Semanas de reuniones en las que Ciudadanos y su núcleo fuerte han repetido la misma premisa: “Nuestra preferencia es el Partido Popular”. Ni siquiera en aquellos lugares donde la limpieza democrática obligaba a buscar un cambio de aires los naranjas se han replanteado virar hacia el PSOE y conformar nuevas mayorías.

El mantra de partido regenerador y destinado a luchar contra el caciquismo que se implanta tras muchos años en la gobernabilidad de una misma comunidad solo ha sido utilizado cuando había posibilidad de asestarle el golpe de gracia al PSOE. Fue el caso andaluz, donde las tres derechas se pusieron de acuerdo para cargarse a la lista más votada. Un gran logro que los naranjas anunciaron, visiblemente emocionados, a bombo y platillo.

Siguiendo la estela de esta actuación y de las soflamas enumeradas por un partido que se considera moderado y centrista alguien podría pensar que cuando hiciera falta remangarse para echar al PP también lo harían. Nada más lejos de la realidad. 24 años en Madrid de gobierno popular y escándalos de corrupción no han bastado para que Aguado se reuniera con quien hiciese falta, incluyendo a Vox, para apuntalar a los azules una candidatura más.

Murcia ha seguido la misma estela. Quinta legislatura seguida de un PP que ha perdido votos a manos llenas pero ha convencido a Ciudadanos para que se convierta en su muleta. Un salvavidas con el que mantener muchos de sus feudos y salir a flote de una situación que distaba mucho de ser la ideal, pese a la fiesta improvisada por Casado la noche del domingo 26 de mayo.

Pero si alguna región ha llamado la atención ha sido Castilla y León. Los socialistas siguen buscando obtener apoyos naranjas, pero estos insisten en denostar a sus rivales y seguir su camino por la senda conservadora. Incluso haciendo callar a Francisco Igea, una de las voces más críticas tiempo atrás con la cúpula central de su formación.

El centro se tambalea. Ciudadanos se “derechiza” y su propio equipo lo sabe. Tal y como hemos informado en ElPlural.com, son muchos los candidatos que empiezan a levantar la voz haciendo una petición inequívoca de autonomía e independencia para determinar su propio rumbo. En 2015 rompieron, junto a Podemos, el bipartidismo. Y ahora, salvo pequeños gestos como Albacete, Ciudad Real o Guadalajara, los naranjas ejercen de muro de contención popular.