Era conocido como el “señor lobo” de Ciudadanos. Fiel a Albert Rivera, ex secretario de Organización y arquitecto de la fontanería de la estructura a nivel territorial hasta que las elecciones de noviembre de 2019 hundieron sus aspiraciones. Fran Hervías se ha propuesto contarlo todo: desde los orígenes de la formación hasta su marcha al PP. Lo hace a través del libro Ciudadanos. La historia jamás contada (Península), una radiografía de cerca de 300 páginas en forma de ensayo que bien podría ser vendida en las estanterías de novela negra.

Una historia de traiciones contada por el que algunos consideran el mayor traidor de la formación. Una historia que podría ser bien diferente, con Albert Rivera en la vicepresidencia del Gobierno y más de uno de los personajes descritos rifándose carteras ministeriales. Una historia de vencedores y vencidos, de quien pudo serlo todo y acabó deseando la desaparición de la propia marca representada.

Fran Hervías (Tossa de Mar, 1983) nos recibe en la recepción de un céntrico hotel madrileño. Prefiere quitarse las fotografías lo antes posible. Nuestra compañera encargada de las fotos lo agradece. Aguanta la sonrisa, enfoque, disparo. Tras los flashes, nos acomodamos en la cafetería. “Un agua con gas”, por favor. Primera pregunta.

PREGUNTA: Señor Hervías, ¿es usted un traidor?

RESPUESTA: No, lo contrario. Decidí escribir el libro precisamente para explicar toda la verdad. Y lo hizo, además, para responder a todas aquellas traiciones y falsedades que han ido diciendo algunos compañeros que, incluso teniendo el acta de Ciudadanos, estaban pactando puestos con el PP. Yo dejé el acta de senador antes de ponerme en contacto con Génova: creo que esa es la diferencia entre los que entendemos la política como un servicio hacia los demás y los que la entienden como una agencia de colocación.

P: ¿Por qué ahora?

R: Primero, porque este libro no se escribe en dos semanas. Tras apreciar durante dos años esa campaña de acoso y derribo hacia mi persona mediante mentiras y falsedades, vi la oportunidad de desmontar a aquellos que con el acta de Ciudadanos trataban de recolocarse mientras filtraban información interesada a los medios de comunicación.

P: Es usted especialmente duro con Inés Arrimadas.

R: No creo que sea duro con Inés. De hecho, si lees el libro yo hablo maravillas de esa Arrimadas del principio que supo poner pie en pared contra los separatistas hasta que, de golpe, sin saber por qué, pierde el oremus. Fueron muchas las voces que nos llegan alertándonos incluso en Cataluña, cuando nos dicen que desde la dirección de Cs prohíben a los diputados hablar en castellano.

P: ¿Cuándo notan que trata de hacerle la cama a Rivera?

R: A nosotros, después de estos giros argumentales, empiezan a llegarnos rumores a los que al principio no hacemos mucho caso. Querer quitar a un presidente es algo legítimo, como lo es la ambición, pero las formas no fueron las correctas. Es ahí donde reside la discrepancia. A mí me gustaría creer que ni Arrimadas, ni Toni Roldán, ni Carlos Cuadrado ni Carrizosa formaron parte de este boicot, pero había indicios. Algún día se sabrá, o no.

No deja de ser curiosa la dimisión de Toni Roldán. Cuando se marcha lo hace denunciando que Cs había alcanzado pactos con Vox, algo que nunca ocurrió. Pero es que, curiosamente, lo que más nos reprochaban eran los pactos en Andalucía. ¿Y quién mantuvo esas reuniones a tres con PP y Vox? Fue Toni Roldán. Algo poco congruente.

P: ¿Era usted defensor de los pactos con Vox?

R: Insisto, y quiero dejarlo claro: Ciudadanos no pactó con Vox. En mi caso, no tengo ningún problema en alcanzar pactos con Vox. Ni en España hay extrema derecha ni gracias a Podemos se han reencarnado Stalin y Lenin. Es lo bonito de la democracia.

P: Usted que le conoce bien. ¿Estaba Albert Rivera dispuesto a pactar con Abascal?

R: Eso se lo tendría que preguntar a él.

P: En la foto de Colón, ¿fueron más notorias las presencias o las ausencias?

