Tras los meses más duros de la pandemia por coronavirus, el teletrabajo ha vuelto a saltar a la primera línea de las conversaciones. Esta vez por los efectos que ya se están experimentando a nivel mundial de la invasión de Rusia a Ucrania en los precios de la gasolina o el gas, que están marcando cifras récord.

El conflicto armado ha llevado a muchos dirigentes a tomar medidas sancionadoras contra el país dirigido por Vladimir Putin, pero también a intentar paliar las consecuencias que está teniendo en el resto de economías.

Esta semana Josep Borrell, alto representante de la UE para la Política Exterior, ha pedido a los ciudadanos en el Parlamento Europeo que “corten el gas en sus casas” y que “disminuyan la dependencia de quien ataca a Ucrania”. Una medida planteada para reducir la supeditación a los carburantes rusos que presenta la UE, así como para influir en el conflicto.

¿El teletrabajo podría afectar a la demanda de petróleo?

Muchos apuntan a que reducir el consumo de petróleo -que se usa para el transporte, entre otras cosas- podría pasar por dejar de utilizar el coche a nivel usuario. Es decir, volver al teletrabajo, una práctica que se extendió en el inicio de la pandemia pero, lejos de quedarse, ya se ha desterrado de manera generalizada para volver a la presencialidad. Pero, ¿podría el teletrabajo afectar a la demanda de petróleo de manera significativa?

En septiembre de 2020, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) señaló que ese año la demanda mundial de petróleo caería a niveles de 2013 por la pandemia hasta 91,7 millones de barriles al día. Es decir, un descenso de 8,4 millones respecto a 2019, lo que se traduce en un demanda de unos 600.000 barriles diarios menos.

Andrés Villena, profesor de Economía en la Universidad Complutense de Madrid, pone el foco en el incremento del consumo en los hogares que supone trabajar desde casa. ''Desde luego que esos desplazamientos en coche quedan reducidos y el impacto del incremento de la gasolina disminuye de manera vertical, pero también hay que tener el cuenta el incremento del consumo eléctrico y de gas natural que se tiene en casa'', asegura.

No todo puede recaer en los trabajadores y en el teletrabajo

''El impacto del ahorro en gasolina es evidente. No es que unos vayan a compensar a otros y el efecto vaya a ser nulo, pero puede ser que este cálculo esté sobredimensionado en relación con los consumos que tenemos que abordar'', afirma. ''No olvidemos que en el régimen de teletrabajo tu te pagas el internet. Ese paso supondría que la empresa cargara con los gastos derivados de la intensificación del trabajo en casa. Eso también sería otro punto a tener en cuenta, si las empresa van a participar de eso o no en un ámbito que está muy poco regulado'', explica.

A este respecto, Villena también apunta a las disparidades que se pueden experimentar en ciertas profesiones. ''Para abordarlo de forma realista hay que tener en cuenta a quien afecta. Hay profesiones que es imposible dar ese paso, como en servicios, construcción... A algunos podrían venirles bien pero eso no va a ser igual para todos'', afirma, por lo que los efectos positivos del teletrabajo en la demanda del petróleo sería muy desiguales.

La influencia en la economía rusa

Con todo, Rusia ingresa 285 millones de dólares al día por satisfacer la demanda de petróleo de Europa, según Transport & Environment. En 2021, recogen en un informe, este país recibió 104.000 millones de euros por las exportaciones, una cantidad superior a los ingresos por gas -43.400 millones-.

Esto lleva a pensar en que el teletrabajo, y, por lo tanto, la supuesta reducción de la demanda de petróleo, junto a la prohibición de importar crudo ruso, pudiera afectar negativamente a su economía. Un extremo que Villena pone en duda, debido a la posibilidad de Putin de encontrar otras potencias con las que colaborar, como China.

Nos hemos adaptado a estar con la calefacción y pantalones cortos en casa

''Imagina que mañana se prohíben las exportaciones, nosotros tendríamos una escasez de combustible enorme y tenemos que reaccionar, y lo hacemos con el teletrabajo como en la pandemia. No sabemos si eso va a suponer una presión real de facto sobre la economía rusa porque ya están en conversaciones para absorber eso, en caso de que se produjera'', apunta. ''No sabemos hasta que punto el teletrabajo pudiera afectar a la guerra. En sí misma es una medida más simbólica de unidad o de concienciación frente a una causa que como para producir un efecto en un escenario tan complejo, donde este tipo de movimientos pueden ser previstos'', insiste.

Sin embargo, el experto en economía señala la subida de precios en general que esto va a conllevar: ''Los combustibles van a afectar en términos generales y ahí es donde se habla de un pacto de rentas. No todo puede recaer en los trabajadores y en un paso al teletrabajo. Cuantitativamente puede reducir el consumo de energía pero todavía no están comprobadas las consecuencias negativas en la productividad, como la fatiga, aislamiento...''..

Bajarnos la calefacción en España

En medio de todas las medidas para intentar hacer frente a los precios elevados, Ana Patricia Botín -presidenta del Banco Santander- ha asegurado esta semana que ha bajado la calefacción en su casa ''a 17 grados'' para ayudar a Ucrania frente a Rusia.

Unas controvertidas declaraciones que dan lugar a un análisis más profundo. ¿Podemos los españoles reducir factiblemente el consumo sin depender de la energía rusa?. Villena asegura que ''por las características climáticas de España, sobre todo en primavera, sí tenemos margen''.

Botín no sabe en que casa o qué palacete va a ponerse a 17 grados

''Nos hemos adaptado a un consumo de energía que está por encima de lo que necesitamos, que está dictado por una sociedad donde estar con la calefacción y pantalones cortos en casa es habitual. También entran las grandes empresas, distribuidoras, productoras y negocios de refinado de petróleo, no solo los consumidores podemos contribuir a esto'', precisa.

Por eso señala que la confianza hacia las instituciones y políticos está erosionada. ''Lo de Borrell o Botín da una impresión de que las expectativas de esa parte de la población son muy distintas. Es importante dar la impresión que ese cinturón se lo aprieta distintos sectores sociales. Botín no sabe en qué casa o qué palacete va a ponerse a 17 grados'', sentencia.