Este sábado 6 de septiembre, la sala BUT se ha convertido en un corazón que late a ritmo de trap. Neo Pistea ha traído a Madrid su gira Cultour, con la que está presentando sus últimos dos discos, Culto I y Culto II. Una sala abarrotada ha sido testigo de un concierto que se ha sentido como un rito: oscuro, crudo, cargado de energía y con la estética propia de un culto religioso llevado a los beats. Da la impresión que el trap está experimentando una especie de resurreción. Discos como los de Neo Pistea, 5202 de Duki o El Plugg 3 de Yung Beef suponen una recuperación del sonido que se hizo con el mundo en la última década.
Con Culto, el argentino ha vuelto al trap puro. A la esencia. Letras afiladas, bases densas, producción sombría y una atmósfera tétrica que se extiende desde los discos hasta los videoclips y, ahora, el directo. Culto II funciona como la materialización de todo lo sembrado en Culto I: un Neo satisfecho, consciente de haber alcanzado su sueño a través del trap y, pese a la oscuridad que lo rodea, convertido en la luz que guía a su público.
Un show dividido en dos actos
El concierto tuvo una estructura clara: dos partes con un concepto definido. En la primera, Neo ha interpretado de forma íntegra Culto I, sonando piezas como Intro 1+2, Pacto, Tercera sin dormir, Canadá, Luna, Rico o Polis, dejando al público atrapado en la densidad de su universo. La segunda parte ha sido más expansiva y el trapero ha mezclado cortes de Culto II con clásicos de su repertorio que ya forman parte de la historia del trap en español.
Entre ellos, Criminal, Medusa, Messi, Quavo, Pininfarina y, como era inevitable, Tumbando el club. Este último, tema legendario que marcó un antes y un después en la música mundial, ha vuelto a encender la sala como aquel himno colectivo que simbolizó la unión del trap argentino. Si Tumbando el club representó el nacimiento de una escena, Culto es otro toque de atención. El trap no ha muerto. El trap está vivo. El trap ha vuelto de manos de los pioneros.
La fortaleza de un referente
El directo de Neo Pistea ha sido fue sólido, profesional y cargado de respeto hacia el público. Se han notado los ensayos, la entrega y la seriedad de un artista que se deja el alma en el escenario. Con un aura poderosa, ha desplegado registros vocales distintos que remarcan su virtuosismo lírico y su capacidad para expresar sentimientos y verdades con distintas voces. Por momentos, hemos estado viendo la versión villera de Ghostemane.
El peso de Neo Pistea en la música argentina ha quedado patente también en la forma en que conecta generaciones. Sus colaboraciones con figuras como Yung Beef, Pablo Chill-E o Eladio Carrión, con jóvenes talentos como Stiffy y, por supuesto, gigantes de la escena argentina como KHEA, Bhavi, Duki, CRO o YSY refuerzan ese papel de nexo entre escenas, pero su mayor prueba está en la respuesta de un público que corea con igual intensidad los temas nuevos y los clásicos. "¿Quieren más trap?", "¿le gusta el trap a Madrid?", preguntaba el argentino. A Madrid le gusta tanto el trap que a Neo Pistea le ha caído algún sujetador a los pies.