La globalización es el signo de nuestros tiempos. Ese fenómeno que mata niños en África mientras otros cosen balones en Bangladesh y que va a hacer que pierdas tu trabajo a manos de un operario chino que cobra un dólar al día. Pero no todo es malo en este proceso.

Solo la globalización puede dar lugar a una banda como Hot Snow. Multicultural, multiétnica e internacional, ya desde su formación. Desde el vacilón cantante, Quentin Pitchen, nacido en Francia pero peregrino en Gran Bretaña y Estados Unidos. O el bajista, Sergio Fresquet, de onda funk procedente de Argentina, apodado “El Negro” por motivos evidentes. A estos dos pasaportes foráneos se unen el batería sureño Rafa Ruiz y el teclista castizo Tony de la Fuente.

Pero lo de la formación de aluvión no es más que una anécdota. Una circunstancia que nos habla de un mundo con el tamaño de una aldea, sí, pero algo puramente coyuntural. Lo que marca el carácter global de Hot Snow es su sonido. Sesenta años han tenido que pasar para que en La Meseta se oyera algo igual. Bendito Internet y benditos vuelos low cost.

Después de patear escenarios, la banda se encerró este verano en el estudio para alumbrar su primer epé, “M79”. Mientras tú te llenabas de arena y te rascabas la barriga en el chiringuito, ellos sudaban en los estudios de El Invernadero, claro. Ahí facturaban cuatro temas bajo la producción de Brian Hunt, que realizó el trabajo mientras le daba los últimos toques al nuevo disco de Templeton. A los mandos de la masterización ha estado Mario G. Alberni, trabajando en los estudios Kadifornia, de la soleada Cádiz, claro. 

Conducidos por las guitarras lisérgicas de Pitchen y en los ecos de las teclas de De la Fuente, “M79” abre un panorama de psicodelia soft. Canciones que se escurren entre los dedos como nieve caliente. Sostenidas por una línea de bajo serpenteante y una batería rotunda. Una sección rítmica que no se limita a mantener el ritmo. Temas que destilan influencias diversas, a veces parece que contradictorias. Enriqueciendo un estilo tan poco frecuente en la música hecha en España que resulta ajeno, pero identificable. Solo el perfecto empleo de armonías vocales ya merecería ser resaltado, porque es algo a lo que la música española ha sido alérgica. O más bien, incompetente.

Lejanos, relajados y evocadores en “Grooveship”. Sincopados y profundos en “Gone". Más atrevidos y clásicos, con ese inicio que encaja en cualquier momento entre 1968 y 2017 en “Turquoise Oranges”. Y definitivamente fuera de catálogo o inventando un género que podría ser psicodelia funk en “Why Do You Lie?”. Los cuatro temas que forman “M79” son sin duda un inicio rompedor, prometedor, esclarecedor.

Pero como toda nueva banda, necesitan un factor clave. Confianza. Esa sensación tan difícil de conseguir. Ese algo que hace que un jugador de baloncesto croata se tire hasta las zapatillas en un partido y todo le entre. A Hot Snow a veces la pelota le da vueltas en el aro y se sale. Buenos músicos, buenos, temas, ideas claras. ¿Por qué limitarse a una estructura clásica?, ¿por qué no dejarse llevar por el momento y alargar temas que lo piden a gritos?  

Y todavía más importante. El trabajo melódico. Si algo nos ha enseñado esta corriente es que la importancia de la melodía se mantiene igual que hace cincuenta años. Da igual que sea Temples o Love. Da igual que sea Jefferson Airplane o Unknown Mortal Orchestra. La melodía es lo que construye las canciones. Mejor dicho, es lo que construye las carreras.

Sin duda, como esos jugadores noveles, el margen de mejoría es brutal. Y las sensaciones inmejorables. Distintos, frescos, intensos, profesionales. Y gracias a la globalización, con un poco de trabajo en el gimnasio y dedicación en el entrenamiento, Hot Snow podrán dar el salto a la NBA. Si Fernando Martín fue capaz. Lo veremos, por supuesto.

Puedes escuchar su nuevo disco en Spotify