“Es evidente que se está utilizando la justicia en España para provocar la caída de un presidente del Gobierno”. Así de tajante se muestra el juez Baltasar Garzón en una entrevista concedida a ElPlural.com con motivo del lanzamiento de su libro 'Los disfraces del fascismo' (Editorial Planeta). 

Garzón (Torres, Jaén, 1955) asegura que hay un resurgimiento del fascismo en los últimos años. Además, el juez fija la mirada en un PP que pacta con Vox. Frente a los radicalismos, Garzón llama a estar alerta, vigilantes y combatir al fascismo. 

Pregunta (P): ¿Por qué escribir de fascismo y más en concreto, de sus múltiples disfraces?

Respuesta (R): El momento histórico en el que vivimos es absolutamente adecuado para tratar este tema. En los últimos años hemos visto un aumento de los movimientos de extrema derecha, cómo se empiezan a organizar tanto en España como fuera de España, cómo intentan expandirse y cómo a través de distintos vericuetos no siempre se presentan de forma clara y palpable, reconociéndose como movimientos fascistas o de corte fascista.

He escrito sobre este tema de forma recurrente, he reflexionado mucho sobre él y consideré que era el momento de escribir este libro para compartir esos disfraces y generar debate.

¿Qué otros disfraces del fascismo existen? ¿Qué otros micro fascismos se perciben y se descubren en actitudes que aparentemente son deslavazadas?

Son los llamados fascismos no trascendentes, que no parece que tengan ninguna ligación con ese tipo de movimientos pero que están perfectamente concatenados y diseñados para producir un efecto. Persiguen el objetivo de la consolidación de esta ideología.

Lo que pretendo es dar algunas claves para que esto se descubra. Para que se vea que, si estamos actuando de una determinada manera en el Poder Judicial, o frente a determinados hechos delictivos, ante un comportamiento político determinado, un  comportamiento social o movimientos que aparentemente son independientes, pero que obedecen a una línea ideológica concreta, sepamos discernir lo que es lo uno de lo otro y decir ‘¡ojo, aquí hay este riesgo! Vamos a ver cómo lo concitamos’.

P: Usted llama a estar alerta, vigilantes y desenmascarar al fascismo. Todo ello en un contexto en el que partidos como VOX niegan ser un partido fascista.

R: Claro, como también niega el hecho de la defensa de la violencia, porque los partidos de extrema derecha en los últimos años se han dado cuenta que la violencia es rechazada por una generalidad de personas. Por lo tanto, no van a postular esa defensa. Sin embargo, sí se deriva en ejercicio de esa violencia hacia grupúsculos que incluso pueden parecer progresistas. El ecofascismo puede generar ese apoyo y ese hecho violento que después no es condenado por el partido político, pero no lo suficientemente defendido. Hay una especie de defensa ambigua, sutil, que se percibe como el apoyo al mismo. Por ejemplo, cuando ocurre este mural que había en Ciudad Lineal, en la granada que se tiró contra un centro de MENAS

Nunca se hace directamente, pero luego, a la hora de la condena o no se hace o se justifica la acción. O dicen que hay toda una génesis de conflictividad social. Es decir, aprovechan la circunstancia y ahí es donde hay que penetrar y descubrir por qué lo hacen, cómo lo hacen y a dónde quieren llegar.

Esos micro fascismos disfrazados, poco trascendentes, que no nos percibimos de ellos, pero que realmente tienen unas consecuencias.

P: Por tanto, ¿no considera exagerado decir que Vox es un partido fascista, o al menos que tiene comportamientos fascistas?

R: Digamos que Vox es un partido político de extrema derecha que comenzó con unos entresijos y resabios franquistas y que ha continuado por la vía del populismo.

El populismo y el fascismo van de la mano en el mismo camino hasta un punto en que el populismo se queda en los márgenes democráticos con ciertas características. El fascismo continúa y traspasa sus límites hasta la negación de los propios derechos consolidados.

Estamos en ese momento, en ese punto de inflexión y hemos visto algunos avisos como lo que es el planteamiento permanente y brutal contra la defensa en la violencia de género, cómo desengancharse de determinadas políticas de inclusión, cómo se denosta a los inmigrantes, cómo se les hace responsables de la inseguridad ciudadana, cómo se margina a aquellos que no piensan como tú o cómo tratas de imponer un modelo uniforme en un país diverso. Es decir, hay muchos hechos que demuestran que ese es el riesgo. Por lo tanto, es lo que tenemos que descubrir.

P: En su libro también hace afirmaciones bastante duras del Partido Popular. Por ejemplo, del PP dice que “está en un constante juego de espejos para disfrazar posturas abiertamente autoritarias y sectarias”.

