La legislatura que acaba de comenzar amenaza con parecerse a la de 2004, cuando el Partido Popular y sus medios afines, con El Mundo de Pedro José Ramírez y la COPE de Federico Jiménez Losantos a la cabeza, se pasaron cuatro años intentando convencer a la gente de la ilegitimidad del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, cuya victoria en las urnas se habría debido, según ellos, a haber manipulado a los españoles acusando falsamente al Gobierno de Aznar de haber mentido sobre la autoría de los atentados del 11-M. Aunque muy pronto quedó demostrado que la Moncloa atribuyó mendazmente a ETA la matanza de Atocha para no perder las elecciones, la matraca derechista se prolongó hasta la reapertura de las urnas en 2008, cuando la nueva victoria socialista, que aventajaría al PP en un millón de votos, aconsejó a Rajoy distanciarse del relato falaz sobre el 11-M urdido por el periodista Ramírez y el locutor Jiménez.

La particularidad común de las legislaturas de 2004 y 2023 es resultar agotadoras no a medida que echaban a andar, sino antes incluso de empezar a hacerlo. La apuesta de las derechas fue en 2004 y es casi 20 años después intentar que el mandato de las izquierdas se agote cuanto antes, aunque ahora el incentivo de los conservadores es mucho mayor que entonces porque hoy están seguros de obtener la ansiada mayoría de gobierno si la legislatura se trunca y se convocan elecciones, mientras que en 2004 las mentiras de Aznar hacían imposible un regreso al poder a corto plazo. En la legislatura de 2004 el objetivo estratégico de la derecha era salvar el honor de José María Aznar; en la 2023 es despojar de todo honor a Pedro Sánchez.

Hay, no obstante, diferencias importantes con respecto a 2004. La principal, que la derecha cuenta hoy con mucha mejor munición argumental que entonces: la ley de amnistía reiteradamente negada por el socialismo antes del 23-J y los pactos suscritos con un expresidente catalán fugado de la justicia española y supervisados por un verificador extranjero son argumentos lo bastante convincentes para persuadir no solo a todos los votantes conservadores sin excepción sino también a una significativa porción de los progresistas. Buena munición, pues, para la artillería genovesa.

Llega la caballería

La otra gran diferencia de 2023 sobre 2004 es que las huestes conservadoras suman hoy a su bien disciplinada infantería de siempre una caballería judicial que, camuflada bajo las togas, atesora gran destreza en atacar subrepticiamente por los flancos, ejecutando una estrategia bélica que, oportunamente combinada con la de otras fuerzas de choque, puede resultar letal para el enemigo.

El fortísimo ruido contra el Gobierno que, desde antes incluso de la investidura de Sánchez, vienen armando las instituciones políticas, los medios de comunicación y las corporaciones judiciales, y que inicialmente provocaba solo irritación, hoy provoca también cansancio y desaliento en buena parte de los simpatizantes del Gobierno. El hecho no es nuevo: desmoralizar al enemigo es una táctica político-militar bien conocida desde antiguo. En la calle Génova la conocen bien porque la han practicado en más de una ocasión, pero muy significadamente en la legislatura 2004-2008, cuando el propio Secretario de Comunicación del PP entonces, Gabriel Elorriaga, a pocos días de abrirse las urnas lo reconocía expresamente en una entrevista al Financial Times que acabaría quebrantando su carrera política: “Toda nuestra estrategia -declaró- está centrada en desalentar a los votantes socialistas. Sabemos que ellos nunca nos votarán. Pero si podemos sembrar suficientes dudas sobre la economía, la inmigración y las cuestiones nacionalistas, entonces quizás se queden en casa".

Basta, en fin, con repasar el elenco de portavoces nombrados por el líder del PP Alberto Núñez Feijóo para hacerse una idea de lo que se nos viene encima: a Miguel Tellado como portavoz principal en el Congreso, se suman los adjuntos Rafael Hernando y Cayetana Álvarez de Toledo. ‘Miguel el del maletero, Rafa el de las injurias y Cayetana la del ego’. Casi na: solo de imaginarlos en acción y a pleno rendimiento le entra anticipadamente a uno el agotamiento.