Las últimas declaraciones de Mari Mar Blanco del día 8 de julio respecto a los posibles pactos de EH Bildu con otras formaciones, califican de “error político y humillación a las víctimas de terrorismo” cualquier intento de entendimiento entre las dos formaciones.

Vayamos por partes.

Lo que resulta verdaderamente humillante es que, una vez más, Blanco se erija en portavoz de las víctimas, siendo diputada del PP en el Congreso y a la vez presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo, cargos que muchas víctimas consideran que son incompatibles. Oponiéndose a EH Bildu no tiene en cuenta la existencia de víctimas de otras bandas, y sigue aferrada a un discurso que, además de perpetuar el odio y el rencor entre las partes, se contradice con lo que su partido ha ido realizando a lo largo de los años a conveniencia y que detallo a continuación con algunos ejemplos, extraído todo ello de publicaciones en prensa de ámbito nacional.

En 1998, el entonces presidente Aznar, del PP, fue el promotor del acercamiento y el dialogo entre ETA y el Estado. El año 2013 el alcalde de Vitoria, Javier Maroto, del PP, defendía sus pactos con EH Bildu y pedía que “cundiera el ejemplo”, para poder aprobar los presupuestos. El mismo Javier Maroto en 2014 calificó los hechos del 3 de marzo de 1976 como crimen y defendía la postura de las víctimas que en los sumarios fueron calificadas como etarras. El 3 de marzo de 2006 el Parlamento Vasco hizo una declaración institucional declarando víctimas de terrorismo a los asesinados y heridos de Vitoria en los hechos antes citados, instando al Estado español a que también les reconociese como víctimas. Esa declaración la firmaron todos los representantes políticos del Parlamento Vasco, incluido Leopoldo Barrera del PP. Durante las pasadas elecciones municipales, el alcaldable del PP en Labastida, ofreció pactos de gobierno e incluso dos concejalías a EH Bildu para no perder la alcaldía. Y en la última legislatura, PP y EH Bildu votaron lo mismo en casi el 50% de las votaciones llevadas a cabo en el Parlamento Vasco. Según Blanco, esos son errores y humillaciones a las víctimas. Parecen ser dos varas de medir en las mismas manos.

No guardo ninguna simpatía por EH BILDU, pero el sentido común me lleva a respetar lo que un pueblo libremente elige

Dice Mar Blanco que en democracia “no se puede pactar con un partido que sigue sin condenar la violencia terrorista”. ¿Acaso Blanco ignora que la democracia ha dado legitimidad a ese partido? Nos guste o no son representantes del pueblo igual que ella. Elegidos democráticamente, igual que ella. Y como tales deben ser escuchados y tienen la potestad de hablar en nombre de quienes les han votado. Y gozan de la capacidad de pactar, como el partido que ella representa, con quien se entiendan, esperemos que para beneficio de todos.

Todo ello sin olvidar el detalle de que Blanco pertenece a un partido que sigue sin condenar la violencia franquista fruto de un golpe de Estado en 1936. Pero eso ya es harina de otro costal.

En su papel de presidenta de la Fundación de Víctimas de Terrorismo, olvida Mari Mar Blanco que también representa a los que sufrieron el terrorismo por parte del Estado y que el propio Estado reconoce como víctimas. La Ejecutiva de su partido debería llamarla al orden si sigue calificando los posibles pactos de error. Principalmente por lo que tiene de hipocresía, los pactos son habituales en todo el estado y entre todos los partidos. Lo que no vale es criticar unos pactos y omitir otros. Y mentir a los votantes por omisión, cuesta los votos que tanto anhelan. Recordará sin duda que las mentiras del Gobierno del PP respecto al atentado del 11M en Madrid le costaron al partido ganar las elecciones generales.

Todo me lleva a pensar, repito, que el único interés de Blanco es seguir azuzando rencor, que es su modus vivendi, dicho sea de paso, desde el infame asesinato de su hermano, lanzándose entonces a conseguir un escaño que conserva legislatura tras legislatura, incluso a costa de renuncias de sus compañeros y sin dimitir de su cargo de presidenta de la Fundación, alzándose como representante política de las víctimas de terrorismo y obviando que cada una de ellas tiene criterio propio suficiente para decidir sobre lo que políticamente le conviene y sobre todo para separar los dos ámbitos. Cualquier víctima podría ocupar ese cargo en la Fundación más dignamente de lo que ella lo hace. Cualquier víctima podría ejercer de político sin aprovecharse de su condición de víctima para meter cizaña en una sociedad que piensa en avanzar, mejorar y convivir pacíficamente. Quizá a alguien no le convenga tal avance, ya que cuando los ciudadanos toman conciencia de que hay que avanzar, ruedan cabezas.

Muchos saben que mi caso es similar al de Mari Mar Blanco. Puedo hasta llegar a entender que sienta odio. Y precisamente por ello no debería representar a un colectivo que aglutina a muchos. Quienes me conocen saben que no guardo ninguna simpatía por EH BILDU, como tampoco la tengo por ninguna banda terrorista. Pero el sentido común me lleva a respetar lo que un pueblo libremente elige. No hay otra opción. Y en nombre de ese respeto me atrevo a manifestar mi opinión libre y sincera sobre las declaraciones de Blanco.

No me cansaré de repetir, como muchos, que la utilización de las víctimas por parte de los políticos es indecente. Cabemos en la boca de todos ellos en cuanto se olfatean votos. Pero me parece mucho más indecente que una víctima utilice a las demás para beneficio propio. A Mari Mar Blanco le falta mucho para ser la verdadera representante de las víctimas de terrorismo porque no las considera a todas por igual. Debería dimitir de su puesto de presidenta de la Fundación de Víctimas y así liberarnos a todas de la pesada carga que supone tener que enfrentarse a propios y extraños cada vez que como diputada del PP hace manifestaciones fuera de lugar.

Si lo que quiere es representar a las víctimas, que se aleje de la política, que las proteja, las ampare y luche por ellas de verdad

Mari Mar Blanco, en su condición de diputada, debe velar para que los acuerdos, los haga quien los haga, sean beneficiosos para el conjunto de la sociedad. Debe dedicarse a velar por la educación pública, por la sanidad pública, por proteger a las familias de desahucios, por evitar las muertes en el Mediterráneo, por sanear las cuentas del Estado, por recuperar la hucha de las pensiones, por proteger de la miseria a ancianos y niños en riesgo de pobreza,  por que todos los cuerpos de seguridad del Estado dispongan de toda la información en materia antiterrorista, para evitar que otros sufran lo que ella padeció; y por un sinfín de problemas que nos afectan a todos, víctimas y no víctimas. Y dejar de nombrarnos cada vez que le conviene para distraer a la sociedad de otros temas que le incumben. Y así, de paso, beneficiaria a las víctimas que dice representar, que también sufren la mala gestión de las instituciones además de su drama personal.

Y si lo que quiere es representar a las víctimas, que se aleje de la política, que las proteja, las ampare y luche por ellas de verdad. Que vele por la reparación de los daños, que se preocupe de que todos tengan la asistencia necesaria e imprescindible para llevar adelante sus vidas marcadas por la tragedia. Si quiere mantener el buen nombre de su hermano y que sea recordado por lo que le hicieron, que lo dignifique en lugar de ensuciarlo.  De otro modo el apellido Blanco acabará asociado a la hipocresía y al mal hacer de quien supo sacar partido de su muerte. Lamentable.

* Silvia Vidal Pinar es hermana de Marcos Vidal Pinar, asesinado por el GRAPO en 1980