R: Así es. Ahora no sabemos que época nos aguarda del Partido Popular. Ha habido un cambio sustancial en la dirección de ese partido, pero en los últimos años basta con ver el desarrollo de cualquier sesión parlamentaria donde lo que menos importaba era la verdad. Se alteraban datos, se hacía un discurso de negación total. Cuando interesaba un aspecto, se asumía; cuando interesaba el contrario, se defendía también. Se adoptó, por ejemplo, la decisión de no renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) con el propio acuerdo respecto al Tribunal Constitucional. ¡Y a quién se coloca en el Tribunal Constitucional! Son temas clamorosos que desvelan una posición claramente determinada de conseguir y mantener el poder a costa de lo que sea y contra quien sea.

P: Incluso diciendo que el partido no ha sido condenado por corrupción.

R: El Partido Popular ha sido ya condenado en dos ocasiones, pero no lo admite como tal. No admite que es un hecho palmario. Yo creo que la posición del Partido Popular y la de algunos otros componentes que han sido investigados y condenados, o están pendientes de juicio o de sentencia definitiva, es la de no asumir lo que yo creo que es fundamental cuando se trata de una formación política o de un representante público: asumir, aceptar ese comportamiento, pedir perdón y tratar de que esto se corrija. Si no, siempre va a ser el mismo problema.

'No puedes decir esto es del pasado', como llegó a decir el señor Casado, y no vamos a volver a hablar de esto, como si se pudiese tapar el sol con un dedo. Si hay corrupción hay corrupción. Si no se erradica, si no se hace una transparencia absoluta, va a volver a salir y mira por dónde, incluso para llevárselo a él por delante.

P: Ayuso ganó la batalla a Casado.

R: Pero eso no quiere decir que sea lo mejor, como el planteamiento totalmente manipulador de las campañas electorales de la señora Ayuso. El propio título de la campaña y sus carteles eran una tomadura de pelo. ¿Decir libertad significa que no estamos en un país libre? ¿No estamos en un país cuando esa misma expresión se está viendo que ella mismo la puede utilizar?

¿Qué es esto de decir que existe un gobierno social-comunista cuando objetivamente se sabe que ni siquiera es así? Toda esa utilización del lenguaje de forma tan parcial, de forma tan manipuladora, contribuye a radicalizar las posturas sobre todo en aquellos que no tienen ni tiempo, ni interés en profundizar en el estudio.

Lo expertos en fake news llegan a decir que el 75% de ellas son creíbles. Las noticias verdaderas se creen un 30, 35, 40%. Es decir, todos estos hechos tienen una concatenación y esos discursos, esa vaciedad del debate político que se produce en el Parlamento por parte de determinados partidos, también la tienen.

Analicemos, por ejemplo, a Vox. Extráigame algo positivo que haya dicho en un debate en el Parlamento. Lo único que hay es insultos, descalificación, incluso, a veces, contra personas que ni son diputados, que ni están ahí. Llevan la inmunidad a un límite que es contradictorio con la institución de la inmunidad, que es para garantizar la actividad parlamentaria y la falta de presión, pero no para insultar a la gente.

P: Hablando de fake news… Usted es muy crítico con internet. De hecho, lo llega a calificar como “un arma letal de propagación de las ideologías extremas”.

R: Yo utilizo todos los días en internet y procuro informarme o incluso leer libros y tener acceso a los medios de comunicación que hoy día pasan prácticamente todos por internet. Tampoco está tan lejano aquella resolución judicial que decía que internet no es un espacio de comunicación, sino que era otra cosa. Y eso era una forma de resolución judicial.

Pero evidentemente, por esa apertura total, es un mecanismo en el que la extrema derecha y los radicalismos más atroces -donde radican la mentira, la descalificación, la manipulación sistemática y el insulto más grosero-, han tenido una acogida impresionante.

Y cuando tú no tienes ni siquiera la prudencia o la autolimitación, sino todo lo contrario, generas una dinámica corrosiva que no favorece nada.

No es verdad esto de que internet favorece a la libertad de expresión. No, la prostituye. Eso no es libertad de expresión.

Yo soy partidario de que sea accesible la información, pero tiene que haber una responsabilidad por parte de quién accede esa información.

Yo no tengo Twitter y, sin embargo, puedo estar siendo insultado sistemáticamente en Twitter. La gente que recibe esa información no tiene por qué saber si es verdad o mentira. Yo no tengo capacidad para defenderme. Eso es muy grave y ese uso abusivo es al que yo me refiero.

