Manel Loureiro (Pontevedra, 1975), acaba de publicar su novena novela, ‘La ladrona de huesos’ (Planeta), un thriller que conecta el secreto mejor guardado de la antigua Unión Soviética con el misticismo de occidente, representado en el Camino de Santiago, con parada en Arabia Saudí y la obsesión yihadista. Hemos recorrido con el escritor pontevedrés el último tramo del Camino de Santiago, siguiendo los pasos de Laura, la protagonista de la novela. Con él hemos cruzado la Puerta Santa, que se abre sólo una vez cada siete años, coincidiendo con el Jubileo y nos hemos elevado a los cielos de Santiago de Compostela con un paseo sin parangón por los tejados de la Catedral, donde transcurre la última escena de la novela.

La ruta de los peregrinos hasta la Catedral de Santiago es fundamental en esta historia, nos explica Manel Loureiro. “Se han contado muchas historias, pero el Camino trasciende, no es algo propio de Galicia ni de Europa, tiene una trascendencia universal. Supone muchísimo para la gente que lo hace, para cada persona es una experiencia distinta”. Para él el Camino una “meta permanente” y su conexión con su pasado, cuando estudiaba Derecho en Santiago de Compostela.

"Podría haberme llevado el cepillo de la catedral y nadie se habría enterado"

“Los días de invierno, cuando iba a la Facultad, atravesaba la catedral para no mojarme. Era un atajo natural”, nos explica. Allí fue donde surgió parte de la inspiración de la novela. “A primera hora de la mañana nunca había nadie allí, en todo caso algún peregrino aislado, podría haberme llevado el cepillo de la catedral y nadie se habría enterado. La sensación de impunidad que tenía se vio refrendada después cuando se robó el códice Calixtino, que desapareció y millones de euros acumulados con el paso de los años”, comenta.

Pero lo más valioso no son ni el oro ni las obras de arte, sino la reliquia que encontramos en una cripta bajo el Altar Mayor: los huesos del Apóstol Santiago. “Sean reales o no, lo cierto es que son un símbolo para millones y millones de personas de todo el mundo”, continúa Manel Lourerio. Con todos estos mimbres ha construido ‘La ladrona de huesos’, donde entrelaza crímenes, robos imposibles, aventuras de espías, misterios y enigmas.

Manel Loureiro, en la Plaza del Obradoiro, con la catedral de Santiago de Compostela detrás

Punto de partida de 'La ladrona de huesos'

Todo empieza con la desaparición de Carlos, el novio de Laura, quien se esfuma sin dejar rastro en un albergue de lo alto de Pedrafita do Cebreiro, la puerta de entrada a Galicia por el Camino francés. Laura, que había perdido la memoria tras sufrir un salvaje atentado en México, emprende entonces una búsqueda contrarreloj que la llevará a descubrir su inquietante pasado. En su particular camino, nos traslada a la antigua Unión Soviética y descubrimos con ella un siniestro plan para entrenar al batallón de espías más preparado del mundo.

Esta conexión rusa también está basada en una historia real, la de la Orquesta Roja, toda una red de espías creada en Bélgica en el año 1939 por un agente soviético que llegó a infiltrarse en el Tercer Reich. La Gestapo acabó desmantelándola y muchos de ellos fueron torturados y ejecutados. Los que lograron escapar regresaron a su país una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en lugar de ser recibidos como héroes acabaron encerrados o en campos de trabajos forzados al ser acusados de traición.

“Estas células durmientes salían de algún sitio, de las escuelas de formación que había repartidas en el territorio de la Unión Soviética. Se sabe muy poco de esto, hay muy poco escrito y muy poco traducido, pero lo poco que se ha filtrado es apasionante y me parecía que era una conexión perfecta para juntar ese misterio en el Este, con ese misticismo en el Oeste, que supone el Camino”, nos explicó. 

Acabamos nuestro particular peregrinar hasta la Catedral de Santiago de Compostela en los tejados del templo, donde acaba la historia de ‘La ladrona de huesos’, que ofrece una vista inigualable de la ciudad y de las torres que coronan esta joya arquitectónica. Nos fijamos especialmente en la llamada torre Berenguela, una grandiosa atalaya defensiva de 72 metros de altura, que debe su nombre al arzobispo Berenguel de Landoira, quien ordenó su construcción.

La Torre Berenguela alberga en lo alto un reloj, una inmensa campaña y una linterna que se enciende solo durante el jubileo para orientar a los peregrinos. Se convierte de esta manera en un faro interior único y especial. “En esta torre tiene lugar una de las escenas más intensas de la novela, donde se resuelven muchos conflictos y sucede un drama”, concluye Manel Loureiro.