En pleno mes de agosto y pensando en Navidad. Con la mentalidad que generalmente solo tendría un turista esperando pacientemente la cola de Doña Manolita, la administración de Lotería más visitada de España, ha llegado la ronda de consultas, la fecha de la sesión de investidura y los cálculos de una posible repetición electoral si el reloj de la democracia se vuelve a paralizar ante la imposibilidad de armar una mayoría parlamentaria sólida que derive en la conformación de un Gobierno.

Ha sido este miércoles, una vez finalizadas las audiencias en Zarzuela y tras una conversación entre la presidenta de la Mesa del Congreso, Francina Armengol, y el líder del PP y candidato a la sesión de investidura designado por Felipe VI, Alberto Núñez Feijóo, cuando la máxima autoridad del órgano de control de la Cámara Baja ha anunciado que el debate de investidura de Feijóo se realizará el 26 y el 27 de septiembre. Es esta segunda fecha la que activa el calendario del futuro, y es precisamente la elección de este día la que evitará que, en caso de que el presidente popular no articule mayoría y Sánchez tampoco lo consiga en una hipotética segunda vuelta, no estemos condenados a pasar por las urnas ni el domingo 24 de diciembre, ni el día de fin de año ni el 7 de septiembre, aún desembalando los regalos de los más pequeños y digiriendo el roscón de Reyes.

Los plazos vienen predeterminados por la legislación. Es el cambio normativo de la reforma electoral que se llevó a cabo en 2016 el que ha obligado tanto a la Mesa del Congreso como al aspirante a la investidura, Núñez Feijóo, a condicionar el calendario de la investidura sobre dos fechas: el 30 de agosto o, como finalmente ha sucedido, el 26 y 27 de septiembre.

¿Por qué? Es sencillo. Si Feijóo, como parece, fracasa en su investidura, el reloj de arena marca un plazo de dos meses para que otro candidato sea capaz de presentarse a la investidura y articular una mayoría paralela. Una vez finalizados estos dos meses, la reforma electoral dicta que en el caso de las repeticiones electorales las elecciones se celebrarían 47 días después.

Por lo tanto, y con el calendario en la mano, los españoles ya conocen cuándo deberían volver a pasar por las urnas en caso de repetición electoral. La fecha escogida es el 14 de enero, una semana después del fin de semana de Reyes. También se conoce cuándo empezaría la campaña electoral: si bien, por lo general, en unas elecciones normales la campaña dura dos semanas, el reglamento dicta que en caso de repetición de los comicios la campaña queda reducida a ocho días. Por lo tanto, haciendo un cálculo sencillo, los plazos están claros: si pasamos por las urnas el 14 de enero, la campaña electoral empezaría el 5 de enero.

La cuestión aritmética

Más allá de normativas y plazos, y a la espera de ver si finalmente se articula una mayoría que dé cierto respiRo y sosiego a la XV legislatura de nuestra democracia, ahora mismo el balón está en las mesas de negociaciones. El presidente del PP, candidato a la investidura designado por el rey en una decisión que algunos no entienden por la ausencia de apoyos necesarios, ya adelantó este miércoles en rueda de prensa que el lunes arrancará su ronda de contactos con las formaciones que acepten su invitación a compartir espacio.

Este jueves han sido varios de sus pesos pesados, como Elías Bendodo o Cuca Gamarra, los que han explicado que las voluntades del PP pasan por sentarse con todos los partidos con representación parlamentaria excepto EH-Bildu, a quien han establecido una especie de cordón sanitario. El PP, ahora mismo, cuenta con 172 síes -PP, Vox, Coalición Canaria y UPN-, por lo que parten de una situación en la que solo les faltarían cuatro votos favorables extras para conseguir que Feijóo se convierta en el nuevo inquilino del Palacio de La Moncloa.

No obstante, estas audiencias con el rey se han planteado con una doble vara de medir: sí, Feijóo tiene más votos; frente a él, Sánchez, con menos apoyos, por el momento, pero también con muchos menos vetos. Entre votos y vetos anda el juego. El presidente del PP es consciente de que no cuenta con los apoyos, máxime después del portazo continuo que están recibiendo por parte del PNV. Los jeltzales, tajantes, reproducen argumentario con cada guiño del PP: “Con Vox ni a la vuelta de la esquina. No es un partido democrático”.

Con el resto del arco parlamentario haciendo imposible la misión de Feijóo, los populares empiezan a apelar abiertamente al juego sucio, a la hemeroteca, a la búsqueda de cuatro traidores. Al igual que hicieron una vez conocidos los resultados del domingo 23 de julio, noche en la que Génova pasó de repartir carteras ministeriales a buscar culpables, los populares miran al socialismo manchego, donde creen que pueden encontrar a personas dispuestas a romper la disciplina de voto de Ferraz para evitar que el independentismo tenga fuerza en el futuro cercano.

Frente a Feijóo se encuentra el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. Su misión tampoco es sencilla, pero las aspiraciones de lograr 178 apoyos son reales. Al líder del Ejecutivo le bastaría con revalidar los apoyos conseguidos en las votaciones que finailzaron con una mayoría progresista en la Mesa del Congreso. 178 apoyos. No obstante, todos los implicados insisten: la subasta sube y aquel pacto nada tiene que ver con el precio a pagar por una investidura. Sobre la mesa, y como principal piedra en el camino del presidente en la conformación de una nueva aritmética variable ventajosa para sus intereses, la Ley de Amnistía. Posteriormente vendrá el referéndum, avisan los posconvergentes, que saben que de esta oportunidad dependerá su resultado en las elecciones catalanas de 2025. ERC, que también conoce que esta legislatura se debe librar en clave catalana, también apretará.