El municipalismo madrileño del PP vive un momento de encrucijada interna sin parangón. La debacle en las urnas del pasado 28 de abril afectó a las posibilidades populares. Además, los rostros visibles de la formación en Madrid tampoco son bien recibidos por los alcaldes que se juegan el crédito el próximo 26 de mayo. El carácter atrabiliario e histriónico mostrado en los continuos bandazos protagonizados por Díaz Ayuso y Almeida, candidatos a la Comunidad y a la ciudad respectivamente, no convence ni a los electores ni a su propia delegación.

Fuentes internas del partido reconocen que la situación es crítica. Muchos defienden el legado que ellos han dejado, respaldado por los allegados y vecinos de cada una de las plazas donde jugarse el tipo. Sin embargo, los exabruptos de sus cabezas visibles pesan como una losa en sus aspiraciones.

Una disonancia palpable que hace de la hoja de ruta a seguir un auténtico rompecabezas. A una semana de las elecciones, el aire está enrarecido y los candidatos aguantan la respiración temiéndose el peor de los escenarios posible. En una Comunidad en la que los azules se han desgastado tras 24 años gobernando impertérritos, a los que hay que sumar una colección de casos de corrupción destapados con el paso del tiempo, hay que añadir la fragmentación de la derecha.

Pero si el mensaje de cara al exterior es que el PP es el único partido del centro-derecha capaz de cumplir las expectativas demandadas por los que antaño confiaron en ellos, el municipalismo madrileño tiene otras convicciones. Esperan imponerse a sus rivales directos, Ciudadanos y Vox, pero esperan que ambos, especialmente los ultras, resistan y consigan el respaldo necesario para defender los intereses del bloque.

He aquí la diatriba: Casado, hijo político del legado de Aznar al frente del partido, luchó por derechizar el partido e imponerse a los vientos de cola que arrastraba Vox con sus proféticos mensajes. Sin embargo, la estrategia cayó en saco roto. Más allá de perder las elecciones, lo abrupto de la situación, con Ciudadanos a menos de un 1% de voto y lejos de poder gobernar uniendo a la extrema derecha, trajo consigo un tsunami de puertas para adentro y obligó a sus dirigentes a modelar un discurso defendido a capa y espada sin tiempo de reacción.

Son muchas las voces críticas con la cúpula central y regional del partido que abogan por un pragmatismo sensato, teniendo en cuenta lo complicado de la situación y no cerrando puertas a las que posteriormente habrá que llamar. El objetivo es doble: evitar el sorpasso y que Vox no se hunda.

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De ahí que en todas las conversaciones privadas, no pocos alcaldes y dirigentes regionales del PP repitan el mensaje: "O Vox nos salva, o estamos perdidos". Y es que consideran que si el partido de Santiago Abascal no consigue superar los resultados que arrojan las encuestas y movilizar a su electorado, la derecha no podrá gobernar muchas plazas de Madrid. Además, son conscientes de que necesitarán de sus concejales en todos los sitios que gobiernan para alcanzar mayoría.