Es un clásico en estas fechas. Junto a los buenos propósitos para el año entrante, hacemos esa carta a los Reyes Magos en que, recordando la ilusión de nuestra infancia, pedimos deseos como si estuviéramos frotando la mismísima lámpara de Aladino. Esta vez es más fácil, o más difícil, según se mire. Tal conforme ha puesto el listón el 2020, al 2021 le pedimos vivir. Que es mucho más que sobrevivir.

Hay, sin embargo, para quienes los Reyes no vendrán. Y no me refiero a esos reyes de verdad cuyos actos parecen mentira, sino a los Reyes Magos, esos reyes de mentira que quisiéramos que fueran de verdad.

A estas alturas, mucha gente tiene complejo de miss pillada en un renuncio, y pide la paz en el mundo y que se acabe el hambre. Ahora, ese mensaje se renueva en un ruego de salud, salud y salud. No es para menos. La pandemia ha cambiado nuestras vidas por completo.

Pero la vida no tiene palanca de marcha atrás. Tampoco podemos hacer girar el mundo al revés como Superman ni viajar en el tiempo como en Regreso al futuro. No tenemos superpoderes, ni condensador de fluzo. Por eso habrá muchas casas donde los Reyes Magos no vendrán.

No vendrán los Reyes a las casas de esos niños y niñas cuyas madres fueron asesinadas en un acto de violencia de género. 45 hogares vestirán de luto y más de 20 niños llorarán a sus madres. Y, por más que intenten paliar el dolor, no disfrutarán de Reyes Magos este año. Ni, probablemente, muchos más.

Tampoco disfrutarán de la fiesta aquellas personas a las que esta maldita pandemia ha arrebatado la vida. Ni sus seres queridos. Ya nada es igual cuando hay tantas vidas arrancadas de cuajo.

Sufrirán en estas fechas todas aquellas personas que quedaron sin nada, las que pasaron a engrosar las colas del hambre y las que cada día se levantan sin saber si llegarán a fin de mes. Ese desgraciado bicho arrasó negocios, empresas y puestos de trabajo y puso las cosas tan difíciles que no hay Magos que puedan remediarlo.

Tampoco habrá Reyes Magos para quienes se dejaron la vida cruzando una frontera para llegar a lo que creían la tierra prometida. No habrá nada para quienes se tragó el mar, ni para sus familias. Tampoco hay magia que mitigue su dolor ni tape nuestra vergüenza.

Yo solo les pido a los Reyes Magos que vengan. Que no traigan nada, pero que se lleven el maldito virus. Y que no vuelva nunca.