Además del dinero recibido de grupos que figuraron como terroristas o de la Fundación Nacional Francisco Franco, el equipo de Vox está plagado de ideales reaccionarios y defensores de la época más ominosa de España. Las salidas de tono de sus generales, que con el aire marcial que los acompañó en campaña no dudaron en sacar pecho y estampar su firma en alegatos profranquistas; los vínculos con obispos que tratan a pedófilos y prometen la reconversión al lado correcto de los homosexuales; los negacionistas del holocausto judío y los militantes en juventud de partidos u organizaciones neofascistas han copado las portadas de los principales rotativos del país desde que la extrema derecha española alcanzara cuotas de poder.

Mientras tanto, Abascal y su equipo se escudan en que todo es cuestión de la inventiva de los “medios progres” que tratan de deslegitimar a su formación y estigmatizarlos socialmente. El trato con la prensa es ahora más calmado al que acostumbraba en campaña. Eso sí, cribando quién tiene el honor y quién, por el contrario, no merece su tiempo (hay que recordar que Vox ha vetado sistemáticamente a periodistas de ElPlural.com).

Formar un partido a contrarreloj no fue tarea sencilla. Más si cabe entendiendo el rápido ascenso de los ultras, que pasaron de ser un cero a la izquierda políticamente a dejar noqueados a todos los analistas políticos que otrora se aventuraron a decir que esta nueva hornada de política atrabiliaria no era más que una moda pasajera.

La carta de presentación de Vox es repudiada por sus detractores, pero abrazada, fielmente y sin costuras, por sus feligreses. Una coreografía perfecta en la que se une el mensaje fiero de sus líderes y el simbolismo no verbal que reside cada vez que ondea una rojigualda, suenan los acordes patrios o se llama a la valentía frente a la corrección política.

Desde la oscuridad y sin hacer ruido, uno de los artífices de que el son de la extrema derecha sumara adeptos a marchas forzadas es Kiko Méndez Monasterio. A pesar de que no se le atribuye, de cara al exterior, ningún puesto orgánico, Santiago Abascal ya ha mencionado en más de una ocasión la importancia de contar con la asesoría de su buen amigo.

Asiduo a programas televisivos de extrema derecha, así como a rotativos como La Gaceta -que él mismo dirigió-, el asesor del líder ultra tiene un pasado plagado de capítulos manchados por actitudes beligerantes.

Miembro en juventud de la organización Alianza por la Unidad Nacional (AUN), claramente neofascista y defensora de ideales impropios del talante democrático que se le presupone a un asesor político, Monasterio se metió en una pelea en la Facultad de Derecho en 1998. En aquella trifulca, uno de los más damnificados por la violencia perpetrada por la organización fue Pablo Iglesias, actual líder de Podemos.

AUN era presidida por Ricardo Sáenz de Ynestrillas, hombre fuerte de la derecha radical tiempo atrás. Para saber cuál era la función de Monasterio dentro de la organización, ElPlural.com se puso en contacto con con el expresidente de la organización ultra en exclusiva: “Kiko Méndez Monasterio ha sido uno de los dirigentes más importantes de la organización, era el presidente de las juventudes”.

Pero no quedó ahí, aclarando el carácter de AUN y de la subdivisión fundada posteriormente por el actual asesor de Abascal: “Niego categóricamente que Alianza por la Unidad Nacional fuera un grupo neonazi. Nunca lo ha sido. Él, junto a cuatro personajes más, fundó Alianza Nacional, sin la “n”, y trató de vincularlo a nuestra asociación. Pero no son nada más, son cuatro trasnochados que no son capaces de labrarse un futuro por ellos mismos y que se enemistaron con todos nosotros”, sentenció acaloradamente el expresidente de la asociación.

Más a la derecha que la extrema derecha del momento. Ese es el resumen final sobre una conversación con el que fuera su líder en aquel movimiento que los unió. Actualmente su jefe es otro. Su poder también. Entre bambalinas, la mano derecha del líder de la extrema derecha busca hacer hueco a debates hasta ahora enterrados.