Una tarde de vértigo se vivió ayer en el Congreso de los Diputados. Por la mínima se convalidó la reforma laboral. Un error en el voto telemático de un diputado del PP confirmó que el acuerdo alcanzado entre el Gobierno, los Sindicatos y la Patronal para mejorar la situación de los trabajadores no se pondrá en marcha de forma inmediata si el PP recurre ante la Justicia.

A los servicios técnicos y jurídicos del Congreso no les cabe ninguna duda de que el resultado de la votación no es reversible, pero la ceniza de la duda seguirá cubriendo el debate político, a pesar de que ayer el hemiciclo que representa a todos los ciudadanos abrió la puerta a la esperanza de muchos. La aceptación del error es una práctica desconocida para el presidente del PP, Pablo Casado.  

En el pleno que convalidó la Ley de Reforma Laboral, derogando la impuesta por Mariano Rajoy Brey, la portavoz popular, Cuca Gamarra, ignoró cualquier atisbo de cortesía parlamentaria y lanzó una invectiva contra Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda, con poca gracia y peor intención: “La maquinaria del sanchismo se ha puesto en marcha contra usted. Ha entrado en la sala de despiece”.

Como habían anunciado, ni el PNV ni Esquerra Republicana dieron su voto favorable a la norma, aunque el portavoz vasco, y la ministra Yolanda Díaz destacaron su mutua voluntad negociadora. Gabriel Rufián, manteniendo contra viento y marea su rechazo, pudo acabar haciendo un flaco favor al Govern . Éste cuenta con apoyos notables del Podemos catalán (En Comú Podem), pero el diputado republicano subrayó que los suyos no podían dar el visto bueno a esta reforma laboral “porque la aplauden CEOE, FAES, Banco de Santander y Ciudadanos”. Eso dijo. Ni más, ni menos.

Las crónicas relatan que en ningún momento fue capaz de mirar a los ojos a la vicepresidenta Díaz. Más más tarde Rufián añadiría que no se iba a acabar el mundo y que los socios de la coalición del Govern seguirían allí. A saber, con qué estómago volvería a su casa. Porque del PP de Gamarra se puede esperar cinismo, pero, en estos casos, la izquierda debe saber estar a la altura.

En la reñida votación con resultados positivos participaron grupos parlamentarios ajenos al habitual eje de la investidura de Pedro Sánchez. Ahora, lo que toca es recomponer los mimbres de ese maltrecho cesto.

Fueron los partidos pequeños los que auxiliaron al Gobierno. Votaron que sí Ciudadanos, Nueva Canarias, Coalición Canaria, Partido Regionalista de Cantabria, Teruel Existe, PDeCat Compromís (Joan Baldoví dijo que no le gustaba la reforma pero que “tumbarla no garantiza que haya otra”). Como en las finales de los grandes campeonatos, los nervios estuvieron presentes hasta el último momento con las dudas de dos de los diputados de Unión del Pueblo Navarro sobre si seguir o no la consigna de su dirección. Finalmente, su voto fue negativo.

Fuera, en la Carrera de San Jerónimo, el sindicato CGT vociferaba contra la reforma laboral por entender que no derogaba la de 2012. Mientras, el secretario de CCOO, Unai Sordo, sentado en la tribuna junto al líder de UGT, Pepe Álvarez, llamaba al sí:  "Hay que elegir en la vida y hemos elegido los derechos de la gente que está en situación más precaria". Un resumen del discurso encendido de la vicepresidenta Díaz que dio nombres y apellidos de las kellys, de los trabajadores de los centros telefónicos de servicio o de los de Endesa.

Todos ellos estarán lamentando ahora que los recursos legales que pueden presentarse retrasen las mejoras laborales que se merecen.