Para averiguar qué cuenta el joven escritor Colin Barrett (1982) en estos relatos, reconocidos con varios premios, y cómo lo cuenta, y para encender la mecha del entusiasmo, bastaría con leer el prólogo de Kiko Amat que abre el volumen (Sajalín Editores, traducción de Celia Filipetto, título original: Young Skins). Por norma general, si Amat recomienda a un autor, suele ser infalible. Pero para quien no tenga el prólogo a mano, intentaremos explicar qué es Glanbeigh.

A través de seis relatos de extensión media y un texto de unas noventa páginas que podríamos considerar novela corta, Colin Barrett retrata las vidas, plenas de amargura y de violencia y de alcohol, de un puñado de habitantes de esta ficticia localidad irlandesa que se parece bastante a esas ciudades pequeñas donde muchos nos hemos criado (No conoces mi pueblo, pero seguro que te suena, dice el narrador de "El chico de los Clancy"): esos lugares que están como apartados del mundo, en los que no parece ocurrir nada, en los que casi todos los ciudadanos se conocen aunque sea de vista, en los que los motes familiares arraigan como un estigma y en los que un único error marca a alguien para siempre porque sus vecinos chismorrean sin freno. Barrett se centra en los personajes de clase baja (jóvenes, o dejando atrás ya la juventud) que tienen que aceptar trabajos ingratos en bares, discotecas o gasolineras para sobrevivir, que se han adaptado a las rutinas y a las costumbres propias de un lugar pequeño (Ocurre con frecuencia en este pueblo; pronuncias el nombre de alguien y, como por arte de magia, aparece).

"Carnada" es uno de los relatos donde más se nota el peso de vivir en un pueblo: la falta de perspectivas y de ambiciones de los protagonistas; el "todos conocen a todos" que facilita que sepan algo o mucho de ti; el matón local, que surge para romper la armonía; las chicas que parecían fáciles pero en realidad son inalcanzables. En "La luna" encontramos a un portero de discoteca que se ha liado en secreto con la hija de su jefe, y el lector intuye lo que acabará pasando: ella se irá algún día y él será de los que se quedan a verlas venir, ahogado entre agotadoras rutinas y escasas aspiraciones. Bat, el protagonista de "En su propio pellejo", es uno de los personajes más jodidos del libro: por azar, antaño el matón local le destrozó la cara de una patada y ahora Bat, que trabaja en una gasolinera, es alguien desfigurado que, cuando vuelve a casa después de una noche de copas y su madre le pregunta qué tal ha ido, él sólo responde: Sigo vivo. En "Tranquilo entre caballos" conocemos a un pequeño traficante y al colega que ejerce las funciones de gorila a sueldo y administrador de palizas: ambos hombres saben que el honor y la familia son sagrados. "Diamantes" es la historia de un tipo que huye para desenredarse de un pasado de alcohol, pero volverá a recaer porque así son las cosas a veces. Y en "Les ruego que se olviden de mi existencia", quizá mi favorito, dos antiguos amigos beben en un pub para reunir valor mientras aguardan a que empiece el entierro de una mujer a la que ambos amaron. Los personajes de Barrett son seres a la deriva, supervivientes de un mundo amargo, nada más que sombras de lo que alguna vez soñaron ser, y el autor los esboza con la misma contundencia y la misma piedad entre líneas que uno de los grandes: Harry Crews.