Pero lo que es evidente es que la extrema derecha, lo mismo que ha abandonado el ejercicio de la violencia y de esa confrontación que hemos visto en otras épocas históricas en España, ha cogido internet y las redes sociales como su medio de expansión.

P: ¿Es internet el nuevo arma de la extrema derecha?

R: Claro, son mensajes muy simplistas que apelan a las tripas, a las emociones y es muy fácil que sorprenda y prenda en los segmentos más jóvenes de la sociedad. Esto está ocurriendo en otros países y la mayor radicalización se está produciendo ahí.

Hay una fascinación incluso por estas posturas fascistas, radicales o xenófobas… Es algo muy preocupante.

¿Cómo se combate eso? No lo sé, no sé si poniendo límites. ¿Pero límites como los que ahora estamos viendo la guerra de Ucrania? ¿Límites para qué? ¿Para que una parte del planeta no sepa lo que está sucediendo en la otra?

Hay que establecer una educación, una responsabilidad, un cambio paradigmático en el tratamiento de estos temas. Esa es la labor que tenemos que hacer. Una de las armas del fascismo es entrar a través de la manipulación de la educación. Bueno, pues lo que tendremos es que descubrir, denunciar, explicar y hacer pedagogía. Eso es costoso y muy pesado, pero en mi pequeña medida yo procuro contribuir con la publicación de un libro donde advierto y doy algunas claves que pueden ser positivas para combatirlo.

P: En su libro usted llega a afirmar que la transición nunca rompió con el franquismo en lo referente a la justicia. Es cierto que habla de un pequeño porcentaje de jueces progresistas que no intentaban, o que no intentan, realizar una interpretación retrógrada del derecho. ¿Pero qué porcentaje?

R: Yo creo que hay un hecho cierto: el franquismo nunca fue vencido. El dictador se murió y evolucionamos porque probablemente era la única opción de seguir una transición que en ese momento pudo tener su sentido y alcance. Pero de aquello hasta ahora han pasado más de 40 años. Creo que ya es un tiempo suficiente para reflexionar sobre esa transición y hablar de las zonas oscuras de la transición.

En el libro trato algunas de estas zonas oscuras de la transición: todo lo que fue la violencia de la extrema derecha, también hablo de los GAL como un foco de fascismo…

Hubo una transición que se quedó inconclusa. Hubo una ley de amnistía que se dijo que fue acordada de forma unánime. Podía ser necesaria en ese momento, pero después no se puede utilizar para garantizar la impunidad de los crímenes franquistas. Entonces, cuando yo digo que la cúpula de la Justicia tiene un anclaje todavía en el franquismo, me refiero a esto. A decir, ‘¡Oiga!, ustedes no han hecho nada para que las víctimas del franquismo reciban la cantidad de justicia que se merece’.

Hay muchas formas de hacer justicia. No necesariamente de justicia retributiva. Hay un modo de justicia restaurativa. Hay que escenificar esa reparación simbólica. Hay que hacer actos claramente desde la justicia para que los ciudadanos confíen en ella.

¿Hasta qué punto una víctima del franquismo puede confiar en la justicia española cuando sistemáticamente le cierran las puertas ante cualquier reclamación? Es muy difícil que se genere esa confianza.

¿Hasta qué punto alguien que vea la Justicia con un sentido absolutamente piramidal, que responde no por igual a todos los intereses, genera confianza? Si la justicia no genera esa confianza, es una injusticia. No nos vale para la sociedad. Es en ese sentido en el que yo desarrollo la idea de que todavía en España no ha habido esa transición de la justicia.

Nos acostamos con una dictadura, nos levantamos en la transición y seguimos en democracia. ¿Eso no sirvió en aquel momento? Sí (…), pero ya ha pasado mucho tiempo.

P: ¿Usted cree que es posible que se esté utilizando la justicia en España para, al igual que pasó en países de América Latina, intentar provocar la caída de un presidente del Gobierno o de un vicepresidente como Pablo Iglesias?

R: Bueno, yo creo que es evidente. No le voy a poner nombre, que usted los pone. Pero sí que hay acciones judiciales, no sólo en estos casos, sino que se han iniciado en el Tribunal Supremo y que después han quedado en nada; y hay otras ocasiones en el que se admiten querellas o denuncias a trámite y después, que producen un efecto político, se archiva. Yo he sido juez y sé cómo son los tiempos procesales. Por tanto, no me van a convencer de que no se puede hacer algo diferente. Si se hace así, en un momento concreto, cuando hay unas decisiones pendientes, es porque se lleva una finalidad. Es muy arriesgado caer en esa trampa: la justicia o componentes de la justicia puedan utilizar el derecho como un arma política. Eso es la guerra jurídica, eso es apoyar determinadas opciones políticas, instrumentalizando el derecho. Evidentemente, no van a parecer de forma grosera, pero evidentemente sí que van a aparecer de esa forma sutil y con muchos argumentos.