R: Nadie se dio cuenta de las ausencias. De hecho, muchos de los que critican la foto de Colón se dieron codazos por salir en primera fila. Había gente que, de forma literal, salía corriendo para ser captada por las cámaras. Fue algo bochornoso y cómico.

Ni en España hay extrema derecha ni gracias a Podemos se han reencarnado Stalin y Lenin

P: En el libro, separa entre dos tipos de personas en Cs: aquellos que apagan fuegos, como en El arte de la guerra de Sun Tzu, y aquellos arribistas que buscan un hueco, como en Gente Tóxica de Bernardo Stamateas. ¿En qué lado está usted?

R: Pues mira, yo nunca he tenido una ambición política: lo demostré dejando mi acta en el Senado cuando me quedaban dos años de legislatura. Cuando fracasamos en las elecciones del 2019, y a pesar de que yo no había formado parte de la estrategia, dimití como secretario de Organización; y cuando vi que el partido estaba pactando con Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, algo para mí inasumible, abandoné definitivamente.

¿En qué lado estoy? En el lado de la honestidad, en el lado de los principios y en el lado de los valores.

P: El “señor lobo” de Cs. ¿Cuánto poder tenía?

R: Fíjate qué curioso es el argot. Poder, qué palabra tan pesada. Para mí el poder no era más que responsabilidad. La de tener que armar una estructura a nivel nacional buscando candidatos, cambiándolos, poniéndolos, y no porque yo fuese el mejor, sino porque me tocó.

En muchas ocasiones, de hecho, me toca hacer cosas que no compartía: cuando a mí me mandar cambiar a todos los números uno a nivel territorial, yo no estaba de acuerdo. Tuve que apagar fuegos, ir a asambleas y recorrerme España en mi coche mientras otros se quedaban en casa. Cuando dejé la secretaría de Organización, muchos de los que habían sido críticos con mi gestión me reconocieron que se habían equivocado.

P: Habla usted de su responsabilidad a nivel territorial. ¿Qué pasó con las primarias? En Castilla y León se destapó todo. En Murcia, donde el sector crítico le señalaba, intervino la UDEF por presunto pucherazo.

R: A mí me encantaría saber toda la verdad de lo que ocurrió en Castilla y León y Murcia. No era mi responsabilidad, sino la del Comité de Garantías, y mi labor se circunscribe a facilitar a los damnificados todos los medios para comunicar sus quejas, es decir, poner toda la estructura del partido a su disposición.

Ojalá algún día se sepa todo. Yo soy un firme defensor de las primarias para los números uno y creo que es necesario aportar pruebas. A mí mucha gente me señaló, pero sin pruebas, sin ningún papel ni documento. Yo no soy ingeniero informático.

P: Sigamos con Murcia. ¿Tuvo usted algo que ver con que la moción de censura con el PSOE fracasase?

R: Hombre, yo realmente no sabía que iban a hacer una moción de censura. Al igual que el 90% de la ciudadanía, me sorprendí de las mociones de censura en dos territorios, Murcia y Madrid, que estaban funcionando correctamente. Fue una chapuza. No tuvo sentido querer tumbar a dos gobiernos que estaban poniendo pie en pared frente a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

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Momento de la entrevista con Fran Hervías. Beatriz Luque 
 

P: La relación con Ayuso no era buena. Apenas una ley aprobada y tiranteces internas con Aguado.

R: ¿Estaba Ayuso sacando los colores a Sánchez? Sí. ¿Se estaba transformando Madrid? Sí. ¿Se estaba regenerando? Sí. A mí me da igual el color naranja, el caso es que pase lo que tú quieras que pase. Por eso yo, en mi libro, siempre acabo la frase diciendo que para mí España y los españoles están por encima de las siglas y los colores.

P: Ya que habla de pragmatismo político. ¿No se arrepiente de que España actualmente no cuente con un Gobierno con ustedes en la vicepresidencia, influyendo y aportando una alternativa a la mayoría de la investidura con Podemos y los nacionalistas? ¿No es incongruente?

R: Si nosotros llegaramos a entrar en un Gobierno con Sánchez, a las dos semanas hubiésemos roto la coalición. Nosotros sabíamos quién era Sánchez, lo vimos con el pacto del abrazo y con la moción de censura a Rajoy, donde se alió con toda la morralla parlamentaria.

