El PP es la niña de ‘El Exorcista’ y Vox el demonio que la ha poseído. La posesión está transfigurando sin remedio al partido que preside y tal vez dirige Alberto Núñez Feijóo, hasta el punto de provocar en su apariencia ciertas alteraciones metabólicas que causan espanto en quienes todavía recuerdan con añoranza aquel PP de Mariano Rajoy que cabía identificar sin reservas como un partido de orden de toda la vida. Vox ha traído el desorden al PP. Lo ha convertido en un partido que no es fiar, una formación que, abducida por el diablo de la extrema derecha, el 23 de julio dio el suficiente miedo al suficiente número de gente como para impedir que Feijóo fuera presidente del Gobierno.

Además de hacerlo en Castilla y León y muchas ciudades, el PP ya ha sucumbido a Vox en Valencia, Extremadura, Baleares y Aragón. Todo indica que pronto caerá Murcia, cuyo presidente no parece hombre de virtudes políticas lo bastante firmes como para resistirse indefinidamente a las tentaciones del demonio. Cuando, como en el Evangelio de Lucas, el diablo le muestre “todos los reinos de este mundo” y le asegure: “Todo esto te daré si postrado me adorares”, no es probable que Fernando López Miras responda como Jesús: “Vete, Satanás”. Campechano, superficial y algo zumbón, Fernando López Miras sucumbirá seguramente a la exigencia ultra de gobernar con él la Región de Murcia, aceptando sin remilgos el funesto catecismo del musculoso apóstol Santiago.

Si en las autonómicas y municipales del 28 de mayo las amistades de Pedro Sánchez fueron un lastre letal para políticos solventes como el alcalde de Sevilla Antonio Muñoz o el presidente valenciano Ximo Puig, las victorias conservadoras de entonces están siendo ahora un escollo insalvable para Feijóo, desfondado capitán de una nave cuyo rumbo vacilante empieza a preocupar seriamente a pasajeros y tripulantes: los suyos solo pueden gobernar en determinados territorios con el concurso de Vox, pero a su vez ese concurso trunca las aspiraciones de propio Feijóo para gobernar él mismo. Amarga e irritante paradoja: el precio que está pagando el PP por gobernar en las regiones es no gobernar en España.

Inquietud en la santa compaña

La abducción del PP de Feijóo por Vox no es, téngase bien en cuenta, una mera hipótesis de trabajo de la izquierda para comerle la moral a la derecha. El diario El Mundo abría su edición de ayer con este titular a propósito del acuerdo que daba entrada a los ultras en el Gobierno de Aragón: ‘El PP se diluye en su cuarto pacto con Vox: entrega el relato a Abascal y el PSOE se regodea’. Mientras, en el diario ABC echaban sal en la herida de Génova con este titular: ‘PP y Vox firman el acuerdo de Aragón sin la presencia del futuro presidente Jorge Azcón’. Había algo ridículamente infantil en esa ausencia de Azcón, sin duda avalada, si no inspirada, por Feijóo: su vergonzante espantada ni siquiera ha logrado engañar a los suyos. Y tampoco El Español se cortaba: ‘La negativa de Azcón a la foto con su vicepresidente, nueva prueba de los pactos vergonzantes con Vox’; y remataba con este subtítulo: ‘Feijóo ha evitado acudir a la toma de posesión de los nuevos presidentes autonómicos del PP que gobiernan mediante acuerdos con Vox’.

Aunque de todos estos rotativos conservadores bien puede decirse aquello que cierto personaje de Gore Vidal, en su novela ‘Lincoln’, afirmaba sobre un periódico de la época: “El Evening Star, siempre útil aunque no siempre exacto”, no por ello dejan de ser un termómetro fiable de la temperatura política y emocional de las derechas. Sus advertencias explícitas, cuando no veladas amenazas, al pobre Feijóo suelen ser tomadas muy en serio por el presidente del PP; demasiado en serio por alguien que aspira a dirigir un país. Abducido por Abascal y azuzado por El Mundo, el ABC y el resto de la santa compaña mediática nacional, Feijóo está en aquella embarazosa situación que compendiaba el filósofo Giles Deleuze con esta perturbadora sentencia: “Si estás atrapado en los sueños de otro, estás jodido”.