Nacidos en Monterrey y asentados en Ciudad de México, Latin Mafia es, ante todo, un pacto de sangre creativa. Mike de la Rosa, productor y hermano mayor, arma la arquitectura sonora sobre la que los gemelos Emilio y Milton despliegan un canto a dos voces que oscila entre la caricia R&B y el desgarro urbano. Esa división del trabajo —dos cantantes, un productor— no es un eslogan de redes: es la columna vertebral de un proyecto que ha encontrado en la mezcla su identidad y en la economía casera su método, primero, y su estética, después. En 2021, mientras medio mundo aprendía a hacer música con auriculares baratos, ellos subieron Ciudad de las luces y empezaron a levantar comunidad desde el cuarto, cámara en mano, hasta convertir su apellido en sinónimo de oficio y curiosidad.

El salto del dormitorio a la industria llegó con una decisión de peso: en julio de 2024 firmaron con Rimas Entertainment —la casa de Bad Bunny— sin renunciar al control creativo que los había traído hasta ahí. El fichaje fue menos una capitulación que un refuerzo logístico para un trío que ya agotaba entradas y acumulaba millones de escuchas con Julieta, No digas nada o Patadas de ahogado (con Humbe). En paralelo, desembarcaron en Coachella: un debut que certificó que su conversación digital podía traducirse en músculo de directo y que los situó, de golpe, ante un público global.

El siguiente movimiento fue el que separa a las promesas de los proyectos con futuro: publicar un álbum capaz de ordenar su universo. Todos los días todo el día, editado en octubre de 2024, es la respuesta. Concebido como un viaje continuo, el disco cosecha y afina lo que ya intuíamos en sus sencillos: beats que respiran, pianos que entran a contraluz, bajos que empujan sin avasallar y una escritura que mira a la ansiedad y al deseo sin dramatismos, con una franqueza cotidiana que conecta con una generación que se reconoce en la vulnerabilidad. La recepción crítica fue inmediata —listas de lo mejor del año en cabeceras internacionales— y, lo más importante, el repertorio empezó a girar en salas grandes sin perder sutileza.

En enero de 2025, Latin Mafia llevó Siento que merezco más a A COLORS SHOW, ese escaparate mundial que separa la moda de la sustancia. La pieza, que ya actuaba como carta de presentación del álbum, luce en el formato de COLORS su minimalismo emocional: palmas, un piano que llama y responde, y la fricción dulce entre las voces de los gemelos, una limpia y otra áspera, que ha terminado por ser una de sus señas de identidad. El impacto del clip consolidó al trío en la conversación mainstream sin diluir su rareza.

La industria tomó nota. A finales de 2024, Latin Mafia figuró entre los nominados a Mejor Nuevo Artista en los Latin Grammy, una vitrina que, más allá del trofeo, señalaba una evidencia: el fenómeno ya no era solo de TikTok. La nominación cristalizaba una trayectoria que, en tiempo récord, había pasado del indie de dormitorio a la élite del pop latino con la naturalidad de quien encuentra un hueco propio sin pedir permiso.

Otro hito de ese tramo fue 2:12 AM, colaboración con Rauw Alejandro dentro de Cosa Nuestra. Más que una invitación de escaparate, el tema —con producción de primera línea— mostró a los mexicanos como socios creativos, capaces de aportar textura y relato a un álbum de alta maquinaria urbana. Para el trío, la jugada sirvió como puente hacia audiencias ajenas a su circuito; para Rauw, como una bocanada de aire fresco dentro de su estética noctámbula.

Para el público español, la cita es doble y con fecha: el 19 de noviembre en Razzmatazz (Barcelona) y el 20 en el Live Las Ventas (Madrid), dentro de la gira Aún Te Odio Y Te Extraño Mucho Tour. Será el primer encuentro de Latin Mafia con una audiencia que, por afinidad estética, puede encontrar en el trío una vía de entrada a un pop urbano menos obvio y más conversado. Si algo ha demostrado la banda en su breve pero intensa historia es que no le interesan los atajos: prefiere que la canción mande y que la comunidad decida. Allí, entre el susurro y el coro, se entiende la razón de su momento. 

Latin Mafia no es un accidente viral ni un guiño de temporada. Es la prueba de que, cuando tres músicos se permiten crecer sin corsés de género y con las herramientas de su tiempo, el resultado puede ser un lenguaje propio: uno que conversa con el reguetón sin plegarse a su inercia, que toma del R&B su piel y del pop su oído, y que entiende la salud mental como temática digna de melodía, no de consigna. Es, también, una historia de clase creativa latinoamericana: artesanía, intuición y trabajo. Y, a juzgar por lo andado, apenas es el primer capítulo de un relato que se escribe todos los días, todo el día.

Súmate a El Plural

Apoya nuestro trabajo. Navega sin publicidad. Entra a todos los contenidos.

hazte socio