Sánchez, que tenía el encargo del rey de formar Gobierno, nunca descolgó el teléfono para llamar a Albert Rivera. Nunca, nunca. Él tenía claro que quería formar bloque con la banda, por lo que, con nosotros o sin nosotros, hubiese hecho lo mismo: conceder indultos o prorrogar el estado de alarma.

Es más, lanzo una pregunta a todos los lectores de esta entrevista. ¿Se puede cerrar un acuerdo para gobernar España en 24 horas? Claro que no. Pedro Sánchez ya había pactado con Pablo Iglesias y con los nacionalistas-separatistas con anterioridad.

P: ¿Se pone en contacto el PP con usted o llama usted a Génova?

R: En cuanto dejo mi acta de senador, fui yo quien llamé a Pablo Casado y Teodoro García Egea. Les dije que me iba de Ciudadanos por diferencias ideológicas y porque la dirección ya no representaba lo que yo defiendo. Eso sí, y para que quede claro: cuando yo dejo el acta de senador, no tengo nada cerrado con el PP.

Lo mejor que le puede pasar a España es que Ciudadanos desaparezca

P: ¿Cuál era su labor? ¿Le fichan para orquestar la OPA a Cs?

R: Yo era un simple trabajador. Mi relación con Teodoro no era más que la de un empleado con su jefe. Yo estaba en la planta 4 y él en la 7. Mi función era reunificar el centroderecha, y así lo hicimos: de hecho, Casado llegó a tener un 30% de apoyo según las encuestas hasta que empezó la guerra con Ayuso.

Para ello, yo empiezo a confeccionar un documento estratégico en el que venían descritos cientos de perfiles que sería interesante reunificar de cara a aglutinar el voto de todo el target electoral. Pero no solo de Ciudadanos, sino también de la sociedad civil e incluso de otros partidos. Estando yo en el PP, de hecho, solo se incorporaron 25 personas de Ciudadanos.

P: El conocido como ‘Informe Hervías’

R: Los nombres, que eran muchos, contaban con tres secciones: puntos fuertes, puntos débiles y contingencias internas, que era una sección para dejar claro si alguna vez habían creado algún problema interno y que en el PP estuviesen avisados. Yo no me hacía responsable de los fichajes.

P: Le voy a ir diciendo nombres y usted me dice si estaban o no en ese informe.

Begoña Villacís: Sí, estaba. Como puntos fuertes, la oratoria y la visibilidad. Como puntos débiles, su dificultad para gestionar equipos. De Begoña he de decir que me ha dado pena que se haya equivocado de tal forma. Lo que me sorprende es que en Cs la hayan aceptado y la hayan dejado de candidata incluso sabiendo que se ofreció al PP.

Inés Arrimadas: Estaba también en el papel. Sabíamos que su incorporación ensancharía mucho más la estrategia del centroderecha. Sin embargo, lógicamente advertí de su falta de disciplina, de su oposición a estrategias coordinadas, de su ambición desmedida. Y también, lo que para mí es más importante, de su traición al PP y a España al pactar con Pedro Sánchez las mociones de censura.  

Adrián Vázquez: Estaba. A mí me llegó que incluso se había ofrecido al PP europeo.

Edmundo Bal: No, no estaba. Él es un socialista. Dice que es socialdemócrata, pero es socialista.

Albert Rivera: No. Albert Rivera no hubiese vuelto a la política. A mí me hubiese gustado, por ejemplo, que acudiese a algún acto del PP. Lo único que se puede decir de Albert es que España se ha perdido a un gran presidente.

Si nosotros llegamos a entrar en un Gobierno con Sánchez, hubiésemos durado dos semanas

P: Para ir culminando. ¿Qué futuro le augura al centroderecha?

R: Espero y deseo que haya un gobierno en coalición PP-Vox. Además, también me gustaría que el PSOE se identificase con el socialismo histórico de verdad, el que lleva la palabra español y obrero en el nombre. España necesita al PSOE, al de verdad, no al sanchista.

P: La última. Cuando le hablo de futuro, usted no menciona a Ciudadanos.

R: Es que votar a Ciudadanos hoy en día es como jugar a la ruleta rusa. Lo único que espero es que le den una muerte digna. Lo mejor que le puede pasar a España es que Ciudadanos desaparezca.