El Orgullo 2019 ha llegado envuelto en polémica a Madrid. Fiesta y reivindicación van de la mano en unas fechas en las que los diferentes colectivos hacen balance del año, sacan a relucir las vergüenzas de una sociedad que todavía ha de avanzar en favor de la inclusión e igualdad real y piden a las autoridades que garanticen sus derechos sin medias tintas.

Sin embargo, este año los desfiles, conciertos y manifestaciones han llegado apenas un mes después de dos jornadas electorales. A nivel general, la izquierda se impuso y tiene por delante la difícil tarea de formar Gobierno. A nivel municipal y autonómico, Madrid depende de las alianzas con la extrema derecha.

Dispuestos a derrocar la Ley LGTBIQ+ escondiendo este retroceso en su plan para la “libertad de educación”, además de plantear la posibilidad de fomentar ‘terapias para reconducir a los desviados’, hacer peticiones de información personal de las asociaciones que den charlas en colegios e institutos para retirar sus subvenciones y enviar el Orgullo a la Casa de Campo para que las familias de bien que paseen por el corazón neurálgico de Madrid no tengan que ver este espectáculo obsceno y contra natura.

El ideario de los ultras dista mucho de los valores defendidos en estas jornadas de reivindicación. Aceptar sus requisitos, pactar con ellos y estampar firmes comunes también. Esto es lo que reivindica COGAM, asociación encargada de la organización del Orgullo, que hizo público un documento en el que todos los partidos que quisieran participar debían suscribirse. El requisito número uno, no pactar con la extrema derecha reaccionaria y contraria a su lucha.

Ahora, a pocos días de la gran marcha del 6 de julio, el debate dentro del colectivo está abierto: ¿escrache y repulsa a Ciudadanos? Muchos son los que defienden que dentro de la reivindicación hay que dejar clara su postura a los naranjas. En Barcelona ya se pudieron ver pintadas contra el autobús de la formación de Rivera, en Madrid el debate está abierto.

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Algunos colectivos más aguerridos abogan por el ‘sí’. Argumentan su posición alegando que fueron ellos quienes decidieron no cumplir los requisitos, que dar marcha atrás y volver a ceder no es la solución, que esta fiesta debe servir como altavoz para demostrar a la comunidad internacional que los naranjas esconden sus vergüenzas con sonrisas traicioneras y ominosos apretones de mano al amparo de tecnicismos con los que negar la evidencia.

Sin embargo, otros líderes LGTBIQ+ creen que la repulsa directa puede ser “contraproducente”. Rubén López, portavoz de Arcópoli, señaló a ElPlural.com que la reivindicación se podía “perder entre el ruido de fondo” si se centra en señalar a uno u otro partido.