Cuando a mí me condenaron en el Tribunal Supremo por la interceptación de comunicaciones en el caso Gürtel, dictaron una sentencia.

Decían algunos medios de comunicación, demoledora y preconstitucional, reflejo en el libro algún aspecto sobre esto. Sin embargo, casi diez años después ha llegado una resolución del Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas en la que, por unanimidad, se dice que aquella sentencia fue arbitraria, fue parcial, no había previsibilidad en la conducta que se me imputaba y, además, se me privó de una segunda instancia, es decir, que fue absolutamente injusta todo el procedimiento.

Entonces, ¿dónde queda aquel argumento de decir lo que diga el Comité de Derechos Humanos no anula lo que dijo el Supremo? ¿Qué vale más, lo que dice el Supremo o el organismo experto en derechos humanos? En todo caso, cuestiona esa decisión, que no tendría que haberse producido de esa manera, pero con esto no quiero ya ni siquiera criticar aquella decisión, pero son argumentos que me valen para advertir que eso se está produciendo en la América Latina. Es una cuestión recurrente: hay nombres, apellidos o casos en los que esa instrumentalización ha hecho cambiar incluso a líderes o a responsables políticos e incluso han llegado a propiciar golpes de Estado.

P: Y, ¿puede ser que eso se esté dando de forma coordinada en España?

R: Coordinada no sé, pero que hay hechos que están aparentemente desvalazados, sí. Ahora bien, no olvidemos que hay un componente ultraconservador también en lo que es la justicia y el desarrollo de la interpretación de las normas jurídicas. No es lo mismo que se diga que usted como miembro de Vox ha utilizado o está tratando de utilizar a la justicia de forma instrumental y sectaria que decirle: ‘Le admito de momento la denuncia para ver si después esto es verdad o no es verdad’, cuando, claramente, se demuestra que se va a decir después que no.

Si esto se hace y después se archiva, ¿qué ha ocurrido en el medio? ¿Que no tendría que haber dicho el Tribunal Constitucional cuando Vox se presenta y es presentada la impugnación del tema del Estado? Lo primero que hay que hacer es coordinarse con uno mismo, no porque mantuvieran la postura contraria en el Parlamento y ahora resulta que asumen la representación opuesta. Vamos a tener una seriedad, vamos a ser serios.

P: Una última pregunta en Los disfraces del fascismo habla de que hay que velar continuamente por la democracia para que no acaben con ella. En este sentido, ¿hasta qué punto tramas policiales o grabaciones como la de José Manuel Villarejo deterioran y ponen en peligro la democracia?

R: Cualquier hecho en el que los aparatos, solos o con los estamentos del Estado se ponen en cuestión o se utilizan o se aprovechan para otros fines, desprestigia y degenera la democracia.

 Lo vimos con los GAL, con la “guerra sucia”, lo vimos con el CSIC, y lo hemos visto recientemente, con el tema del CNI, Pegasus y demás. Lo podemos ver también en los casos que se están investigando judicialmente.

Lo importante ahí es que se demuestre cuál es esa verdad y evitar que el sucesivo pueda plantearse hechos. Hay que hacer una depuración, una normativa, claramente transparente, que regule cada uno de los espacios opacos del poder. No puede haber en una democracia esas zonas grises, lo que no quiere decir que se debe acabar un servicio de inteligencia, pero es que los servicios de inteligencia lo que no pueden cometer los delitos.

Hay que establecer unas líneas rojas que tienen que estar perfectamente determinadas y tiene que haber una motivación. Si se han alterado esas reglas se sancionan, pero también a la hora de investigarlos, hay que ser cautelosos con las medidas y los principios fundamentales del proceso penal. No se puede porque se califique a una persona como un delincuente o ni siquiera se le ponga el presunto, sino que se le condene antes de ser enjuiciado, porque eso tiene su trascendencia.

Los juicios paralelos son peligrosos. Otra cosa es la información, aunque me parece muy bien que se informe sobre esos temas y debe de informarse y profundizarse en todo esto, al margen de lo que es la propia investigación judicial. Pero no en convertirse en una especie de eco permanente, repetitivo y, a veces, manipulado según los intereses concretos, que lo único que hacen es entorpecer al propio mecanismo de la justicia. Si eso se produce y la justicia no consiente, pues tenemos un grave problema.