La banda terrorista ETA fue usada una y otra vez como arma arrojadiza contra los adversarios políticos, especialmente a partir de la primera legislatura de Zapatero. Lo increíble es que hoy, cuando ya han pasado años del alto el fuego, primero, y la disolución después, los de siempre sigan erre que erre.

Rosa María Mateo, como administradora única del ente público de RTVE, ha cometido algunos errores. La entrevista a Arnaldo Otegi, en el canal 24 horas, no es uno de ellos. Pero se ha convertido en carnaza desde aquel día, para los que viven del conflicto. Y parece que va para largo.

En una carta al periódico ABC, Javier Rupérez, víctima de ETA, se queja a cuenta de la entrevista y pide un espacio con el mismo formato en la televisión pública, para reflexionar sobre Otegi y sus crímenes. Se acepta como cierto el hecho de que no se da espacio en la tv pública a quienes hablan en contra de ETA. En realidad, el hecho extraordinario es la presencia de Otegi y no la condena a los terroristas, que se proclama no pocas veces desde TVE.

En los sucesivos días, el tema se sigue estirando como un chicle. Ahora, con el apoyo a Rupérez de 62 diplomáticos, que también arremeten contra Mateo.

Otegi es miembro de un partido político legal y la televisión pública había ya entrevistado a diputados de todos los partidos con representación parlamentaria. Lo correcto era dar espacio también a Bildu, aunque no guste. Lo condenable hubiera sido una entrevista condescendiente, pero no fue el caso. Otegi quedó en evidencia, y eso solo se pudo lograr exponiéndolo a una entrevista incisiva. Vino a decir que pedía disculpas, si como portavoz “había causado más dolor a las víctimas del necesario o del que teníamos derecho a hacer”. Si alguien tenía dudas sobre el personaje, estas declaraciones lograrán que aun más gente lo condene.

Una discutible costumbre es la de ningunear a las víctimas socialistas de ETA. Los de siempre intentan ignorarlas, como si las víctimas fueran patrimonio de los partidos. A mí nadie me lo tiene que explicar. Mi amigo Ernest Lluch, ex ministro y miembro del PSC, que abogó siempre por el diálogo, fue asesinado por los pistoleros. Habría que ver cuántos de los hoy critican desde un sofá, hubieran tenido la mitad de la valentía de Lluch, cuando se enfrentó cara a cara en la calle con los terroristas, que lo estaban increpando: “¡Gritad bien fuerte, gritad, gritad, que mientras gritáis aquí no estáis usando pistolas!

Muchos deberían escuchar a su hija Eulàlia para valorar la paz que estamos viviendo. No insistáis, ETA ya no existe.

En ese intento, bastante exitoso, de patrimonialización, se dejan siempre a un costado las víctimas incómodas, las que no se pliegan al relato impuesto. Eulàlia es incómoda y Pilar Manjón, cuyo hijo fue asesinado el 11-M, también es incómoda. Por eso, esta admirable mujer tuvo y tiene que soportar los insultos más repugnantes que un ser humano puede proferir, sin que haya reacción de los que se indignan por ver a Otegi en la televisión.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com