Una vieja historia. Nueva versión (Galaxia Gutenberg), como indica su subtítulo, es una revisión o, más en particular, una ampliación, de una novela corta que su autor, Jonathan Littell, publicó en 2012 junto a otros relatos. Tras la publicación de su ensayo Lo seco y lo húmedo en 2009, no había regresado a las librerías tras su gran Las benévolas (2006), una de las obras más relevantes de los últimos años.

Su nueva novela es una obra extraña estructurada en siete capítulos o variaciones que Littell arranca y cierra de manera prácticamente idéntica: alguien sale de la piscina y se sumerge en un universo que tiene tanto de real como de imaginado, tan tangible como volátil, en una sucesión de pasajes sexuales y violentos que, finalmente, acaba con ese alguien de nuevo en la piscina (el uso del agua no es casual y posee cierto componente metafórico o simbólico). Ese alguien puede ser un hombre, una mujer, un niño, un hermafrodita, todos ellos sin nombre, quien sale de esa piscina adentrándose en pasillos oscuros que conducen a diferentes estancias y secuencias que incluyen orgías, asesinatos, violencias, situaciones de guerra y exterminios y ejecuciones de prisioneros, juegos sexuales sadomasoquistas -voluntarios o no-…

Littell crea en cada variación un territorio abstracto en cuanto a que el lector no es capaz de ubicarlo en un espacio determinado, pero en extremo tangible, en tanto a que el escritor se ocupa de transmitir una feroz fisicidad en la que los cuerpos toman el protagonismo. Los personajes, que carecen de nombre, hablan en primera persona de su experiencia, pero Littell transgrede esta subjetividad con un trabajo literario en el que no hay lugar para la empatía, todo expuesto con crudeza, con una gran frialdad. Un relato objetivo del horror en el que no cabe encontrar causas ni lógica a aquello que acontecen en sus páginas. Los personajes no se cuestionan qué está sucediendo, cómo han llegado a esos lugares, cómo de un hotel acceden a un espacio desértico, por ejemplo, o como las leyes de lo real parecen no regirse por la normalidad.

En Una vieja historia. Nueva versión, Littell juega con la repetición casi obsesiva, con el regreso a escenarios y situaciones que van variando para nunca ser los mismos, aunque lo parezca. Mediante un estilo tan árido y descriptivo como hipnótico, alucinado por momentos, Littell relata con precisión unos espacios que se sugieren nuevos, aunque sean reconocibles, y es ahí donde la novela se alza como magnífica, en su capacidad para incidir en espacios y motivos para convertir lo reconocible en un espacio nuevo dentro del cual plantear algunas cuestiones que surgen de su lectura mediante su trabajo literario.

Así, Littell nos sumerge en un territorio en el que lo onírico y lo real no se confunden, pero sí incide en cómo el primero se presenta tan verdadero como el segundo con el fin de cuestionar nuestra percepción de lo que consideramos realidad. Los personajes tienen edades y sexos diferentes, pero al final acaban pareciendo los mismos en un intento del autor de diluir lo individual, lo yo, absorbido por lo social y sus derivas vejatorias y violentas. Despojados de libertad, los personajes se dejan llevar de unos espacios a otros asumiéndolo todo como normal, algo que convierte a Una vieja historia. Nueva versión en una novela inminentemente política en su mirada hacia el presente, hacia el hoy. Porque los personajes de la novela asumen su condición de figuras en una gran ficción en la que no tienen, en última instancia, capacidad de disociar qué sucede a su alrededor ni cuál es su papel dentro de aquello que acontece. El yo queda anulado en una vorágine social en la que el sexo es violento y repulsivo a la par que fascinante, en la que el individuo es relegado bajo la masa y se pierde, aunque después de cada experiencia regrese al agua de la que ha salido al comienzo de cada variación.

'Una vieja historia. Nueva versión", Jonathan Littell (Galaxia Gutenberg)