Será la inconsciencia de la juventud. La que atesoran los integrantes de Rufus T. Firefly, Víctor Cabezuelo y Julia Martín-Maestro, para, acompañados de otros músicos que van y vienen, hacer lo que les sale de las tripas. Y así ir componiendo obras de psicodelia pop con aire conceptual e intelectual. Una receta que podría parecer que les aleja del éxito. Pero en realidad no es así. La consolidación de un público cada vez más numeroso apuntala una propuesta que con Loto ha alcanzado la madurez. 

Actualizar los sesenta

Se trata de la segunda parte del aclamado Magnolia. Un disco ambicioso pero sin arrogancia. Con letras que alcanzan gran profundidad casi sin pretenderlo. En el que las referencias más contemporáneas como la series o los videojuegos, se presentan con una cobertura sesentera y aunque parezca contradictorio, todo encaja. Donde se acercan a sonidos y textos accesibles en Un breve e insignificante momento en la breve e insignificante historia de la Humanidad, al tiempo que se lanzan al vacío en Cristal Oscuro. En el que samplean la BSO de Stranger Things para Demogorgon, claro, y pasan a ir a ritmo en Loto. Una confianza sorprendente que les lleva a enfrentarse a una versión de Lucy in the sky with diamonds y salir airosos de semejante acto de tocar el tercer riel con las dos manos. 

Pero el espíritu sesentero va más allá del sonido. Porque como aquellas bandas, Rufus T. Firefly es un grupo inconformista. “Loto es el fin de la etapa que iniciamos con Magnolia”, anuncia Víctor Cabezuelo, “sentíamos que habían quedado cosas por contar, por eso nos lo tomamos como una continuación”.  Y proclama su rebeldía cuando describe que “ahora que la gente nos ha encasillado en un sonido y una estética concreta, lo mejor que podemos hacer es huir de ahí, para no ser complacientes, sobre todo con nosotros mismos”. Una nueva etapa que, cuando llegue el momento, afrontarán “sin nada concreto pensado. Tenemos que reflexionar, escuchar mucha música, incluso aprender a tocar nuevos instrumentos”, afirma Cabezuelo.
 

Gracias, Tame Impala

En Rufus son conscientes eso sí de haber estado en el momento justo con la propuesta adecuada. Tanto en España con Melange o Fogbound como fuera, desde Tame Impala a Temples, la corriente psicodélica vive una segunda (o tercera, o cuarta, o quinta) vida. En un entorno comercial y cliché, parece sorprendente, aunque para ellos es natural. “De todo esto la culpar es de Tame Impala”, contesta categórico Cabezuelo. “Ellos hicieron accesibles estos sonidos a todo el mundo. Antes era más esnob, pero con Elephant (el tema de 2012 de la banda australiana) consiguen captar al gran público”. Fue, según el juicio del líder de Rufus T. Firefly, la espita que permitió destapar el tarro en el que estaban las bandas con un sonido similar.  “Cuando tocamos con ellos en el Mad Cool me quedé con ganas de darles las gracias, de decirles “habéis salvado la música”, reconoce Cabezuelo con brillo en los ojos. 

Rechazan que su propuesta sea minoritaria, para públicos reducidos. “Por supuesto que hay público”, proclama, “hay público para todo. Hay público hasta para el trap, así que imagina”, comenta divertido. “Tiene que ver con lo que te obligan a escuchar”, interviene Julia Martín-Maestro, “cuando las propuestas se extienden, llegan a más público, la gente se apunta a ellas”. Aunque conceden que alguna de sus canciones son más complejas para el público general “pero nos gusta hacer temas como Cristal Oscuro, es divertido y musicalmente es muy guay”, explica Cabezuelo. 

A colación de su comentario sobre el trap, Cabezuelo confiesa que le interesa como movimiento surgido de la nada “un movimiento que se ha impuesto en un par de años. Me gustan esos movimientos incontrolables, que nacen al margen de la industria, aunque musicalmente esté muy lejos de nosotros”. 

Rufus T. Firefly es un grupo con amplia experiencia en los casi todos los festivales de España. En uno de ellos celebrado este año publicaron una foto denuncia en su Instagram sobre una campaña realizada en el evento a favor de las mujeres, mientras que en cartel solo había un grupo con presencia femenina, además de ellos. Para Martín-Maestro es una cuestión de “visibilidad. Hay muchos grupos de mujeres o con mujeres, pero no tienen la oportunidad de salir, no se les da. No se ve igual a una mujer música que a un hombre”, sentencia.