El juicio contra Sean Combs, más conocido como Diddy o Puff Daddy, ha concluido con un veredicto que marca un antes y un después en su carrera y en su vida. El jurado popular, compuesto por cuatro mujeres y ocho hombres, ha declarado al artista culpable de dos delitos de transporte para ejercer la prostitución, pero lo ha absuelto de los cargos más graves: tráfico sexual y liderar una organización criminal. Con ello, Combs esquiva por ahora una condena a cadena perpetua, aunque sigue enfrentando un futuro judicial incierto y la posible pérdida de su fortuna y su reputación.

Un juicio con testimonios estremecedores

El proceso, que comenzó el pasado 5 de mayo, ha estado marcado por los estremecedores testimonios de mujeres que detallaron los abusos, vejaciones y agresiones sufridas durante años a manos del músico. Entre ellas, destacó el de Casandra Ventura, conocida como Cassie, expareja de Combs, que relató cómo el artista la forzó a participar en orgías, la golpeó y la violó en repetidas ocasiones durante su relación, que se prolongó más de una década.

Ventura, embarazada de nueve meses durante el juicio, ofreció un testimonio que dejó una profunda huella en el jurado y los asistentes. Describió amenazas, palizas, manipulación emocional y episodios de violencia extrema, como el intento de quemar el coche de una expareja suya. Otro de los testimonios claves fue el de una mujer que declaró bajo el pseudónimo de Jane, que denunció hechos similares ocurridos hasta 2024, incluidas las llamadas freak-offs, orgías con prostitutas organizadas por Combs.

La fiscalía presentó además pruebas documentales, como registros de viajes, pagos y comunicaciones que, según su argumentación, demostraban cómo el artista facilitó y financió el transporte de mujeres entre estados para actividades sexuales. Sin embargo, no logró convencer al jurado de que existiera una red criminal estructurada ni de que hubiera tráfico sexual.

Un veredicto que evita la cadena perpetua

El jurado deliberó durante días antes de anunciar su decisión. Inicialmente comunicaron haber alcanzado un veredicto sobre cuatro de los cinco delitos, pero no sobre el de asociación ilícita, el más complejo y el que podría haber supuesto la cadena perpetua. El juez Arun Subramanian rechazó entonces un fallo parcial y pidió al jurado que continuara con sus deliberaciones, recordándoles la necesidad de la unanimidad sin renunciar a sus convicciones.

Finalmente, Combs fue absuelto tanto del cargo de tráfico sexual, que podría haberle costado hasta 20 años de prisión, como del de crimen organizado, que le habría condenado de por vida. Los dos delitos por transporte para la prostitución, sin embargo, podrían acarrearle hasta 20 años de cárcel.

Horas después del veredicto, el juez Subramanian decidió mantener a Combs en prisión, desoyendo la petición de la defensa de concederle libertad bajo fianza de un millón de dólares, entrega del pasaporte y controles antidroga continuos. El músico, de 55 años, permanece desde septiembre de 2024 en una cárcel de alta seguridad en Brooklyn, tras ser detenido en un hotel de Nueva York.

La sentencia definitiva se conocerá, en principio, el próximo 3 de octubre, aunque la defensa ha solicitado adelantar la fecha. El juez ha convocado para el 8 de julio una audiencia preliminar para abordar el calendario.

Un emblema que se desmorona

La reacción de Combs al conocer el veredicto fue dramática: alzó las manos al cielo en señal de oración, levantó el puño y se giró hacia su familia, a quienes dijo entre lágrimas: “Te quiero, mamá. Me voy a casa”. Pero, al menos por ahora, no volverá a casa.

Más allá del proceso penal, el futuro judicial de Combs está plagado de incertidumbres: afronta unas 150 demandas civiles por presuntos abusos, agresiones sexuales y violaciones, muchas de ellas relacionadas con episodios en los que las víctimas alegan haber sido drogadas y agredidas sin su consentimiento.

Mientras se esperan nuevas resoluciones judiciales, el magnate del rap y empresario valorado en casi mil millones de dólares comienza a ver cómo su imperio se desmorona. Marcas, socios y colaboradores han comenzado a desvincularse de su figura, y las demandas pendientes podrían suponer un coste millonario adicional.

Lo que está claro es que la historia de Sean Combs, que un día encarnó el sueño americano del éxito y la riqueza, ha pasado ya a ser un símbolo de cómo el poder y la impunidad tienen, tarde o temprano, su precio.

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