La mañana del 30 de abril de 1980, un grupo de seis hombres, opositores al régimen islámico del ayatolá Jomeini, tomaron la embajada iraní en Londres con veintiséis rehenes, exigiendo la liberación de más de noventa presos encarcelados en Irán. El 5 de mayo, bajo la llamada Operación Nimrod, un grupo de asalto del SAS (Special Air Service), en apenas quince minutos, liberaron a los rehenes y acabaron con cinco de los secuestradores. Solo uno sobrevivió y fue condenado a cadena perpetua.

El director neozelandés Toa Fraser dirige 6 días, película que puede verse como una reconstrucción ficcional de los hechos anteriores con un cierto tono pretendidamente documentalista o como un thriller a partir de hechos reales. O ambas cosas. En su inicio, mediante imágenes televisivas montadas de manera abrupta, se contextualiza el momento, con la llegada al poder de Margaret Thatcher. Aunque el terrorismo no era un asunto ajeno a los británicos –recuérdese el I.R.A.-, la toma de la embajada era una situación casi insólita para ellos. Treinta y siete años después, aparecen los sucesos tanto con una cierta lejanía temporal como muy cercanos debido a la deriva actual del terrorismo. Sin embargo, los responsables de 6 días no persiguen, o no del todo, llevar a cabo un paralelismo entre aquellos sucesos y nuestro presente, pero sí posee un claro posicionamiento ideológico, manifestado en sus imágenes finales así como en los letreros explicativos con algunas opiniones sorprendentes en referente a los secuestradores.

[[{"fid":"72193","view_mode":"ancho_total","fields":{},"type":"media","attributes":{"alt":"6 días', de Toa Fraser","title":"6 días', de Toa Fraser","class":"img-responsive media-element file-ancho-total"}}]]

La película se modula entre los personajes del mediador del secuestro Max Vernon (Mark Strong) y el soldado del SAS Rusty (Jamie Bell). Dos maneras de afrontar los sucesos y que, finalmente, la película claramente acabará posicionándose con el segundo como dejan claras sus imágenes finales. Sin embargo, entrega algunos buenos momentos con Strong en un intento de comunicarse con unos secuestradores que acaban superados por la situación. Por el contrario, la interpretación histriónica de Bell consigue que su personaje sea casi paródico. Dos visiones del conflicto que, si bien no acaba de profundizar en lo que muestra, imprime a 6 días de una cierta seriedad en su exposición.

[[{"fid":"72194","view_mode":"ancho_total","fields":{},"type":"media","attributes":{"alt":"6 días', de Toa Fraser","title":"6 días', de Toa Fraser","class":"img-responsive media-element file-ancho-total"}}]]

Pero el problema de 6 días reside en que a pesar de presentar un buen ritmo narrativo, no acaba de tener una definición concreta de qué película quiere ser, quedando, al final, la sensación de ser un vehículo para arrojar una suerte de posicionamiento, casi de oda, a una política interior, durante el gobierno de Thatcher, con respecto al terrorismo. ¿Puede entenderse como una forma de asentamiento de posicionamientos e ideologías presentes? ¿O bien una simple reconstrucción ficcional del pasado con aliento de thriller? Uno estaría tentado de responder a la primera que sí, pero quizá sería concederle a la película más méritos de los que en realidad tiene. En cuanto a la segunda pregunta, sí aspira a tener una personalidad propia, con algún que otro buen momento, mediante una frialdad expositiva que, dejando de lado las claras carencias de producción, más que patentes, acaba resultando como poco entretenida, con unas imágenes anodinas pero que sirve a su carácter expositivo de la acción. Otra cosa es que el final denote un posicionamiento ideológico con respecto a lo tratado que no deja de llamar la atención. O no. Hace un par de semanas hablábamos de American Assassin, superior a 6 días en muchos aspectos, pero que comparte la posibilidad de tratar y arrojar miradas –gusten o no- que en otras producciones sería impensable encontrar, asumiendo un mínimo alcance de la propuesta.