de lujo de la imputación de varios de sus altos cargos de Salud por los protocolos de triaje en las residencias de la Comunidad.
El 'capitán Bonilla' de Ayuso y el desconocimiento de su procedencia
El fichaje del exjefe de fuentes de la UCO, Juan Vicente Bonilla, ha despertado muchas suspicacias en la prensa nacional dada su procedencia, sus mensajes de texto filtrados y su acción desde la unidad de la Guardia Civil. Este periódico le preguntó a la presidenta de la Comuidad de Madrid si estaba al corriente de la figura de Bonilla. "Desconozco su procedencia, el perfil que me comenta. Lo preguntaré a la Consejería", fue la respuesta exacta de la presidenta madrileña ante las preguntas de ElPlural.com acerca del capitán de la UCO y sus polémicos chats.
Juan Vicente Bonilla, en conversaciones con uno de los agentes del cuerpo, llega a agitar el fantasma del "pucherazo" en las últimas elecciones generales, además de conjurarse para hacer caer al Gobierno de Pedro Sánchez: "Los vamos a matar nosotros", decía. En otras conversaciones, también se interesaba por la vida privada de Pablo Iglesias, llegando a decir que "entre él y Monedero tienen un harén" o hablando de "poner bombas lapa o un sicario venezolano" al hablar del tiempo que quedaba de Gobierno socialista.
No obstante, la lideresa regional optó por cerrar filas lo antes posible respecto de la cuestión planteada y a las informaciones que apuntarían a la existencia de una especie de UCO patriótica. "No podemos hacer valoración alguna, ya que de ser así entendemos que será un juez quien determine si demuestran o no demuestran algo. En ese apartado no entramos y al ser un asunto judicializado se dirimirá donde corresponda", aportaban, por su parte, desde la Consejería de Sanidad.
Las mentiras judiciales de González Amador
Aterrizando en sede judicial, la declaración de la pareja sentimental de Ayuso, lejos de distanciarle del ojo del huracán, ha hecho que la tormenta le absorba aún más, y es que sus palabras respecto del correo en el que confesó sus delitos fiscales fueron un sinfín de inconsistencias y contradicciones que no coincidieron ni con sus propios mensajes ni con la declaración del jefe de prensa de la presidenta, Miguel Ángel Rodríguez.
Según la versión ofrecida por González Amador ante el juez Hurtado, el novio de Ayuso no había confesado su fraude porque, según defendió, ni siquiera sabía que lo estaba cometiendo. Atendiendo a este relato, después de negar varias veces ante Hacienda haber defraudado 350.000 euros mediante una sucesión de facturas falsas, encargó a Carlos Neira, su abogado, cerrar el caso "cuanto antes y sin hacer ruido".
Es ahí donde entra en juego el jefe de gabinete de la lideresa regional, y es que, según la versión de González Amador, él no le pasa el correo del fiscal Julián Salto a Miguel Ángel Rodríguez hasta la noche del 13 de marzo de 2023, cuando el diario El Mundo tergiversa que la Fiscalía le había ofrecido llegar a un acuerdo, aunque había sido justo al contrario. En este sentido, Rodríguez dice que no pidió filtrar nada, sino que le dijo "haz lo que veas".
Sin embargo, la realidad sería otra: las pruebas y la declaración del propio jefe de gabinete van en una línea categóricamente contraria. El pasado mes de enero, el propio Miguel Ángel Rodríguez respondió que el novio de Ayuso había autorizado la filtración del correo y que el mismo no había llegado esa misma noche, desmintiendo así lo dictado por el empresario. De hecho, los pantallazos de Whatsapp que MAR aporta después lo demuestran.
Imputación de altos cargos de la Sanidad madrileña
El último de los frentes que han puesto a la presidenta madrileña en el foco mediático ha estado protagonizado por los autores de los protocolos de la vergüenza, Carlos Mur y Francisco Javier Martínez Peromingo, así como el ideólogo de la privatización sanitaria del PP, Antonio Burgueño, que fueron imputados por la gestión que derivó en el fallecimiento de 7.291 ancianos en las residencias madrileñas.
Estos tres altos cargos, primeros imputados en la causa en la que se buscan responsables por lo sufrido en los centros de mayores durante la pandemia del coronavirus, iban a declarar en sede judicial este lunes, pero fue cancelado su testimonio después de que su defensa reclamase la suspensión alegando que no habían tenido acceso a las actuaciones, lo que generaba indefensión.
Los tres ex altos cargos están investigados por un delito de denegación de asistencia médica por un motivo de edad, ya que esos protocolos negaban a los ancianos internos en residencias el traslado al hospital en situaciones de vida o muerte. Un marco de actuación que delimitó las oportunidades de sobrevivir a miles de mayores internados en centros madrileños. Aquella orden estaba firmada por Carlos Mur y presuntamente ideada junto al geriatra Martínez Peromingo y el asesor Antonio Burgueño.