En tiempos de inmovilismo, apatía, negacionismo y falta de reacción a una sociedad crispada, a veces indolente y en muchas ocasiones falta de conciencia, se agradece que en pleno Madrid, esa “capital de la libertad” (para el bulo y la reacción, claro), en el campus de la Universidad Complutense de Madrid, a 4 kilómetros de la Puerta del Sol, la esperanza de que genocidios, guerras sangrientas y 16.000 niños y niñas asesinados, no caen en el rincón del olvido ni del rechazo, ni de la protesta.
Hay quien dice que las acampadas de los jóvenes universitarios en EE.UU. y Europa, y por ende las que se producen desde hace días en España, “no sirven para nada” pues no detendrán los planes asesinos de Netanyahu y de su grupo de ultras sionistas que tienen al mundo en vilo mientras masacran un territorio como el de Gaza llevando a cabo, lo que cada vez parece más claro, crímenes de guerra.
No es cierta esa afirmación. Los grandes cambios, los importantes pasos para la paz por la denuncia pública y el despertar de conciencias, han venido en muchas ocasiones de la mano de la protesta juvenil. Es un paso importante y necesario para que en el tablero mundial comience a dar pasos hacia una salida a este sanguinario conflicto bélico. En todo caso, siempre quedará el que “por mí no fue”, “en mi nombre no” y, por supuesto, la conciencia individual limpia y orgullosa de haber hecho lo posible. Si esta reflexión fuera colectiva, otro mundo sería posible.
Hemos acudido a la zona de la “Casa del Estudiante”, lugar en torno al cual se ha organizado la Acampada por Palestina, de los estudiantes, y también profesores de la Universidad Complutense de Madrid. Lo que ves te hace creer que las reivindicaciones justas pueden pasar del mundo del debate y de las ideas, de la expresión verbal y de la charla, a la materialización en acciones organizadas. Porque lo primero que destaca es una correcta organización en espacios de encuentro y discusión, asambleas de decisión pero también de la propia instalación de tiendas de la acampada, servicio de prensa, avituallamiento, elementos de difusión, creatividad y existencia de una demanda a favor de la paz plasmada en textos, exigencias y reivindicaciones concretas.
Los muchos jóvenes acampados en un organizado orden de colocación de tiendas, son solo un parte del enorme número de personas, del mundo de la universidad y también de otros ámbitos, del que se nutre la mole humana que como una especie de hormiguero humano, no dejan de llegar al recinto. Destaca algún taxista que hace tocar su claxon en señal de solidaridad o el de un vehículo furgoneta que despliega con su brazo, desde la ventanilla, un puño en señal de apoyo. Preguntamos a algunos de los chicos y chicas presentes el motivo por que están allí y la respuesta parece unánime: “Porque queremos parar este genocidio”; “porque no pueden morir más personas día a día sin que, al menos, hagamos algo”; “porque el mundo universitario no puede permanecer impasible a esta tragedia colectiva”….
Los deseos se plasman en pancartas con creatividad que “fabrican” allí mismo con sprays y pinturas. Van desde la ruptura de relaciones con Israel por parte del Gobierno, el cese de la venta de armas o “instar a las universidades a que rompan los vínculos con el genocidio cancelando acuerdos con Israel y cortando relaciones con las empresas que lo financien”.
De esta manera, este sector de los universitarios de Madrid expresa su solidaridad con Palestina y con su pueblo, motivados por el creciente movimiento estudiantil internacional. Destacan la valiente resistencia palestina así como la repulsa creciente hacia el genocidio perpetrado por Israel y la implicación de las instituciones. Critican los convenios de investigación y programas de intercambio con universidades israelíes, así como la financiación universitaria por empresas vinculadas a la venta de armas.
Más allá del acuerdo total, parcial o no con sus reivindicaciones concretas, hay una que sobrepasa a todo lo concreto: el deseo de paz y de que pare la guerra. Si algunos y algunas de los que, de manera falsa e incontinente, ve en estas acciones la más mínima relación con la defensa de organizaciones terroristas como Hamás, un antisionismo inconsciente o manipulación política o ideológica, debería acercarse a la Casa del Estudiante de la Complu, mezclarse con la gente, hablar con ellos.
Tal vez, posiblemente tal vez, se caería del caballo y se daría cuenta de que lo que expresan estos jóvenes, es lo que si tuviéramos la dignidad suficiente, deberíamos hacer todos. Es una cuestión de humanidad, es una cuestión 34.971 fallecidos y 78.641 heridos en Gaza. Es cuestión de que por cada día sin un alto el fuego definitivo, han muerto una media de 100 niños y niñas. Es motivo de los niños de Gaza que sobreviven a la violencia sufren horrores indescriptibles, como lesiones que les cambian la vida, quemaduras, enfermedades, atención médica inadecuada y la pérdida de sus padres y otros seres queridos. Es causa de que unos 1.000 niños y niñas de Gaza han perdido una o ambas piernas, a muchos se las han amputado sin anestesia, y necesitarán atención médica de por vida. Es el hecho que más de 16.000 niños y niñas han muerto a causa de los ataques aéreos y las operaciones terrestres israelíes en Gaza y miles más están desaparecidos, presuntamente sepultados bajo los escombros. ¡Es motivo de humanidad!
Por cierto, dice Isabel Díaz Ayuso que ve politización en acampar por Palestina y se pregunta si “¿Van a sacar a Einstein de las universidades?”. Debería saber la presidenta o sus asesores que Albert Einstein, antes irse al exilio estadounidense, en 1933 el gobierno de la Segunda República española le ofreció incorporarse como investigador a la Universidad Central de Madrid a iniciativa del ministro Fernando de los Ríos. Finalmente, dada la situación de inestabilidad política en Europa y el ascenso al poder de la CEDA en España, Einstein declinó la oferta. Ante la posibilidad de que el científico alemán aceptara el puesto, sectores de la derecha española mostraron su malestar llamándole el “judío marxista”. Si Einstein viviera, estaría acampado en la Complutense, Columbia, Barcelona o La Sorbona. Otros prefieren el terraceo acrítico y sin conciencia en Ponzano.