Andalucía se ha erigido este domingo como el epicentro del terremoto que ha sacudido el mapa político español. El vuelco ha sido absoluto y ni la más rigurosa de las encuestas o el mejor de los analistas pudiera haberlo barruntado. El PSOE de Susana Díaz ha ganado las elecciones, sí, pero ha perdido la Junta. Sus 33 escaños sumados los 17 de Adelante Andalucía no otorgan a la izquierda mayoría ante una derecha comandada por el PP (26), Ciudadanos (21) y Vox, que irrumpe con fuerza con 12 diputados.

Ni la más halagüeña de las encuestas para la ultraderecha hubiera vaticinado este resultado. Han obtenido 395.978 votos, un 10,97%. Sin duda alguna, el gran victorioso de estas elecciones.

“Tenemos la llave de San Telmo”, ha advertido el líder de Vox, Santiago Abascal. Y Ciudadanos y PP lo saben. Por este motivo, tanto Juan Marín, candidato naranja, como Juanma Moreno Bonilla, han anunciado que ambos presentarán sendas candidaturas a la investidura. El popular lo hace porque considera que “Andalucía ha votado cambio” y son la segunda fuerza más votada -la primera de la derecha-. Por su parte, los naranjas consideran que el cambio “solo puede liderarlo el partido que crece”.

Pablo Casado poco ha tardado en adelantar que negociarán con Vox: “Hablaremos con todo lo que esté a la derecha del PSOE”.

Por su parte, Susana Díaz se ha postulado como “el dique de contención” de la “extrema derecha”, haciendo un llamamiento a “las fuerzas constitucionalistas”: “Y que cada uno diga a quién da sus votos. Si prefieren sumar sus votos a la extrema derecha, que lo digan”, ha espetado al líder socialista, quien ha anunciado que a partir de mañana abrirá un proceso de diálogo.

¿Cómo hemos llegado a esto?

La extrema derecha ha irrumpido en las instituciones españolas. Aquel fantasma europeo que parecía no atravesar los Pirineos ha desembarcado en Andalucía. Y no con uno, dos, o cinco escaños, como apuntaban las encuestas, sino con nada más y nada menos que con 12.

La primera respuesta se encuentra en la participación, que se ha quedado en un escaso 58,65% (3.691.859 votantes), cuatro puntos porcentuales menos que en 2015, cuando se alcanzó un 62,30%.

Con los primeros datos oficiales de participación ya se podían prever los derroteros por los que transitaría la noche. La participación caía sobre todo en los feudos socialistas como es el caso de Sevilla, donde apenas ha votado entorno al 60%, seis puntos menos que en 2015.

Además, la campaña no solo ha sido extraña en cuanto a lo anecdótico se refiere, con Moreno Bonilla pidiéndole el voto a una vaca y protagonizando vídeo de Star Wars o Teresa Rodríguez presentándose como la Khaleesi andaluza; sino que también se han jugado en clave nacional.

Ciudadanos ha hablado de Cataluña en Andalucía mientras su comitiva viajaba en un autobús con las caras de Oriol Junqueras, Pedro Sánchez y Carles Puigdemont.

Todo ello, unido a un discurso por parte de PP y Ciudadanos marcado por la connivencia con respecto a Vox, ha cristalizado en una caída del voto de la izquierda. La suma PSOE-Podemos ha perdido unos 700.000 votos con respecto a 2015. ¿El resultado? El desembarco del fantasma de la ultraderecha en las instituciones españolas.