Hay algo que no falla. Cada vez que hay una crisis, el espejismo de la igualdad entre hombres y mujeres se desvanece. Es como si de golpe tropezáramos en el desierto para descubrir que el hermoso oasis que veíamos solo fue un producto de nuestra imaginación y no había más que arena y más arena.

La crisis del covid-19 no podía ser menos, y ha venido a demostrar lo que llevan diciendo desde que el mundo es mundo filósofas, pensadoras, y cualquiera que tenga dos ojos para ver.

Ya sé que va a llegar quien diga que exagero, y tal vez no le falte razón y la equivocada sea yo. Pero, antes de afirmarlo, reflexionemos un poco.

Hace apenas unos días llegaba a mis manos una estadística según la cual las mujeres han cargado durante esta pandemia con un porcentaje mucho más elevado de las tareas domésticas que los hombres. Algo que no es nuevo, pero que cobra mayor significado. Porque implica que, al haber más tarea que asumir en casa, las mujeres han tenido que trabajar más. Y eso, aunque teletrabajaran o trabajaran sin “tele”.

¿Por qué digo esto? Pues, en primer lugar, por razones de conciliación. Con las criaturas en casa, hemos sido las mujeres quienes de forma mayoritaria hemos cargado con su cuidado y, además, con la supervisión de las tareas escolares, algo especialmente peliagudo en la situación de confinamiento. Por otro lado, cesó toda ayuda externa por el estado de alerta, se tratara de la de abuelos o familiares, o fuera la de profesionales de servicio doméstico o cuidado de menores, mayores o personas discapacitadas.

Así que, al final, como suele pasar con esto de la igualdad, un pasito para adelante y otro para atrás.

Decía esa misma encuesta que en lo que sí han arrimado el hombro los hombres de la casa ha sido en el tema de las compras. Y la verdad es que ni para una cosa ni para otra necesitaba encuesta alguna, que me bastaba con mirar a mi alrededor o hablar con mis amigas.

Ahora solo nos queda espabilar para que estas situaciones provisionales no se vuelvan definitivas. Y eso pasa por cambiar el chip, empezando por la terminología. No tenemos que conciliar, sino que ser corresponsables. Porque, según parece, conciliar solo conciliamos las mujeres. Empecemos por hablar de corresponsabilidad en vez de hablar de conciliación y actuemos en consecuencia.

Nos jugamos mucho. Nada menos que seguir avanzando en el camino para ser cada vez más iguales.

 

SUSANA GISBERT

Fiscal (twitter @gisb_sus)