Las trincheras no desaparecen a la izquierda de un PSOE que mira de soslayo y con recelo a las tensiones entre la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, y su predecesor en el cargo, Pablo Iglesias. O lo que es lo mismo, la guerra abierta entre Sumar y un Podemos al que aún le marca el paso los designios de su Mesías desde los diferentes altavoces mediáticos. Las tiranteces persisten. Mesa multipartidos, no; bilateral, sí; primarias, listas… Lo cierto es que no hay acuerdo. El bullicio no cesa en los prolegómenos de la puesta en marcha de la plataforma de la ministra de Trabajo. La formalización de su candidatura se hará sin la presencia de los miembros de la estructura morada. Ni Ione Belarra ni Irene Montero respaldarán a la gallega, que sí se rodeará del resto de fuerzas de izquierdas del arco cameral y extraparlamentarias.

La distancia entre Sumar y Podemos es abismal a estas alturas. Díaz no cede ni un ápice a pesar de las presiones de la órbita de Iglesias. El otrora líder morado, por cierto, ya se encargó de marcar distancias con la persona a la que nombró su sucesora, a dedo y sin consultar. La vicepresidenta segunda del Gobierno no es sino una extensión de Más País, el partido liderado por Íñigo Errejón, otro de sus archienemigos orgánicos. Sus declaraciones empujan a Sumar lejos del espacio confederal, casi lindando con la socialdemocracia que capitaliza el PSOE. Lo cierto es que Díaz busca una casa común de la izquierda a la izquierda de los socialistas, que ahorme las sensibilidades de un rincón ideológico deslavazado.

La pretensión de Díaz es que en ese espacio multipartidista se integre también Podemos, en una fórmula que canalizaría todo el potencial de esas formaciones en un solo ser. De hecho, hay quien considera que es la única vía para reeditar el Gobierno de coalición, aunque con un cierto lavado de cara en el caso del socio minoritario. En este punto se encuentra un PSOE que observa con detenimiento la situación. Una formación que, desde un primer momento, ha potenciado la figura de la vicepresidenta del Gobierno, prueba de ello fue la moción de censura de Vox. El jefe del Ejecutivo, replicando la fórmula 2020, cedió espacio a la ministra de Trabajo. Díaz no desaprovechó la oportunidad, impulsó su marca, potenció el ticket con Sánchez y sanó las visibles heridas en la coalición.

La jugada, sin embargo, no gustó en el seno de Podemos. Montero y Belarra ni siquiera hicieron ademán de aplaudir la intervención de una Díaz que ha aprovechado el rebufo socialista y la fortaleza del resto de formaciones que sustentarán Sumar. De esta manera, los morados quedan completamente aislados a la izquierda, sumidos en la cerrazón que su líder espiritual se empeña en exhibir desde sus satélites mediáticos.  

Preocupación en Ferraz

La galáctica distancia que separa a Díaz y a Podemos no es motivo aún para que en Ferraz pulsen el botón rojo. El PSOE vive la refriega como un espectador más, aunque no es óbice de que empiecen a correr por el cuartel general ciertos vientos de preocupación, de momento sostenidos por la lejanía de las generales. Aún no se ha llegado a la primera parada del ciclo electoral y queda un buen trecho por recorres hasta la última estación. Los comicios presidenciales están en el horizonte, lógicamente, pero bajo ningún concepto se ven como una segunda vuelta del 28M. Consideran que la demoscopia fluctúa entre unos y otros comicios. El ciudadano no responde de la misma manera, lo cual aun permite un cierto margen para reconducir la situación.

No obstante, en la cúpula socialista no pueden ocultar su desasosiego con respecto al proceso negociador a su izquierda. Altos cargos del partido evitan desequilibrar la balanza personal en la refriega, anteponiendo la prudencia a las filias o fobias personales. “Respeto absoluto”, resuelven voces autorizadas de Ferraz a ElPlural.com. Sin embargo, sí aparcan la cautela para expresar su profundo deseo de que ambas partes encuentren un espacio para el armisticio y se rubrique el tan ansiado acuerdo.

En ese escenario deposita el PSOE toda su confianza. En Ferraz empiezan a asumir que no hay otra manera de retener el Gobierno de la Nación. O el espacio a su izquierda es monolítico o la Moncloa quedará a merced del Partido Popular y de Vox. Las fuentes consultadas no creen que el futuro problema devenga de una falta de espacio para esas sensibilidades, sino que el acuerdo entre Sumar y Podemos es crucial para “seguir gobernando”. “No es ningún secreto. Con la derecha y la ultraderecha agrupada en dos opciones, la izquierda tiene que ir en ese mismo rol”, explica un alto cargo socialista.

En cualquier caso, la amenaza de ruptura es real e insisten en que la “unidad siempre es buena”. El “ruido” de las últimas semanas no es ajeno a Ferraz y, en cierto modo, hace tambalear las cuentas de la lechera en un escenario de cohesión total. En último término, creen que si llega ese ansiado punto de encuentro “a cualquier precio”, puede ser contraproducente para un electorado desmotivado y con visos de desmovilizarse.

Conversaciones en stand by

Por el momento, con las relaciones deslizándose por la cuerda floja y sin red de protección, se paralizarán las conversaciones. Se producirá un impasse entre este próximo 2 de abril -lanzamiento oficial del proyecto consolidado de Sumar- y el próximo 28 de mayo. Las formaciones focalizarán sus esfuerzos en la campaña electoral que se avecina. No obstante, este parón puede comportar un enorme riesgo para un Podemos al que le amenaza la sombra de la pérdida de apoyos y territorios, lo que reforzaría la posición de la vicepresidenta segunda del Gobierno en la confección de las listas.

En cualquier caso, tanto en público como en privado, Díaz y su entorno han transmitido que el desarrollo de las candidaturas será el último paso y que el momento presente requiere de generosidad para conformar un proyecto fuerte y unitario. Con todo, la líder de Sumar, pese a rechazar las demandas moradas, confía aún en alcanzar un punto convergente con sus interlocutores.