Los seis largometrajes que conforman, por ahora, la filmografía de Jaime Rosales, son quizá uno de los proyectos, con sus altibajos, más interesantes del cine español reciente, en especial, de entre aquellos cineastas surgidos a inicios de la década pasada y cuyas propuestas quedaron en mucho menos de lo que prometían en su conjunto. Con La soledad (2007), Rosales parecía dar un paso de gigante, aunque fuese con premios mediantes, sin embargo sus siguientes producciones no lograron demasiado alcance, en el caso de las dos últimas películas, las notables Sueño y silencio (2012) y Hermosa juventud (2014), supusieron estrenos, en general, más bien discretos y, desde luego, sin la repercusión que merece un cine singular en sus planteamientos y exigente en su trabajo formal.

'Petra', de Jaime Rosales

Con Petra (2018), su sexto largometraje, Rosales ha realizado una película que abiertamente interpela al espectador desde varias perspectivas. En primer lugar, divide su película en siete capítulos, en una estructura muy literaria, pero en la que propone una ordenación no lineal que no corresponde al orden normal (2, 3, 1, 4, 6, 5 y 7), y cada uno de ellos viene nombrado por una frase que explica qué sucederá en ellos, ahogando en gran medida cualquier tipo de sorpresa. Juego estructural y casi experimental en la que importa menos lo que acontece en cada capítulo y su relación con la historia que la manera en la que Rosales quiere contarlo. De este modo, el argumento de Petra, de gravedad melodramática, queda relegado a su dispositivo formal, algo que puede operar de manera contraproducente al impedir al espectador todo tipo de asidero emocional y empático con lo que está viendo. Rosales asume claramente lo anterior y lo presenta como parte de su propuesta en tanto a que Petra viene a contravenir y subvertir de diferentes maneras el concepto mismo del drama familiar, con algunos elementos que, pensados con calma, poseen una clara ironía en su representación. Máxime si tenemos en cuenta que, en verdad, Petra es la película, desde la perspectiva de su argumento, más normativa de su director.

A base de secuencias de perfecta planificación, con elegantes movimientos de cámara que se mueven para acercarse o alejarse de los personajes, para, ante todo, retratar espacios y atmósferas, Rosales parece romper, desde su interior, lo narrativo y experimenta con la cámara una forma de relato meramente visual. De ahí que los diálogos sean, y suenen en muchos momentos, impostados, ridículos en ocasiones, buscando poner en evidencia los arquetipos dramáticos que representan los personajes. Sobre el papel, la historia de Petra puede resultar, y lo es, vodevilesca e hiperbólica, y Rosales es consciente de ello. De ahí esa distancia tonal, pero también la clara exposición de una forma narrativa basada en el artificio, el cual expone. La imagen de Petra remite a un cierto hiperrealismo que, sin embargo, posee un halo irreal en su composición visual que evidencia las costuras de lo narrativo para que el espectador esté más atento a su puesta en escena que a lo que acontece en el interior del plano.

'Petra', de Jaime Rosales

Con Petra, Rosales ha realizado una película, se entiende mejor con cierta perspectiva, muy radical, más de lo que aparentemente puede dar a entender en un primer momento. Es fácil no entrar en ella y no sentir interés por unos personajes y una historia basada en una suerte de maldad intrínseca de una familia que, sumida en un drama folletinesco, parece condenada a la tragedia en el sentido griego más exacto de la palabra. La cámara surge, casi, como una intrusa en la historia, como una mirada ajena a una historia que transita, o lo intenta, por su propio camino normativo mientras ella, con la dirección de Rosales, se adentra en ella de otra manera. Un juego formal muy inteligente para cuyo disfrute se debe pensar desde perspectivas diferentes a la narración tradicional, considerando Petra como la subversión experimental y puramente formalista de un cine más normativo. Por supuesto, en el propio juego reside la trampa y que, es más que posible, lo planteado por Rosales produzca tanto rechazo como entusiasmo. Y, suponemos, el propio director debía buscar el posicionamiento extremo, algo que otorga de más valor a su propuesta.