Abrochémonos los cinturones para protegernos de la irritación y el tedio que, a partes iguales, van a amenazarnos a lo largo de los cinco interminables meses de precampaña que quedan hasta las autonómicas y municipales del 28 de mayo. Primavera comprometida para la izquierda: si la derecha gana con claridad en mayo, diciembre quedará sentenciado a su favor. 

Adelantar las generales y convertir el 28-M en un superdomingo electoral no parece que esté por ahora en los planes de Pedro Sánchez, y tampoco es una idea que entusiasme a la mayoría de alcaldes y presidentes autonómicos. Se repite el escenario del final del verano y el otoño/invierno de 2018, cuando Pedro Sánchez y su recién estrenado Gobierno eran percibidos como un lastre por los candidatos locales y territoriales del Partido Socialista. 

Los primeros meses de andadura del Ejecutivo salido de la moción de censura contra Mariano Rajoy fueron complicados, con un Partido Popular recocido en el caldo de su propio rencor por haber sido desalojado del poder y una buena parte del Partido Socialista mirando con recelo y aun con repudio a los compañeros de viaje que habían encumbrado a Sánchez al puente de mando del navío Moncloa.

La era de las tempestades

En el arranque oficial de la precampaña socialista, ayer en Sevilla, el presidente desempolvó la antigua metáfora que siempre fue del gusto de los gobernantes: “Durante estos cuatro años –dijo– hemos navegado frente a tempestades” como la borrasca Filomena, la pandemia del Covid o las consecuencias económicas de la guerra de Ucrania, y todo ello mientras la oposición trataba de “derribar al Gobierno aunque con ello se hundiera España”

La metáfora gubernamental propone el sugerente marco mental de un esforzado capitán luchando a brazo partido contra los elementos para mantener a flote la nave del Estado mientras los corsarios de la derecha y los bucaneros de la ultraderecha lo acosan sin descanso ni piedad. ¡Tres hurras por el capitán Sánchez! ¡Hurra, hurra, hurra!

Aun habiéndose perdido Andalucía para la causa socialista, los malos augurios del último trimestre de 2018 no se vieron confirmados en la primavera de 2019, cuando el PSOE de Pedro Sánchez afianzaba en abril la mayoría parlamentaria de la moción de censura y en mayo aventajaba al PP en 1,6 millones de votos en las municipales y retenía los feudos autonómicos conquistados en 2015. Los buenos resultados de 2019 permitían endosar la derrota andaluza de diciembre de 2018 en la cuenta particular de Susana Díaz, no en la personal de Pedro ni en la general del Partido Socialista.

'La historia no se repite pero rima'

La historia parece repetirse, o al menos rimar, cuatro años después. El capitán Sánchez no está en su mejor momento, acosado por la última tempestad que se ha cruzado en su singladura: la desencadenada simultáneamente por la reforma del delito de malversación, la supresión del de sedición y las rebajas de condena a violadores al amparo de la ‘ley del sí es sí’. 

Nadie va a echarle una mano a nuestro héroe en este trance: aunque los beneficiarios directos de la arriesgada reforma del Código Penal sean sus cargos públicos, Esquerra Republicana no se la echará por el temor a que Puigdemont le robe la preeminencia electoral en el campo independentista; y tampoco lo harán los jueces, unos porque consideran las reformas legislativas una chapuza, y algo de eso hay, y otros porque o bien se sienten humillados por el independentismo, como Pablo Llarena, o bien, como los que militan en el sector conservador, se sienten desairados por un Ejecutivo en el que los enemigos del Estado campan a sus anchas.

El reincidente

Para la derecha, Pedro Sánchez es un reincidente. Más exactamente: lo era antes incluso de haber cometido delito alguno. No es que Pedro haya reincidido en el delito, es que nació ya siendo reincidente. Fue la moción de censura primero y las victorias electorales después lo que, a ojos del PP, lo convirtieron en delincuente habitual.

Para el partido de Alberto Núñez Feijóo, la doble reforma del Código Penal es solo un capítulo más del historial de reincidente de un Pedro Sánchez cuya ventaja sobre otros políticos es que, haga lo que haga, la derecha siempre dirá lo mismo de él: que está dispuesto a vender España a cambio de unos meses más en el poder. Para el PP no es meramente un político ambicioso, es la Diabólica Encarnación Misma de la Ambición. Comparado con Pedro Sánchez Pérez-Castejón, Ricardo III de York era un becario del crimen. 

¿Logrará Capitán Sánchez sortear las gigantescas olas de la galerna que él mismo ha provocado y sobre las que surfean a su antojo los bajeles enemigos? ¿Mantendrá a flote el buque Moncloa en mayo primero y en diciembre después, como ya hizo en abril, mayo y noviembre de 2019 pese a que solo unos meses antes era poco menos que un apestado para alcaldes y presidentes autonómicos que querian renovar sus cargos? Su contrastada pericia como piloto experimentado en situaciones de alto riesgo será puesta de nuevo a prueba el 28-M. Los candidatos socialistas tienen por delante cinco meses de una travesía –otra más– de infarto.